“El Señor Galíndez” descubre los torturadores en la dictadura chilena

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Antonio Altamirano, director de la obra del colectivo teatral Teatro Amplio, muestra en este trascendente trabajo “El Señor Galíndez” del dramaturgo argentino Eduardo “Tato” Pavlovsky, la historia de dos agentes que trabajaron en todo el sistema de la dictadura militar en Chile. Basando la pieza teatral desde la lógica de la complicidad civil, que se estableció en la dictadura militar.

Estos agentes que trabajaron o apoyaron la dictadura de manera silenciosa, son representantes de aquellos que eran los de la casa de tortura para la DINA o grupos de inteligencia chilenos. El montaje de Altamarino es una propuesta enmarcada desde el punto de vista del lado chileno, es decir, se ven dos torturadores torturando y el público es el encargado de ser testigo y juez.

Lo cual logra expresarse a través de un paralelismo en el que las acciones cotidianas van descubriendo ante el espectador su capacidad de reír por escenas repletas de humor negro, olvidando que está en presencia de dos torturadores.

El espacio escénico por igual es ambiguo, no se identifica con claridad donde es y solo a través de ciertas situaciones en la que la sordidez quebranta la escena y surgen los antivalores, además de evidenciar el placer de un trabajo escénico contundente, penetramos en la vulnerabilidad existencial de los opresores y el espacio que les rodea.

Por ejemplo, en el personaje de la nana, o doméstica, se representa la complicidad civil, que cuida a dos agentes que trabajan desde hace mucho tiempo, de espalda al común denominador pero bajo el conocimiento de muchos.

Estamos frente a un recinto en el cual dichos agentes exponen sus vidas: almuerzan, conversan, hablan de sus familias, demuestran sus debilidades y peculiaridades sexuales, junto a la tortura.

Este montaje se estrenó en el 2013 en Chile, coincidiendo con los eventos que recordaban los 40 años del golpe militar. En tal sentido la obra llega a la escena chilena, tras un intento por refrescar la memoria histórica de esa época oscura.

La pieza teatral mantiene mucho a los personajes como es requerido por Pavlosky en su texto; es decir dos torturadores que stán en la escena, pero que a su vez el espectador no identifica en las primeras etapas, sino que lee que son dos funcionarios de cualquier actividad pública, que están ejerciendo lo que para ellos es cotidiano.

Que esperan un llamado de una persona que les da órdenes, descubriendo al ser humano en su máxima exposición nihilista, producto de la incultura, el hambre o la opresión de una sociedad que pierde el rumbo por el poder desmedido de una idolatría política y en el que es capaz de optar cualquier individuo por el oficio de torturar.

Dentro de los elementos escenográficos de la propuesta, destaca el piso y las lámparas, el primero en cuadros blanco y negro, evocando a un damero. Las lámparas al techo, muchas de ellas intentan aproximarnos a esa lectura que posteriormente se dio a conocer en Chile, cuando las víctimas reconocían en su trance doloroso, esa imagen de esa lámpara que encegueció a muchos y en otros se multiplicaba. En la visión contrastada entre lágrimas de dolor que hacía que se vieran muchas.

Esto aunque no estaba en el texto fue investigado por este colectivo teatral, obteniendo información de que la mayoría de la gente que fueron torturados en Chile, no recuerdan donde quedaban y como eran con precisión los espacios, pero sí al piso, que estaba de blanco y negro.

La obra pudiese parecernos que se enmarca en la estética y trabajo actoral de Grotowsky, según el cual lo que sucede entre el espectador y el actor” ha de exigir algo especial de parte de ambos, lograr educar a un auditorio. Le interezaba el actor en particular porque es un ser humano, es un encuentro con otra persona, el sentimiento muto de comprensión.

Sin embargo al profundizar, aunque este es un referente, Teatro Amplio como grupo teatral trabaja la dramaturgia latinoamericana, más realista y desencarnada, rozando por momentos la visión brechtiana. Fundamentalmente porque en Chile se hace mucho teatro de autores europeos, textos ingleses, alemanes. Es decir que en el teatro chileno tanto en lo discursivo como en lo estético, el gran referente es Europa.

Este texto en particular dentro del concepto del director, es un clásico de la dramaturgia latinoamericana, debido a que marca un antes y un después interpretativo.

Todo lo que sucede en la escena, es el producto de un entregado talento, solido recorrido, evidenciando de manera trascendente. Las herramientas del arte de la actuación, ponen al descubierto lo que después del considerado teatro político, como en el caso de Griselda Lambaro, se maneja como todo un movimiento en las artes escénicas.

En tal sentido, Teatro Amplio lo que hace es rescatar además del texto latinoamericano, el meticuloso trabajo de dirección de actores. Basado en el juego actoral o en el arte de interactuar a través de un ejercicio de guía, catapultando ese arsenal interpretativo y contundente.

Las acciones constantes permiten que el público genere una conducta, reforzada por el camino emprendido por el elenco, que a su vez busca las situaciones. Más que un trabajo psicológico, las conductas escénicas tienen la capacidad de revelar ciertos movimientos, acciones físicas, que el espectador capta, racionaliza, interpreta y lo llevan a reflexionar.

Capas escénicas en tal sentido, permiten al espectador identificar diferentes tipos de lenguajes de los personajes. Reforzado por el trabajo de una generación de actores. Partiendo de la actriz que interpreta a “Sara”, tiene 85 años, otros actores 56, 53, 43.

Es una propuesta en la cual se trabaja con la edad respectiva de cada personaje, esto le otorga otro valor agregado. Debido a que son personas que vivieron según su edad, esta lamentable realidad chilena.

Provienen de distintas escuelas de actuación, tal es el caso de Gabriela Medina, la actriz de 85 años de edad, que vivió el golpe militar, ella fue pareja de Víctor Jara. Esto representa además un maravilloso contenido para afrontar el texto de Pavlovsky, representando para este colectivo actoral, un ejercicio constante de la memoria histórica. Esta noción del porqué de la obra, se propone como motor actoral igualmente para el grupo.

En el trabajo de Altamirano se evidencia además la documentación histórica como gran relevante, el cual posteriormente en una entrevista exclusiva que me ofreciera una hora antes de la función, me confiesa que trabajó con un periodista chileno llamado Javier Rebolledo.

El mismo estudió la situación de su país e hizo un libro que se llama “La Danza de los Cuervos”, en el cual se muestra el producto de una serie de entrevistas. En esta obra literaria se logra evidenciar como operaban los agentes de la DINA en Chile. Esta era la organización de inteligencia chilena, encargada de torturar gente del frente patriótico Manuel Rodríguez, del partido del MIR, del partido comunista, a quienes torturaba o eliminaba.

El trabajo de este periodista fue muy inteligente, pues mientras muchos se preocupaban de conocer la historia del General o del Comandante, etc. Este colega se encargó de entrevistar al servicio doméstico que trabajaban en sus casas, investigando como eran sus conductas, como se comportaban, la psicología que tenían estas personas y como dicha psicología influenciaba para despertar el deseo de maltratar y reprimir.

La violencia indescriptible fue para muchos poderosos de altos mandos en Chile una escuela, los llevo a perfeccionarse profesionalmente en la tortura. Muchos de ellos se fueron al exterior, donde le enseñaban lógica de tortura y procedimientos. A partir de este conocimiento, el elenco tenía una capa de donde partir y proponer.

Lo más complejo para este director como puestísta, fue el hecho de recrear un espacio que debía ser leído como normal. Que el público no podía darse cuenta al principio, que esto es un salón de tortura, sino que se va transformando según el eje de las acciones. Sobretodo abordar este hecho desde la perspectiva de Pavlosky, ubicando a los personajes como seres pensantes, humanos, plenos de debilidades, hasta cierto punto vulnerables. Que tienen familia, hijos, etc.

Al comienzo el público empatiza mucho con estas personas y dentro de la misma propuesta se produce un cambio, el cual genera que el espectador llegue a terribles conclusiones, en las cuales se estuvo riendo de una realidad que diezmó o aniquiló la vida de otros en Chile.

El poderoso elenco de esta obra, estuvo representado por Gabriela Medina, que aporta su gran experiencia como actriz, que ciertamente hace un considerable esfuerzo para que la dicción no la abandone y la proyección de su voz se mantenga, a sus 85 años. Andrés Céspedes y Daniel Antivilo, quienes encarnan a los torturadores de vieja escuela, Beto y Pepe.

Daniel Antivilo destaca por su altura y por ese trabajo energizante, veraz, poderoso en fuerza interpretativa y entrega, pocas veces experimentadas.

En todo momento este monstruo escénico, está en tiempo presente. Un actor que no podemos obviar que recurre al método de Satanislavsky y a Grotowsky, para ofrecernos esa solidez interpretativa que nos arropa. Adrés Céspedes lo acompaña, con solidez igual, pero su rol es menos enérgico o comprometido.

Luego Nicolás Zarate, quien representa a Eduardo, el cual alcanza un trabajo de mayor contención psíquica, se asoma a lo brechtiano. En su rol, evidencia que será una nueva generación de torturadores, quien reemplazará al Señor Galíndez. Aborda su trabajo muy claramente, desde lo psíquico, lo físico y lo onírico.

María Paz y Alejandra Yara, en sus roles de prostitutas, quizás sean la nota fresca de la obra y a la vez son disparadoras del juego teatral que propicia el desenlace.

Altamirano más que un director se considera un guía, el cual respeta mucho al dramaturgo. Se evidencia que se aleja de ese sentido o manera de trabajar de muchos directores contemporáneos, los cuáles toman un texto dramático, lo interpretan y llevan a la escena, desdibujado.

Teniendo otra posibilidad, la cual es que como directores, podrían intentar escribir o basarse en la idea, desarrollando una nueva obra.

Olvidando que cuando una persona le dedica tiempo para escribir algo, se debe entender muy bien el punto de vista de lo que quiso llevar a cabo cada autor, para reproducir en la escena esa obra. Es decir lograr este camino lo más correcto posible.

Con información de Noticias24.com

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