Sigue siendo el Rey Cristiano Ronaldo apagó el incendio de París

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El rey de Europa tampoco abdicó en el Parque de los Príncipes, una sucursal del mismísimo infierno. Allí le aguardaban un aspirante al trono llamado PSG y su grosera complicidad con los ultras como refuerzo de última hora, un partido crudo, que más parecía un asunto de estado capaz de movilizar a toda Francia, y un intento de encerrona que quedó en eso, en una manera muy fea y desesperada de abordar el traspaso de poderes, de intentar mover la losa del 3-1 del Bernabéu. Afloró de nuevo el campeón que lleva dentro el Real Madrid, casi inabordable desde 2010 en la Champions, donde sigue acumulando triunfos y gestas, donde camina firme, ya en cuartos de final, a cuatro partidos de luchar por la Decimotercera, una cuenta que sólo cabe en la cabeza del madridismo. La Copa de Europa sigue siendo un misterio para todos los demás, pero no para el equipo de Zidane, que se jugaba la temporada a una carta y de tanta necesidad le salió una mano con un póker de virtudes, todas socias de la épica, de su genética, de su manera de ser: resistió, sobrevivió, prevaleció, marcó, ganó. Fue el Madrid, cuyo estilo es precisamente ese: ser el Madrid.

Gol de Cristiano Ronaldo (0-1) en el PSG 1-2 Real Madrid

Ganó a un rival extraordinario, a uno de los candidatos al título, a un proyecto multimillonario, al equipo que le arrebató a Mbappé. El fútbol sería aburrido si todo se redujera al poder del dinero como pensaron en París. El Madrid tiene mucho, por supuesto, pero el PSG había roto el mercado en su intentona de hacerle sombra. Las Copas de Europa no se fichan. Se ganan. Las remontadas se hacen, no se preparan. Faltaba Neymar y acaso le sirva de excusa al equipo de Emery, cuyo futuro está en el aire. Nadie sabe cuál será el de Zidane, que sigue sin perder una eliminatoria europea y, quién sabe por qué, sin ganarse el respeto unánime del fútbol, como si costara más elogiar a un madridista que triunfa. Por ese camino también camina solo desde hace tiempo Cristiano, que volvió a marcar, faltaría más. Sigue siendo el rey de este torneo.

Zidane era el entrenador tan amigo de sus jugadores que para el partido de la temporada dejó en el banquillo a Kroos, Modric, Bale e Isco, todos disponibles, aunque los dos primeros sin apenas rodaje tras sus lesiones. Kovacic, Lucas Vázquez y Asensio, tantas veces demandados para la titularidad, sobre todo los dos últimos, aseguraban trabajo, velocidad, ritmo. Quizá la flor sea esto, hacer un equipo con los que han hecho méritos para jugar un partido así.

Su Madrid tuvo tanta personalidad como su entrenador. Manejó bien el primer tiempo, de manera inteligente, propio de las mil batallas de más de 10 minutos que jugado en esta competición desde los años 50, cuando el PSG ni siquiera existía. El equipo blanco le fue bajando la temperatura a la noche dando a cada momento lo que el partido demandaba: toque, repliegue, presión, intensidad, atención. Fue un equipo maduro y solidario, capaz de domar al PSG, afeitado sin la imaginación de Neymar, pese al bullicio que generaba siempre Di María, la única amenaza del equipo de Emery. Mbappé, la gran esperanza del PSG sin la sombra del 10 brasileño, estaba bien controlado por Carvajal (y las ayudas de Lucas) y Cavani acabó desquiciado con Casemiro, agigantado en un partido con tanta basura por barrer.

Sin tener demasiado la pelota, el Madrid se afiló cuando quiso porque la estructura defensiva del PSG es deficiente en la recuperación. Pudo marcar Sergio Ramos, pero Areola respondió bien con una parada de mérito. Después llegó con relativa frecuencia, sin tener claridad en los últimos metros. Cristiano pidió un par de penaltis en varios roces con Alves, pero fue Benzema quien dispuso de una ocasión de oro tras un gran pase de Marcelo. En el mano a mano, algo escorado, Areola la sacó con el gemelo. París tampoco revivía a Karim.

Gol de Casemiro (1-2) en el PSG 1-2 Real Madrid

El PSG arrancó mejor la segunda parte, con más criterio y empuje, pero la cabeza estaba perdida en las gradas. En el fondo que defendía Areola, los hinchas franceses encendieron no menos de 20 bengalas. El PSG se llevará una multa, pero no será nada comparado con el daño que hizo tanta pirotecnia a su equipo. Brych paró el partido y el ogro francés perdió sus dientes. Un fallo de Dani Alves hizo el resto. El lateral brasileño se enredó con Asensio, que presionó bien. Robó la pelota, la llevó hasta el área, se dio media vuelta y metió el pase por debajo de las piernas de Alves. La recogió Lucas Vázquez, que centró con la zurda. En el segundo palo andaba Cristiano, puntual como siempre, que marcó de un gran cabezazo. Su duodécimo gol en esta Champions, noveno partido seguido marcando en la competición. La jugada fue un homenaje a la apuesta de Zidane, Lucas y Asensio, un canto al alineador.

El mazazo fue notable para el PSG. Su afición se había convertido sin quererlo en su enemigo y su rival en verdugo. El Madrid controló después la situación a placer, Verrati, impotente, se auto expulsó y el equipo de Zidane ni se inmutó cuando Cavani metió un gol tan afortunado como el de Cristiano en el Bernabéu. Antes, Asensio la había mandado al palo y después marcó Casemiro, el hombre Champions, el amo de partidos así en los que el Madrid, golpe a golpe, lección a lección, sigue construyendo su leyenda.

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