a lejana apuesta de los países del Golfo Pérsico ha llegado a su cota más alto. Al Ain, el anfitrión del Mundial de Clubes, será el primero de su región en jugar la final. Su nombre quedará para siempre en la leyenda negra de River. El campeón de América, que tocó el cielo en Madrid, conoce ahora el infierno. Por cuarta vez un equipo no europeo o americano es finalista. Antes lo lograron el Mazembe (R.D. Congo), Raja Casablanca (Marruecos) y Kashima (Japón). Su desafío ahora es ser el primero que derribe el orden establecido.
No era un aviso para navegantes cuando el Muñeco Gallardo advertía antes del partido que si su equipo no dejaba el éxtasis del Bernabéu en la caseta lo podía pasar mal. A los dos minutos, sin que River apenas hubiera tocado la pelota, el 0-1 apareció en el marcador. Un saque de esquina, un lío el área y la aparición por allí de un profesional del gol como es el sueco Berg pusieron en ventaja a Al Ain.
Tampoco mintió Gallardo al decir que el suyo es un equipo maduro capaz de gestionar los estados de ánimo. Al pasar el cuarto de hora la ventaja ya para el equipo de la banda sangre. River se hizo con el balón, lo echó al suelo y comenzó a dominar todos los registros del juego. Palacios gestionaba el juego con soltura, el Pity convertía la posesión en verticalidad y Borré todo aquello en goles. El ex de Atlético de Madrid y Villarreal fabricó el empate con un doble remate. El primero lo rechazó una gran parada de Eisa, que nada pudo hacer ante el segundo.
Cinco minutos después el colombiano irrumpió por el costado derecho, el que había convertido en una avenida, y golpeó con precisión quirúrgica para convertir en asistencia de gol el extraordinario pase interior del Pity.
Sofocada la rebelión emiratí, el escenario del partido recuperó el guión previsto. La pelota era argentina. Sin embargo, Al Ain encontró algo a lo que agarrarse: balones frontales a Berg y jugadas a balón parado. Una caída analizada bastante tarde por el VAR aceleró las pulsaciones de todos, pero Rocchi decidió que no había motivo para señalar penalti contra River por derribo o mano de Palacios.
Le salva el VAR, pero…
Los argentinos decidieron no cerrar el partido y los anfitriones vieron la puerta abierta para volver a creer. Lo hicieron y empataron, pero apareció el VAR para corregir al árbitro e invalidar el remate de El Shahat por una distancia apenas detectable para la máquina. Con ese aviso serio se marchó River a la pausa.
De nada tomó nota. Repitió errores, volvió a salir mal y Caio castigó el descontrol argentino para hacer el 2-2 con una acción de jugador de alta escuela.
Con más de media hora por delante todo podía pasar. Gallardo mandó a la batalla a Quintero, el héroe del Bernabé, y Enzo Pérez. El partido se había puesto tremendo. Como tremendas fueron las dos paradas de Khalid Eisa a Borré en apenas dos minutos.
Con los cambios volvió a tomar River los mandos. Las llegadas se multiplicaron y Casco tiró de experiencia para sacar un claro penalti. Lo lanzó con ansía el Pity, tanta que estrelló la pelota de manera estruendosa contra el larguero, pero botó fuera.
El partido era una tómbola porque la calidad de River la contrarrestaba Al Alin con la ilusión del David que ve que a Goliat le tiemblan las piernas. En medio del caos defensivo de River, con Maidana y Pinola en plan desastre total, la semifinal se fue a una prórroga tan increíble como fascinante.
En el tiempo extra la cabeza no le marchaba a River y las piernas de los jugadores de Al Alin pesaban toneladas. Había más miedo de los dos equipos a que pasara algo que ganas y fuerzas para intentarlo más allá de la zurda de Quintero. Y lo único que ocurrió fue que Armani tuvo que sacar una mano milagrosa ante de los penaltis. Después, Enzo Pérez mandó a River a conocer el infierno.
marca.com