«Si eres un inmigrante legal, ¡bienvenido a este país, baby! Es más, te invito a mi fiesta del 4 de julio», dice en tono jocoso Jared Maynard refiriéndose alpopular feriado que conmemora la independencia de Estados Unidos.
Con cierto tono irónico, Maynard da a entender que los inmigrantes indocumentados no serán invitados a su casa.
Tiene 38 años y vive en el condado de Macomb, en Michigan (centro oeste del país), un lugar que fue clave para la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.
En este nuevo esquema, que se hizo oficial desde mediados de abril, más de 2.300 niños fueron separados de sus padres migrantes e indocumentados tras cruzar la frontera sur de Estados Unidos.
Además, en un giro diametral en comparación con gobiernos anteriores, los indocumentados que cruzan por primera vez la frontera se enfrentan a un proceso penal por haber cometido lo que se cataloga como un delito federal.
En años anteriores, el primer cruce fronterizo se consideraba como una infracción administrativa.
Tras las numerosas protestas contra las medidas del gobierno de Trump, el gobierno estadounidense revirtió la práctica de separar familias de indocumentados, pero ratificó su política de «tolerancia cero».
Esa postura que ha sido celebrada por sus fervientes seguidores.
«Deben castigarlos»
Maynard, quien es miembro del Partido Republicano desde los 18 años, insiste en que debe «castigarse» a quienes entren ilegalmente en el país.
«Has roto nuestras leyes para venir aquí. Si estás siendo oprimido en tu país y quieres pedir asilo político, existen los canales apropiados para hacerlo», le dice a BBC Mundo.
Sus opiniones chocan con las de sus padres, adeptos al Partido Demócrata, y las de sus compañeros de clases en la liberal Universidad de Wayne, en Detroit (Michigan).
Pero Maynard dice que no habla de política en casa y que entre sus amigos, incluidos inmigrantes, ¨las conversaciones (del tema migratorio) acaban pronto¨.
Para el conservador, los políticos demócratas tienen la culpa de que se hayan separado a familias indocumentadas en la frontera en los últimos meses.
Una idea que coincide con la postura del presidente Trump, que responsabiliza a los legisladores opositores de no actuar para llevar a cabo una reforma migratoria.
«Ellos (el Congreso) son los que deben hacer leyes que reformen el sistema migratorio y lo vuelvan más sólido», dice Maynard.
La política de «tolerancia cero» que incluyó la separación familiar, sin embargo, fue oficializada por el fiscal general de Trump, Jeff Sessions.
De momento, no existe ninguna ley que obligue a separar a los menores de sus familias en la frontera.
La práctica llevó a que adultos fuesen llevados a centros de detención alejados de sus hijos, algunos menores de 5 años de edad. Y que los niños se enfrenten solos a juicios de deportación.
Maynard dice no estar de acuerdo con la separación de familias en la frontera, pero sí con penalizar a los que ingresan en el país de manera ilegal por primera vez.
«Tenemos que dejar a los niños con sus padres y averiguar quiénes son estas personas, por qué quieren estar aquí, es por nuestra propia seguridad», argumenta.
Inmigrantes «diferentes»
Denise Galvez es hija de cubanos y ha sido una apasionada seguidora de Trump desde Miami, una de las ciudades con mayor población de inmigrantes indocumentados del país (casi medio millón, según cifras oficiales).
La especialista en relaciones públicas de 43 años le dice a BBC Mundo que tiene amigos sin residencia legal en el país, pero que los considera «diferentes» de los inmigrantes que cruzan actualmente la frontera sur junto a sus familias.
«Son personas que vinieron aquí a estudiar desde la infancia, se adaptaron a este modo de vida pero se vencieron sus visados. Pero lo otro es un problema de miles que están buscando quedarse con nuestros trabajos«, dice.
Según Galvez, muchos inmigrantes que vienen de países de Centroamérica lo hacen «por razones económicas» y no huyendo de una circunstancia que los haga beneficiarios de asilo político.
Las motivaciones financieras no son lo único, sin embargo, que impulsa a los migrantes a emprender un largo viaje hasta la frontera de Estados Unidos.
Honduras, El Salvador y Guatemala, de donde proviene la mayoría de migrantes desde la frontera, figuran entre los países de Latinoamérica con las tasas más altas de homicidios y de pobreza.
Expertos señalan que muchos de ellos acaban trabajando en sectores que no son tan atractivos para los estadounidenses, como la agricultura y jardinería.
Pero Galvez dice que «poco importa los tipos de trabajo que ocupen».
«Lo que me molesta es que EE.UU. tenga que responsabilizarse por problemas que atraviesan otros países en la región», dice.
«Han matado a estadounidenses»
El flujo de traficantes de personas y pandilleros por la frontera es otro de los principales argumentos de Trump para justificar una política migratoria más restrictiva.
En un reciente tuit, atacó a los demócratas reclamándoles que «no les importa el crimen» y que «quieren que los inmigrantes ilegales (…) entren e infesten nuestro país, como la (pandilla) MS-13″.
Quienes respaldan a Trump argumentan que, una vez viviendo en el país, muchos inmigrantes ilegales cometen actos delictivos.
Mencionan como ejemplo a las «Angel Families», un término empleado por el gobierno para referirse a estadounidenses cuyos parientes murieron a manos de inmigrantes indocumentados.
Es la postura de Brian Pannebecker, un republicano de toda la vida y seguidor del Presidente que trabaja en la automotriz Ford en Michigan desde hace 22 años.
«Ilegales han venido aquí y han matado a estadounidenses por ser delincuentes o manejar ebrios», le dice el hombre de 59 años a BBC Mundo.
Pero expertos señalan que los inmigrantes tienden a cometer menos delitos que quienes nacieron en Estados Unidos.
Un estudio de febrero de 2018 del Instituto Cato, un centro de análisis con sede en Washington, estimó que los inmigrantes ilegales tenían un 25% menos de probabilidad de ser sentenciados por homicidio que personas nacidas en EE.UU.
Frente a esto, Pannebecker dice entender que «hay problemas en Centroamérica» pero sostiene que entre los migrantes «hay miembros de pandillas, narcotraficantes y personas usando a niños para su beneficio».
Cumpliendo promesas
El apoyo extendido de los seguidores de Trump a su política migratoria de «tolerancia cero» no sorprende, advierte Anthony Zurcher, corresponsal de la BBC en Washington DC.
«(Quienes le apoyan) ven a los migrantes indocumentados, pese a evidencia estadística de lo contrario, como personas que vienen a quitarles puestos de empleo a los estadounidenses y a aumentar los niveles de inseguridad», dice.
«Para ellos, lo que el presidente hace no es trágico, está cumpliendo con sus promesas«, añade Zurcher.
Pasar de la retórica de campaña a la acción es algo que esperaban sus electores, señala a BBC Mundo Julian Zelizer, historiador político de la Universidad de Princeton.
«(La de ‘tolerancia cero’) no era una política urgente, era una política de mensaje. Su esfuerzo para demostrarle a su base que estaba dispuesto a hacer más que hablar».