Al cumplirse el 55º aniversario del asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy, su entonces guardaespaldas Clint Hill ha revelado al tabloide británico The Sun la espantosa escena de la que fue testigo aquel trágico día en la historia del país norteamericano.
Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 mientras recorría las calles de la ciudad de Dallas, Texas, a bordo de su limosina presidencial descapotable, cuando el exmarine Lee Harvey Oswald abrió fuego contra el mandatario desde un edificio cercano.
Pero unos segundos antes de que el agente pudiera ponerse en posición, otro disparo atravesó la cabeza de Kennedy, destrozándole el cráneo.
«Una cosa que nunca he podido borrar de mi mente es estar en la parte de atrás del auto mirando al presidente, quien yacía con su rostro en el regazo de la señora Kennedy», relató Clint, ahora de 86 años. «Hay sangre por todas partes (…) puedo ver la herida de bala. En la cavidad que está en el cráneo puedo ver que ya no queda más materia cerebral«, recuerda haber dicho, y eso «es algo que nunca pude borrar de mi mente», agregó.
El exagente del Servicio Secreto indicó que en ese momento no pensó en su propia integridad y que su único objetivo era llegar lo antes posible para cubrir al jefe de Estado. «Mi trabajo era protegerlos y no pude hacerlo«, se reprocha Hill, quien considera que si hubiese sido «un poco más rápido podría haber prevenido la herida fatal» que provocó la muerte de Kennedy.
El Gobierno estadounidense galardonó a Clint por su valentía, pero el agente sintió que había fracasado en su labor y, devastado por el estrés postraumático y las pesadillas, se refugió en el alcohol hasta el punto de que estuvo al borde de la muerte, y no fue hasta 1982 que decidió recuperar su vida.
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