Enamorarse de alguien que se cree el centro del universo, que con frecuencia se autoexalta, necesita que lo adoren y que es nada receptivo, no es la mejor de las ideas. Una arrogancia así le quita gran parte del sentido a estar en pareja. Y sin embargo, sucede.
Muchas mujeres (más de las que podríamos imaginar) están enganchadas con hombres cuya encantadora apariencia esconde una vanidad desmedida. El precio a pagar, en el mejor de los casos, es desconcierto y frustración; en el peor, la autoestima y la identidad destrozadas. ¿Qué hacer con un espécimen así?
Con el ego en alto
Don Draper, personaje estelar de la serie Mad Men, es un buen ejemplo. Hombres como él se consideran grandiosos, esperan la atención, admiración y sumisión de los demás, ponen sus necesidades e ideas por encima de todo y no sienten empatía ni consideración. Es cierto que todos tenemos nuestra dosis de presunción, pero la egolatría, el egoísmo y el egocentrismo de ello resultan excesivos y son sus rasgos distintivos.
El narcisismo puede estar presente en hombres o en mujeres. No obstante, según el estudio Narcissism, A Double Edged Sword, llevado a cabo en la Universidad de Búfalo, en Estados Unidos, resulta mucho más común en ellos y va al alza.
Los valores sociales centrados en las apariencias, la competitividad, la falta de límites y la cultura machista son factores que estimulan esta tendencia. Emily Grijalva, coautora de la investigación, señala que si bien el narcisismo podría apoyar el desarrollo del liderazgo o la autoestima, “también estimula la agresión, el abuso y la imposibilidad de mantener relaciones saludables a largo plazo”. Y es justo en el ámbito de la pareja donde hace los mayores estragos.
Borrarse por completo
Estar con un narcisista es un reto del que pocas mujeres pueden salir bien libradas. Roba la energía, desgasta y confunde; mina el amor propio y cuestiona la identidad. Y el sufrimiento es intenso. En el libro Amores altamente peligrosos, Walter Riso afirma que el patrón es la anulación y descalificación de la personalidad, gustos y necesidades de la pareja.
Además, la narcisista es una de las personalidades más propensas a ser infiel. En su ansia de reconocimiento, es fácil que salte de una aventura a otra. Se trata de una de las relaciones más tóxicas que puede haber.
“Cuando al fin te fastidias de vivir pendiente de su ego, escuchándolo hablar de sí mismo todo el tiempo, alabando cada uno de sus pasos, cediendo a sus exigencias, renunciando a cuestionarlo, esperando tu turno sin que llegue jamás, encuentras que en algún momento te ‘borró’. Y aunque siempre es posible reconstruirte, es lamentable haber perdido tanto por algo que no valía la pena”, dice Lila Z., del grupo de autoayuda Relaciones Constructivas A.C.
Último recurso
¿Qué hacer? Riso recomienda evitar involucrarse con un narcisista, y si ya estás ahí, lo mejor es terminar la relación cuanto antes. Pero como ya sabemos que hacerlo no siempre es tan sencillo o tal vez quieras jugar la última carta, el experto entonces sugiere irse por la línea dura: ¡Bájalo del pedestal! “Deja de alabarlo, no le rindas pleitesía, basta de alimentar su ego”.
Desde luego, es posible que él no lo resista y se marche. Pero también cabe la posibilidad de darle reset a la relación y acepte que contigo hay nuevas reglas del juego. Si no logras retirarle tu adoración, lo mejor es que vayas a terapia para solucionar la parte que te corresponde. De lo contrario, te espera una vida de frustración a los pies de un falso dios.
Señales de alarma
1. Parece que te escucha, pero en realidad nunca conecta con lo que le dices.
2. Las actividades o conversaciones siempre finalizan centradas en él.
3. Menosprecia tus opiniones o, sólo valen las suyas.
4. No hay nadie mejor que él, y por ello descalifica la evidencia de lo contrario.
5. Es hipersensible a las críticas; dice que no lo quieres o amenaza con dejarte.
6. Manipula. Lo que no consigue con chantaje, trata de obtenerlo con violencia.
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