Un copiloto que adoraba cocinar e invitar sushi a sus compañeros de trabajo. Una pareja de argentinos que soñaba con visitar Cuba al jubilarse. Un grupo de pastores evangélicos que regresaban de una conferencia. Un joven a punto de celebrar su cumpleaños. Una enferma de cáncer en busca de una vacuna a base de veneno de escorpión.
Estas son las historias de algunas de las 113 personas que viajaban en el avión de pasajeros propiedad de una compañía mexicana que había sido fletado por la aerolínea estatal de la isla, Cubana de Aviación, que se estrelló el viernes en una zona rural en las afueras de La Habana. Sólo tres sobrevivieron.
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DANIEL TERRERO
Terrero vivía con su familia en las inmediaciones del aeropuerto internacional de La Habana y trabajaba en el sector turístico. El domingo hubiera cumplido 22 años.
Murió cerca de su casa. Su madre, Maidi Charchabal, asegura que escuchó la explosión. Lo que no imaginaba en ese momento es que su hijo viajaba en ese avión rumbo a Holguín, en el este de la isla, y que se estrellara poco después de despegar.
El domingo no hubo fiesta de cumpleaños. La madre y el padre acudieron acongojados al Instituto de Medicina Legal, donde expertos forenses intentaban identificar los restos de todas las víctimas, incluidos los de su hijo.
“Estamos aquí hoy para que, aunque sea de consuelo, nos entreguen el cuerpecito de él, para… por su cumpleaños, poder estar con él”, lamentó Charchabal.
“Estamos muy dolidos con esta pérdida”, agregó entre sollozos mientras sostenía un retrato de Daniel con rostro serio y vestido con una playera que decía “Brooklyn”.
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UNA MADRE ENFERMA DE CÁNCER
Rosa Isela Savala Franco, una trabajadora administrativa de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, en México, tenía 48 años y hacía visitas frecuentes a Cuba con un solo objetivo: obtener una vacuna fabricada a base de veneno de escorpión.
Madre soltera de cuatro hijos, llevaba dos décadas enferma de cáncer y viajaba a la isla con regularidad para inyectarse una vacuna desarrollada por los cubanos a partir de ese veneno, explicó su hermano Alberto Savala Franco en una entrevista con la cadena Televisa.
La paciente había llegado a Cuba el martes. “No esperábamos que su viaje fuera sin retorno”, declaró su hermano.
La mujer dejó tres hijos y una hija de entre 17 y 26 años.
“Con las ganas de vivir que tenía, ella experimentó prácticamente con todo (para combatir el cáncer)”, agregó Alberto Savala. “Durante casi 20 años le funcionó, la verdad que le permitió sacar a sus hijos adelante y verlos avanzar bastante en la vida porque están estudiando y todo”.
En declaraciones al diario mexicano El Universal, Javier, uno de los hijos, señaló que su madre era una “buena mujer” que además trabajaba de voluntaria en varias fundaciones y asociaciones.
“La verdad no sé qué hacer… no lo asimilo”, declaró según el periódico.
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LA TRIPULACIÓN
El capitán Jorge Luis Núñez estaba casado, tenía una hija ya adulta y era un piloto experimentado y muy profesional que “amaba su profesión”.
Así lo describió la sobrecargo Ana Marlén Covarrubias, que trabajó siete años con la compañía mexicana de vuelos chárter Global Air _hasta 2016_ y que consideraba a Núñez un amigo cercano.
“Fue una experiencia padrísima (maravillosa) volar con él”, dijo Covarrubias a The Associated Press en entrevista telefónica. “Era un hombre alegre, siempre estaba contento”.
Covarrubias conocía a varios de los seis integrantes de la tripulación, todos fallecidos en el accidente, pero con quien mantenía una relación más cercana era con Núñez y con el copiloto, Miguel Ángel Arreola.
Arreola no tenía hijos. Le gustaba cocinar e invitar a sus compañeros de trabajo a que comieran sushi hecho en casa. “Era un buen anfitrión”, subrayó Covarrubias.
Entre los momentos que la azafata recordó con más cariño estaban sus largas temporadas en Cuba, meses enteros en los que ella, Núñez y Arreola se instalaban a vivir en un hotel de La Habana entre vuelo y vuelo.
“Éramos como una familia, muy cercanos”, señaló. “A Jorge lo conocía desde hacía 20 años, y yo presenté a Miguel Ángel a su actual pareja”.
A la sobrecargo Daniela Ríos la conocía hacía seis años y la recordó como una veinteañera “seria y con carácter”.
Otras dos azafatas de Global Air, Abigail Hernández y Beatriz Limón, así como el técnico en mantenimiento Marco Antonio López Pérez, todos mexicanos, también murieron en el accidente.
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PASTORES EVANGÉLICOS CUBANOS
Diez matrimonios, todos pastores evangélicos, regresaban a sus casas en Holguín después de participar en una conferencia nacional cuando el Boeing 737 se estrelló. Las 20 personas fallecieron, confirmó Maite Quesada, integrante del Consejo de Iglesias de Cuba.
“Eran hombres y mujeres fieles a Dios, a su familia, a su prójimo y a su gente”, dijo a la AP el reverendo Leonel López, líder de la Iglesia del Nazareno, a la que pertenecían los matrimonios.
López señaló que, antes de dirigirse en autobús al aeropuerto, el grupo estaba animado, cantaba y oraba. Algunos de ellos tenían hijos.
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JUBILADOS ARGENTINOS
Oscar Hugo Almarás y Dora Beatriz Cifuentes planeaban desde hace mucho tiempo pasar unas vacaciones de ensueño en Cuba cuando estuvieran jubilados.
La pareja provenía de Mar del Plata, Argentina, una ciudad de playa a unos 400 kilómetros (250 millas) al sur de Buenos Aires.
Almarás, de 63 años, que trabajó en Citibank, era seguidor del equipo argentino de fútbol Estudiantes y disfrutaba explorar nuevos destinos, según el diario La Nación.
Cifuentes trabajó como enfermera en la unidad neonatal del hospital 25 de Mayo, donde sus antiguos compañeros la recordaron con cariño. “A mí me enseñó el ABC del trabajo en neonatología”, dijo uno de ellos a La Nación.
“Eran excelentes personas y hace poco tiempo nos vinieron a visitar al sur”, explicó un sobrino, Andrés Cifuentes, al periódico La Capital de Mar del Plata.
Cifuentes publicó una selfie en las redes sociales que se tomó con su tío Almarás, a petición de él, en Rawson, capital de la provincia sureña de Chubut. “QEPD tío Oscar y tía Beatriz… Gracias por tu último abrazo”, decía el mensaje que acompañaba la fotografía.
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SOBREVIVIENTE EMILEY SÁNCHEZ
Emiley Sánchez, de 39 años, sobrevivió milagrosamente a la tragedia. El domingo se encontraba todavía en estado crítico en el hospital Calixto García de La Habana, aunque estaba consciente y podía hablar.
“Ella sabe que estoy aquí, que su hijo está aquí; pidió agüita”, dijo su madre, Esther de la O, que no podía contener las lágrimas tras viajar desde Holguín para acompañar a su hija.
Sánchez había estado de vacaciones en La Habana.