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Ciudad Bolivar
domingo, septiembre 29, 2024

LA APACIBLE QUEBRADITA DE QUITACALZON

El agua provocaba un zumbido, casi un ronquido, como si fuera un animal salvaje. Por la calle Portugal del Barrio Negro Primero bajaba un inmenso caudal, un recolector natural  de todo el sector. Atraído por la delicia de colocar la mano en la fuerte corriente, el niño, curioseaba y cada vez se sentía atraído por el juego de hacer contacto con el agua, sentía como adormecida la piel mientras más tiempo la dejaba sumergida, por momentos era como una anestesia, por la tierna epidermis se paseaba un hormigueo. Si podía la mano, también podía el brazo, y con más decisión que desconfianza hundió el brazo completo, comprobando el dominio de tal proeza. La corriente aumentó su caudal y el niño no pudo mantenerse en pie siendo arrastrado al igual que cuanto objeto se encontraba en el camino. El grito apenas fue captado por unos muchachos que corrían bajo la lluvia alrededor de una casa y dieron la alarma, toda la calle se movilizó, el escándalo fue mayúsculo, las aguas desembocaban en la quebradita quitacalzón, convertida por la cualidad natural de la lluvia en un río inmenso, para luego caer en el río san Rafael. Al rescate se sumaron familiares y vecinos, algunos tomaron atajos para tratar de acortar la distancia bordeando el cauce y tratar de atraparlo antes de llegar al san Rafael, porque allí el desenlace podía ser fatal.

Los gritos, la algarabía también despertó el interés de personas que estaban dentro de sus casas y en cuestión de segundos, todo el barrio estaba volcado al rescate del niño. La desesperación no es buena compañera, una vecina resbaló al tratar de emprender la carrera y   tuvo que mantenerse en el suelo pasando el dolor. Por un lado y por otro la gente se movilizaba,  señalaba y gritaba “allá va, es por allá”. El niño viajando impulsado por la corriente de agua, pasó de la calle al propio lecho de la quebrada, disminuyendo sus posibilidades de salvación, el caudal del rio san Rafael era tal en épocas de lluvias que se transformaba en un arrasa con todo. En ese tiempo, las casas tenían grandes patios y pocos estaban cercados, lo que facilito, pasar de un solar a otro para ganarle la carrera al rio. Al fin, pudieron colocarse cuatro personas a escasos metros delante del niño y haciendo una cadena humana, pudo una mujer, atraparlo. En el forcejeo, desesperada lucha por retener al niño, cayeron  todos al suelo sin soltarse de las manos, el agua y el barro los desplazaron unos metros, pero lograron mantenerse  hasta que llegaron otras personas al auxilio, cuando también la corriente de agua amenazaba con llevárselo a todos.

Al fin, todos afuera, sanos y salvos, lloraron de alegría, rezaron, dieron gracias a Dios. Algunos vecinos se mantuvieron haciendo comentarios y elucubraciones. Imaginando escenarios de haber el niño alcanzado el cauce del San Rafael.

Ocurrió en una lluviosa tarde del 29 de Junio de 1959, de acuerdo a la versión del Profesor Antonio Martínez. El niño es Abraham Puchette, vecino del sector.

Redacción: Jose Luis Alcocer

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