¿Cómo entender la representación vs. la presentación en el teatro de hoy?

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¿Cuáles son hoy día las líneas generales y los caminos o búsquedas para comprender lo que vemos en arte dramático, en el mundo?. ¿Qué caracteriza al teatro posmoderno?.¿Bastará sólo aceptar que es este un teatro que sirve más a la representación y que posee mayor intensidad emocional debido a su intensa cercanía con el espectador, que las obras dramáticas más clásicas, centradas en el paradigma de la representación?.

 

Partiendo de una investigación para abordar este tema, me encontré con un artículo que me pareció importante citar, como reflexión… En la obra literaria “Postdramatisches theater de Hans-Thiers Lehmann, se evidencia en su contenido los cambios de tendencias operados en el teatro contemporáneo.

Ya para 1956, se estudia la ruptura que se produce en la escritura dramática a partir de Ibsen, Chéjov y otros dramaturgos en los albores del siglo XX. Por otro lado “los nuevos dramas”», señala Szondi, poseen una entidad absoluta, donde el escritor cede la palabra a los personajes que dialogan ante un público. Que se siente motivado por asistir sobretodo a conversaciones, que abordan asuntos cotidianos, afrontando problemas a expensas de los impulsos y emociones de los personajes.

En tal sentido el autor desaparece como hacedor de la acción dramática y manipulador de los seres de ficción. Esta escritura dramática exige que el escenario sea un trozo de la vida, que no la recuerde o teatralice historias pretéritas (tradiciones o mitos), necesita la ilusión del espectador.

En un plano interpretativo, ya Stanislavski reclamaba del actor su identificación con el personaje, acudiendo a su memoria emotiva, para afrontar las situaciones dramáticas con la misma psicología, emotividad e idénticas acciones físicas, como las ejecutaría la persona del actor en la vida real.

El director ruso buscaba sobre el escenario la verdad entendida como aquello «que podría existir y suceder y creemos como si ya hubiera existido» (Stanislavski,1968: 147).

Este teatro que ha ocupado los escenarios en el transcurso del siglo XX y continúa pujante en el arranque del XXI, lo denomina Lehmann en su libro, traducido al inglés y francés pero no al español, dramático, en contraste con el posdramático.

Un calificativo excesivamente amplio y por ende superficial, resulta discutible y discutido, sobre todo en Francia, porque cobija bajo la sombra de esta denominación formas muy variadas de hacer teatro, solo unidas por una nueva ruptura con la escritura dramática del pasado siglo.

En tal sentido el teatro posdramático finiquita la ilusión del espectador, que considera real cuanto ocurre sobre la escena, y propone, como ya lo demandaran Meyerhold y Brecht, la percepción de la escena como espacio lúdico, donde el artificio y el proceso artístico se muestren como tal, sin pretensiones imitativas.

La discusión que encierra el calificativo posdramático son dos: qué propuestas de este tipo se han producido desde la segunda década del siglo XX , bien es verdad que con menor profusión que en la actualidad; y, en segundo lugar, que la acepción posdramática encierra una pluralidad de estilos, desde el simbolismo al ya periclitado happening, que merecen ser deslindados.
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Valdría la pena sin embargo detenernos a pensar, que es m{as atinado analizar la diferenciación entre teatro de la representación, en el cual se incluiría el teatro dramático naturalista más psicológico e intelectual, que plantea una mayor exigencia cultural en la recepción.

Y por otro lado, el teatro de la presentación, más emocional, social, participativo y ostensivo de situaciones y vivencias.

Reconociendo que dentro de este teatro de la presentación, identificamos dos tendencias o estilos llamados a ocupar un lugar preeminente a medio plazo en los escenarios occidentales: el nuevo expresionismo, también denominado por otros como nuevo realismo, y el teatro posmoderno, no tanto como se presenta incipientemente en la actualidad, sino en una esperable evolución y consolidación.

¿Qué es el Teatro Expresionista?

Ese teatro expresionista de las vanguardias, que embridó y practicó Bertolt Brecht en los primeros años, renovado e impulsado en 1962 por el denominado «espíritu de Bremen» (Kart Hübner, Peter Zadek, Peter Stein, Hans Neuenfels, Klaus Michael Grüber, Wilfred Minks y otros), cuyas características se concretan en la elección de textos que priorizan la historia sobre los personajes y abordan cuestiones próximas al pálpito social del momento.

Las obras dramáticas pueden ser redactadas ex novo (Von Mayenburg, Mark Ravenhill, Ivan Viripaev, Dea Loher, Roland Schimmelpfennig, etc.); o reelaboradas, partiendo de textos clásicos, sobre los que el dramaturgista en colaboración con el director de escena realiza un proceso de intervención.

Es decir, un trabajo de contemporaneización, donde se tienden puentes de analogía entre historias, situaciones o personajes de la obra canónica y acontecimientos contemporáneos, que se presentan con una pujanza reforzada por el prestigio del texto base.

Por su parte el Teatro Posmoderno

Se caracteriza por el descrédito de las tradiciones artísticas frente a la siempre renovada exigencia de novedad, susceptible de agitar las tranquilas aguas de toda manifestación artística. Un teatro de situaciones y conjuntos dinámicos, basados sobre unos textos que resultan difíciles de leer y que requieren, para su comprensión, su puesta en enunciación ya sea en la imaginación lectora o sobre la escena. Sin esperar ni una recepción unívoca por parte de los espectadores, ni una adecuación entre lo imaginado por el lector de uno de esos textos y el director encargado de llevarlos a escena.

Las puestas en escena provocan, perturban, agreden y se plantean con una falta de jerarquía entre palabras, movimientos o imágenes. Cada espectador focaliza su atención allá donde le place, sin que exista un único punto de atención.

En este ámbito, las puestas en escena posmodernas destacan por la yuxtaposición y la simultaneidad, ofreciendo al espectador una perspectiva plural, la de-construcción, abundancia de signos inscritos en una dramaturgia visual, con imágenes fuertes e impactantes, y la pluralidad de lenguajes, mezclados sin solución de continuidad: teatro, danza, instalaciones (Michael Simon en Narrativa Landscape, Falk Richter en Trust algunos trabajos de Marcel.li Antunez).

Este teatro necesita un actor cuyo cuerpo sea el centro de gravedad, no como portador de un significado sino como sustancia física con su potencial gestualidad y con un dominio grande de diferentes técnicas de actuación que conjugan distintos lenguajes procedentes de la danza, la acrobacia y variados estilos interpretativos.

El teatro posmoderno es el teatro de la corporalidad autosuficiente y minimalista, que se ejecuta con acciones improvisadas ante estímulos, sin necesidad de una idea que dinamice la creatividad artística; en este sentido, hereda técnicas procedentes de la danza contemporánea.

El cuerpo del actor, no debe mostrar belleza, sino fealdad, agonía, desgarramiento, y para conseguirlo se necesita energía, gesticulación, turbación, tics, dislocación del gesto, deformación. Nos enfrentamos, pues, a un teatro gestual y cinético que no interpreta. Se trata de un teatro físico, ejecutado con ritmo, impactante por su plástica, agresivo por su sensorialidad e incapaz de dejar a nadie indiferente.

Contenido seleccionado por: Julio C. Alcubilla B.

Con información de: Noticias24.com

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