El director del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para Latinoamérica y el Caribe, Miguel Barreto, alertó ayer de que “cada vez hay más gente que migra por hambre” y advirtió del impacto de los desastres naturales causados por el cambio climático en la seguridad alimentaria de la región.
Barreto, en una entrevista con Efe, destacó la “gran limitación de recursos” del organismo para las necesidades que debe cubrir y subrayó la importancia de su trabajo con los gobiernos para incrementar las capacidades nacionales de asistencia.
El fenómeno migratorio es “sin duda” el mayor reto que afronta el PMA en Latinoamérica, ya que “genera una demanda que hace unos años no era visible”, explicó.
Barreto se encuentra en Madrid para participar en la Cumbre Parlamentaria contra el Hambre, que ayer concluyó y que se celebró mientras buena parte de la atención en Latinoamérica está centrada en la caravana de migrantes hondureños que se dirige a pie a EEUU desde hace semanas.
El peruano Barreto subrayó que los fenómenos migratorios “no tienen una causa específica”, pero en el caso latinoamericano lo atribuyó, sobre todo, al hambre, la pobreza, la violencia (especialmente en América Central) y los desastres climáticos.
Recalcó que debe haber “una responsabilidad compartida” para afrontar las migraciones, de forma que los países receptores hagan “más inversión en capital humano y menos en represión”, y los de origen “tienen que invertir” en protección social, por ejemplo con programas agrícolas a largo plazo o reducción de violencia.
El PMA actúa en once países de Latinoamérica y el Caribe con programas que ayudan directamente a cuatro millones de personas y con acciones, a través de gobiernos, que alcanzan a otros cuatro millones.
En el caso de Venezuela, explicó que apoyan actualmente a unos 70.000 migrantes venezolanos en Colombia y otros 25.000 en Ecuador.
El organismo no tiene oficina en Venezuela, pero Barreto precisó que, “como agencia de Naciones Unidas, nosotros estamos listos para poder ayudar en caso de que sea solicitado de manera oficial”, aunque “en este momento no existe” una petición de Caracas.
Otro de los grandes retos del PMA son los efectos del cambio climático, con un incremento de huracanes, sequías e inundaciones, y un “aumento de crisis humanitarias” al que “tenemos que acostumbrarnos”, advirtió.
Anticiparse es fundamental, más aún con respuestas innovadoras, a fin de prevenir la emigración, explicó. “El cambio climático es ya una realidad y ha generado patrones de cambio a los que hay que adaptarnos”, constató.
Contra la violencia. Barreto recalcó también el trabajo que hacen en algunos países para combatir la violencia, especialmente la juvenil en América Central. Mencionó un programa que apoya a 2.500 jóvenes en El Salvador, pero remarcó la “gran limitación de recursos” disponibles.
Recordó que el PMA tiene un presupuesto de entre 150 y 200 millones de dólares anuales en la región, una cantidad que varía en función de los donativos.
La importancia de las políticas de género es otro asunto clave, destacó Barreto, ya que “es fundamental incorporar a la mujer” en todas las actividades que desarrollan y consideró “fundamental” trabajar en educar y promover el cambio cultural entre los hombres.
Otra cuestión cada vez más seria para esta agencia de la ONU es el aumento de la obesidad y de la nutrición deficiente.
“Cuando la gente gana más, come peor”, afirmó Barreto para resumir el problema de que el aumento de ingresos va asociado con frecuencia a cambios negativos de alimentación, especialmente en ciudades.
“Hay que enseñar a elegir a la gente”, pero dentro de un programa integral de acceso a la salud, aseveró.
Apuntó también a la nutrición deficiente (también con dietas que abusan del frijol, arroz o maíz), que causan problemas como anemia, algo “especialmente peligroso”.
Llamó la atención sobre el elevado coste de la malnutrición, en forma de asistencia sanitaria o costes laborales, que en México alcanza 25.000 millones de dólares anuales y, en Ecuador, 5.000 millones, según datos de CEPAL.
El PMA trabaja en los países para promover que algunos nutrientes lleguen a la dieta tradicional, pero también mejorando la educación y cambios de comportamiento. “Los Gobiernos han entendido esta
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