Hace 70 años la historia de Colombia se partió en dos con el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, un crimen que hasta hoy sigue sin aclararse y que arrastró al país a una prolongada espiral de violencia.
Los tres disparos a quemarropa que el 9 de abril de 1948 le propinó Juan Roa Sierra cuando salía de su despacho de abogado en el centro de Bogotá, no solo acabaron con la vida de Gaitán sino que desataron una revuelta en la cual fue linchado el asesino.
Los sectores populares que constituían la base del gaitanismo saquearon e incendiaron la capital tras el asesinato del político, asonada conocida como “el bogotazo” o “el 9 de abril”, en la cual intervino el Ejército para restaurar el orden, con un saldo de unos 550 muertos, según la prensa de la época, aunque algunos investigadores sitúan la cifra en más de 2.000.
“La reacción popular que se da tras el magnicidio de Gaitán es una reacción que, en gran parte, está marcada por el saqueo y el pillaje”, recordó a Efe el periodista y escritor Víctor Diusabá, autor del libro “9 de abril. La voz del pueblo”.
Diusabá aclara que en medio del caos reinante “hubo gente que se tomó la tarea de luchar por las ideas de Gaitán en las horas posteriores a su asesinato y que incluso intentó llegar al palacio, no como venganza sino porque consideraban que no era válido el ejercicio de la Presidencia por el conservador Mariano Ospina Pérez”.
Los enfrentamientos partidistas, que habían comenzado en 1946 con la llegada a la Presidencia de Ospina Pérez, se extendieron por todo el país tras el asesinato de Gaitán, dando origen a un periodo conocido como “La Violencia” que se prolongó por décadas y que está en la génesis del posterior conflicto armado.
El historiador David Bushnell relata en su libro “Colombia, una nación a pesar de sí misma”, que tras el magnicidio “en realidad lo que se presentó fue un estallido que abarcó a casi toda la nación, con manifestaciones de violencia no solamente en las grandes ciudades sino también en muchas poblaciones de mayoría liberal”.
Al momento de su muerte, Gaitán, de 45 años, era el favorito para ganar la Presidencia colombiana después de la derrota sufrida por el Partido Liberal en las elecciones de 1946 a las cuales acudió dividido entre él y el candidato oficialista, Gabriel Turbay.
“Yo no soy un hombre, soy un pueblo”, o “El pueblo es superior a sus dirigentes”, son dos de las frases de su excelsa oratoria que quedaron grabadas en la memoria de las multitudes gaitanistas durante décadas y que, con el paso de los años, han quedado relegadas a los libros de historia.
Sin embargo, el apoyo de las masas tenía el contrapeso de lo que él llamaba la “oligarquía”, liberal y conservadora, que no lo veía con buenos ojos por no ser parte de la elite gobernante y por sus coqueteos socialistas.
Gaitán se graduó de abogado en la Universidad Nacional con la tesis titulada “Las ideas socialistas en Colombia”, se especializó en Italia, y en sus inflamados discursos solía denunciar a esa oligarquía que controlaba o controla los hilos del poder “mientras ignoraban las necesidades de las masas”, según Bushnell.
“Realmente Gaitán fue un hombre que se identificó con las necesidades de los ciudadanos de este país, con unas clases desfavorecidas por las que la elite política se preocupaba muy poco, lo que no ha cambiado mucho en estos 70 años”, dijo Diusabá a Efe.
Su asesinato es uno de los grandes misterios de la historia colombiana porque aunque se da por cierto que Roa Sierra fue quien apretó el gatillo, abundan las teorías sobre una conspiración detrás del crimen.
Algunas hablan de la participación de agentes de la CIA, de sectores de la oligarquía que combatió e incluso de movimientos de izquierda para crear una conmoción y propiciar un golpe de Estado aprovechando que por esos días se celebraba en Bogotá la IX Conferencia Panamericana, que creó la Organización de Estados Americanos (OEA).
En paralelo a esa Conferencia, se celebró en la ciudad otra de estudiantes universitarios a la cual asistió Fidel Castro, entonces un joven revolucionario de 21 años, coincidencia que alimenta las tesis conspiratorias.
“Desde el primer momento surgieron diversas hipótesis sobre quién estuvo detrás del asesinato y esto tiene un espectro grandísimo; he llegado a la conclusión de que hubo interesados en quitar a Gaitán de en medio porque resultaba bastante incómodo para muchos, pero Roa Sierra se les adelantó o les sirvió para su plan”, afirmó Diusabá.
El gaitanismo como movimiento político desapareció con su líder, pero sus ideas son reivindicadas aún hoy por políticos de distinto signo, e incluso por grupos armados al margen de la ley, lo que para al autor no pasa de una “usurpación” de su nombre.
Con información de EFE y noticias24.com