A pesar de ser un ingrediente básico y universal en la cocina, las papas contienen solanina, una sustancia tóxica que conforma su defensa natural frente a las plagas. Al cocinarlas, su cantidad disminuye, por lo que las intoxicaciones por el consumo de este tubérculo son poco frecuentes. No obstante, cuando comienzan a germinar y aparecen brotes, o cuando se ponen verdes, un sabor amargo delata la alta concentración de solanina.
Según los expertos en seguridad alimentaria, Mario Sánchez y Miguel Ángel Lurueña, si la papa solo presenta algunos brotes pequeños, basta con retirarlos cortando también la parte más cercana.
Además, si el tubérculo presenta brotes muy crecidos, lo más seguro es desecharlo, sobre todo si hay niños o bebés en casa, ya que constituyen el grupo más sensible a los efectos de la solanina, toxina capaz de provocar náuseas, vómitos o diarrea.
Por su parte, el nutricionista Pablo Ojeda subraya que, cuando el brote ya tiene forma de flor, la papa debe desecharse. En ese punto se considera contaminada; y no debe comerse bajo ninguna circunstancia.
Asimismo, expertos advierten que estos vegetales no deben refrigerarse, puesto que las bajas temperaturas facilitan que el almidón se transforme en azúcares simples y, al cocinarlas, puede generar acrilamida, otra sustancia potencialmente perjudicial para la salud.
Para retrasar la aparición de brotes, conviene almacenar este alimento en un lugar oscuro, fresco y, a ser posible, ventilado. Lurueña recomienda guardarlas en una bolsa de papel para que no pierdan humedad, mientras que Sánchez sugiere una bolsa de tela o una caja de madera con papel en la base, siempre sin luz.
Como truco de conservación, el chef Jordi Cruz recomienda almacenar una manzana junto a las papas, ya que el gas etileno emanado por la fruta ayudará a conservar mejor las papas.
Con información Agencias.-
