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¿Por qué celebramos la Navidad y el nacimiento de Jesús el 24 y 25 de diciembre?

Cada diciembre, millones de familias en todo el mundo se reúnen para celebrar la Navidad. Sin embargo, un análisis de las fuentes históricas y teológicas revela que el origen de esta fecha no se encuentra en una precisión exacta de los Evangelios, sino en una fascinante convergencia entre la fe cristiana, el calendario romano y los ciclos de la naturaleza.

El silencio de los Evangelios y el peso de la tradición
​Aunque los textos bíblicos narran con detalle el acontecimiento de la «Buena Noticia», no especifican un día ni un mes. El Evangelio de Lucas (2:8) solo ofrece una pista ambiental: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”.

​La fijación del 25 de diciembre fue una decisión posterior de la Iglesia Católica, construida en el cruce de la teología y la cultura romana. Según el Cronógrafo del año 354, la evidencia más antigua de esta celebración en Roma, ya se registraba el nacimiento de Cristo en Belén el «VIII kal. ian.» (ocho días antes de las calendas de enero), equivalente a nuestro 25 de diciembre.

​El Solsticio y el «Sol de Justicia»
​La elección de la fecha responde, en gran medida, al deseo de dotar de un nuevo significado a las festividades romanas preexistentes. Durante la segunda quincena de diciembre, Roma celebraba las Saturnales (del 17 al 23), días de banquetes y regalos que dejaron una huella cultural en nuestras cenas actuales.

​A esto se sumó el simbolismo del solsticio de invierno. El calendario romano registraba el “Natalis Invicti” (Nacimiento del Invicto) el 25 de diciembre. La Iglesia adoptó esta noción del «regreso de la luz» para identificar a Jesús con las profecías bíblicas: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia…” (Malaquías 4:2).

La hipótesis del cálculo y el orden litúrgico
​Además del trasfondo cultural, existió un razonamiento interno basado en la «armonía de fechas». Algunos autores antiguos sostenían que los hitos de la vida de Jesús debían coincidir con los equinoccios y solsticios:
​Concepción: A finales de marzo (equinoccio de primavera).
​Nacimiento: Nueve meses después, a finales de diciembre (solsticio de invierno).

​Esta estructura permitió organizar el tiempo litúrgico que conocemos hoy: la Nochebuena (24 de diciembre) como víspera de preparación y la Navidad (25 de diciembre) como la fiesta central. Los relatos de los pastores en Lucas y la entrega de oro, incienso y mirra por parte de los Reyes Magos en Mateo (2:11) terminaron de dar forma a la tradición de los obsequios y el sentido de comunidad.

​Un legado que perdura
​Hoy, la Navidad se entiende como una «convergencia»: una fecha donde la historia del Imperio Romano y la teología cristiana se fundieron para crear un tiempo de fiesta universal. Más allá del dato exacto, la celebración sobrevive como el símbolo de la «luz que llega al mundo» cuando la noche parece más larga.

Con información de agencias

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