Venus sigue haciendo historia

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La historia del tenis guarda su espacio para muchos jugadores pero hay algunos que parecen tener la llave para ocupar más páginas que el resto. Venus Williams es el claro ejemplo de una jugadora que con 37 años todavía no ha dicho su última palabra; de hecho, parece incluso que ahora su discurso es mucho más preciso que en estos últimos diez años. La estadounidense se impuso en la segunda cita de este jueves a Johanna Konta (6-4, 6-2) para avanzar hasta su novena final en Wimbledon. Lo hace además con 37 años y 29 días, un registro que solo puede superar la grandísima Matina Navratilova en 1994 cuando lo hizo con 37 años y 258 días. Leyendas del deporte que encontraron en este lugar su máximo esplendor.

Lo que estaba claro es que, ganara quien ganara, hoy en Wimbledon se iba a hacer historia. Con Garbiñe Muguruza habiendo firmado bajo llave su tercera final de Grand Slam, el segundo plato de la jornada ofrecía la mismo recompensa pero con diferentes intereses. Por un lado, la mujer que ha desenterrado las esperanzas del público local 40 años después, desde que Virginia Wade dejara el tenis femenino británico en un lugar de alto nivel. Por el otro, una mujer inquebrantable, una guerrera que en su vigésima participación en el torneo quería darse un regalo, el de su novena final, ocho años después de la última. No bastaba que en sus vitrinas ya brillaran cinco copas de campeona, Venus siempre quiere más.

Con esta presentación, todos teníamos claros quien jugaría con el factor de la experiencia y quién con el factor de la ilusión. Que sí, por supuesto que las dos tenían máxima ilusión, pero lo de Konta rozaba casi la pasión, el sueño de la elegida, la que fue llamada para poner fin a cuatro décadas de sequía local en La Catedral. Johanna quería, el único problema era que igual hoy no la iban a dejar. Con mucha igualdad y un alto grado de imprevisibilidad, el primer set se fue construyendo con mucha materia primera desde el saque, dejando al resto como el gran ausente en el encuentro. Pero llegaron los juegos importantes, el noveno y el décimo, allí donde la británica, aunque australiana de nacimiento, bajó el pistón. Lo había hecho todo bien, hasta había gozado de dos pelotas de break, pero a veces la suerte no tiene azúcar para dos tazas.

El golpe era duro, pero de peores plazas venía de torear Konta. Ya con Vekic, Garcia o Halep había aprendido a ganar sufriendo y hoy, si quería el mismo desenlace, le iba a tocar de nuevo pasar por el taller del sudor. Pero Venus ya tenía medio partido en el bolsillo y ahora su idea viajaba en direcciones muy contrarias a las de su oponente. Así pues, dándole una velocidad a la bola que hasta ahora nadie ha acercado, subió una marcha más y dibujó un 4-1 en el segundo asalto que sonaba a final. No hubo ni siquiera tiempo de reacción, pero tampoco armas. La hierba, el lugar y el momento le sonreían a la de 37 años, que jugará este sábado ante Garbiñe Muguruza su segunda final de Grand Slam de la temporada. Choque de generaciones entre dos elementos que en hierba evolucionan hacia una versión impracticable. ¿Quién de las dos alcanzará la gloria?

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