La gentil amazona

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En medio de los campos, azul y oro, del escudo del Estado Bolívar, coronada con las estrellas que adornan también a nuestro Pabellón Nacional, sentada sobre la Piedra del Medio una india o mejor dicho, una gentil Amazona como la denomina el bardo Guayanés José Manuel Agosto Méndez en la letra del himno de nuestro estado, apoya su brazo izquierdo sobre un ánfora de chorro sempiterno que representa el caudal del soberbio Orinoco.

Ese monumento pétreo en mitad del río ha llamado la atención de propios y extraños, por ejemplo, el barón Alejandro de Humboldt en su obra Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente se refirió a ella así: “Es en este sitio donde una isla, situada en el medio del río, podría presentar las mismas facilidades para la medición de las crecientes como las que ofrece el Nilómetro situado en la extremidad de la isla de Rudath en el río Nilo de Egipto”.

Pero no fue Humboldt quien le colocó a nuestra roca monumental el nombre de Orinocómetro; en la edición del Diario El Luchador del 5 de abril de 1910 se da a conocer que en un párrafo de La Memoria Estadística de Venezuela de 1874 por vez primera se utiliza este nombre explicando que se le da en imitación del Nilómetro egipcio ya mencionado.

En varias oportunidades, inspirados por la calidad del pedestal, a algunas personas se les ha ocurrido que se podría esculpir una india como la del escudo y se colocaría al frente a la ciudad, idea que ha sido rechazada de inmediato. Ya en una oportunidad se colocó bajo protesta colectiva una de las tres torres para el servicio telegráfico. En su majestad pareciera que la roca legendaria lanzara en la brisa orinoqueña la advertencia: En el transcurso de los siglos, solo el viento, el río y las aves, han esculpido y pintado mi pétrea estructura.

En opinión de la escritora bolivarense Luz Machado, en su libro Crónicas Sobre Guayana 1969-1986, nos dice: “Preferimos esa Piedra del Medio, desnuda y simple en su austera y agresiva presencia, en su magnificencia secular y geológica, que se abre en dos mitades desiguales en corte recto de impresionante perfección, como que hubiera sido partida por un rayo, o cataclismo de profundidades, no estudiadas… Mientras tanto, ahí permanecerá, mientras el hombre quiera conservarla, para orgullo nativo y como muestra del poderío de la tierra de la que emergió un día soberbio y magnífico, el Padre de nuestras aguas fluviales”.

Por: Ismael Morales

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