La Noche de los Cristales Rotos representa el comienzo del período de mayor sufrimiento del Pueblo Judío y es considerado por muchos como el más oscuro de toda la humanidad.

Por ello, el mundo se une al lamento por las víctimas de aquella noche fatídica que mostró el inicio de un horror, el comienzo del destino que los nazis habían reservado para los judíos.

Debido a que algunos consideran que el nombre “Noche de los Cristales Rotos” es una frase que minimiza la dimensión de lo ocurrido, también es conmemorada como “los Pogromos de noviembre”.

Aún hoy “siento dolor por lo ocurrido en aquellos trágicos eventos, cuya memoria debe servir para asegurar que esos horrores nunca más se repitan y para que luchemos, en todo nivel, contra cualquier forma de antisemitismo y discriminación”, dijo Benedicto XVI en 2008 al recordar los 91 muertos y más de 26 mil detenidos que serían enviadas a campos de concentración esa noche.

“Invito al pueblo a rezar por las víctimas, expresando una profunda solidaridad con el pueblo judío», conminó a la multitud reunida frente a su ventana previo al rezo dominical del Ángelus.

Aniversarios en contraste: alegría y dolor

El 9 de noviembre tiene un enorme simbolismo e impacto histórico en Europa, pues se conmemora además la Caída del Muro de Berlín, ocurrida en 1989. Es por ende una noche de alegría, pero también de tristeza y vergüenza ante los contrastantes aniversarios.

Se cumplen de este modo ochenta años de una de las noches más tristes de Alemania y del planeta. La que pasaría a la historia como Kristallnacht: la Noche de los Cristales Rotos fue el inicio de los dramáticos hechos que siguen causando horror hasta hoy, tras la persecución de personas de origen judío, lo que derivó en el Holocausto.

Todo comenzó con el atentado cometido el 7 de noviembre del 1938 en París, cuando un joven judío de 17 años, Herschel Grynszpan, le disparó al diplomático alemán Ernst vom Rath. 48 horas después, al morir Vom Rath, en Alemania estallaron agresiones contra personas judías.

De acuerdo con la prensa local, en voz del historiador Armin Fuhrer, “los médicos alemanes que viajaron a París para asistir al diplomático herido -entre ellos, el cirujano personal de Hitler, Karl Brandt- optaron por no brindar todas las ayudas necesarias al herido”.

“Para el régimen nazi, su muerte “a manos de un judío” serviría como pretexto para lanzar una fuerte agresión contra la población judía en Alemania, tal como reclamaban las filas internas del nacionalsocialismo”.

Indicios históricos sugieren que el régimen dejó morir al diplomático. Argumentan que en los reportes médicos no se menciona que el herido tenía tuberculosis. Tal como se señala en un telegrama oficial de 1941, se evitó la mención de la enfermedad “porque, si no, la relación causal entre el ataque y la muerte no hubiese estado clara”, explica el historiador.

Tras la muerte de Ernst vom Rath, la cúpula del partido nacionalsocialista se encontraba en la alcaldía de Múnich, donde Hitler y su tristemente célebre ministro Joseph Goebbels estaban presentes para conmemorar el decimoquinto aniversario del intento de golpe perpetrado por Hitler.

Quemaron las sinagogas

Aunque no dieron orden directa de atacar a los judíos, alentaban a quienes tenían deseos deagredir. “Los judíos deben sentir la ira del pueblo”, escribiría Goebbels en su diario más tarde, describiendo también las órdenes que recibieron la policía y los líderes del partido. “Aplauso a torrentes. Todos corrieron a los teléfonos. Ahora el pueblo actuará”. La policía y las fuerzas de seguridad no harían nada por detenerlos. “Dejar que todo siga su curso”, era la línea establecida por el régimen.

Los nazis afirmaron después que aquella noche fue la población la que descargó su rabia por el atentado. Pero los historiadores aseguran que los ataques fueron perpetrados por tropas organizadas del partido nacionalsocialista y su milicia, la SA. Nadie portaba uniforme, todos actuaron de civil.

Aquella fatídica noche ardieron las sinagogas en toda Alemania. Miles de judíos fueron humillados, detenidos y asesinados. Unas 30 mil personas fueron deportadas luego a campos de concentración. Se destrozaron vidrieras y se saquearon tiendas.

Los ataques despertaron la indignación, pero pocos países se mostraron dispuestos a acoger a los emigrantes. Ese 9 de noviembre los ataques estallaron como consecuencia de los caminos que habían sido planteados por Hit

En opinión del Papa alemán, “debemos recordar el pogromo de la Noche de los Cristales Rotos, del 9 al 10 de noviembre de 1938: pocos percibieron en su totalidad la dimensión de dicho acto de desprecio humano, como lo hizo el Deán de la Catedral de Berlín, Bernhard Lichtenberg, quien desde el púlpito de esa Santa Iglesia de Santa Eduvigis, gritó: “Fuera, el Templo está en llamas; también éste es casa de Dios”.

“El régimen de terror del nacionalsocialismo se fundaba sobre un mito racista, del que formaba parte el rechazo del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, del Dios de Jesucristo y de las personas que creen en Él. El “omnipotente” del que hablaba Adolf Hitler era un ídolo pagano que quería ponerse como sustituto del Dios bíblico, Creador y Padre de todos los hombres. Cuando no se respeta a este Dios único, se pierde también el respeto por la dignidad del hombre”, recoge su discurso.

“Las horribles imágenes de los campos de concentración al final de la guerra mostraron de lo que puede ser capaz el hombre que rechaza a Dios y el rostro que puede asumir un pueblo en el no a ese Dios”, dijo Benedicto tras implorar que “el Único y Omnipotente –Ha Kadosch Baruch Hu– otorgue su bendición”.

Alemania acoge actualmente a la tercera comunidad judía de Europa, detrás de Francia y Gran Bretaña, con más de 200.000 personas. Los judíos eran medio millón en Alemania a la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933. En 1950, solamente 15 mil vivían todavía en el país.