El pasado sábado se conmemoraron 30 años de la caída del Muro de
Berlín.
Levantado en 1961, el Muro dividió al Berlín Occidental en la
democrática, próspera y pujante Alemania Federal de la parte oriental
de la ciudad y del resto de la Alemania Comunista.
Concluida la segunda guerra mundial, la capital del otrora Reich “de los
mil años” fue dividida en 4 sectores bajo responsabilidad de las
potencias ocupantes para poco después Estados Unidos, Inglaterra y
Francia unificar en la RFA sus áreas de influencia mientras que la zona
bajo control soviético pasó a constituir la RDA.
Sin fronteras reales que le separasen dos modelos convivieron frente a
frente por casi dos décadas y mientras el comunismo más duro devino
en inexistencia de libertades, bajos estándares de vida, restricciones a
mas no poder, en la Alemania que abrazó los valores de la democracia,
la recuperación fue pronta, la calidad de vida escaló, la libertad –de
asociación, expresión, movimiento, elección de sus gobernantes- se hizo
sistema.
Miles primero, millones después de alemanes orientales se marcharon al
extranjero, casi todos a Alemania Occidental lo que obligó a la jerarquía
comunista a levantar el Muro que denominaron “de protección
antifascista- para evitar la fuga de sus nacionales.
Decenas murieron tratando de escapar del “paraíso marxista” al
“decadente occidente” y muchos fueron encarcelados hasta que miles en
las calles obligaron al régimen a autorizar los viajes al extranjero que el
error de un burócrata convirtió en el pistoletazo de salida para que
multitudes entusiastas derribaran las barreras fronterizas y poco
después al gobierno mismo. Alemania pasó entonces a ser una sola y
poco después la URSS y sus satélites, el vasto imperio que bajo el
marxismo forjaron Lenin y Stalin, implosionó.
Alguna vez leí que pocas horas antes del inicio de las grandes
manifestaciones que condujeron a la caída del Muro, del comunismo en
la RDA y el derrumbe de los gobiernos del Pacto de Varsovia, la CIA
entregó un documentado reporte al entonces Presidente George W Bush
en el cual pronosticaba que las protestas que se daban en nada
afectarían la estabilidad del sistema comunista en Europa Oriental y que
este persistiría por mucho tiempo; terminaron enterándose por la
televisión.
En medio de la conflictividad en Ecuador, Perú, Chile y el desastre para
el gobierno de los resultados electorales en Colombia, pocos estaban
atentos a los comicios presidenciales de Bolivia. Tras 14 años Evo
Morales parecía inamovible: hoy es un fugitivo.
En mi casa, guardo un pedazo de bloque del Muro de Berlín que me
regalaron mis anfitriones en ocasión de una visita a la ahora capital de
la Alemania reunificada. Cada vez que lo veo ratifico mi convicción que
un pueblo dispuesto es capaz de derribar a la más poderosa dictadura.
Meses atrás coloqué al lado de la caja que lo contiene dos casquillos de
fusil que recogí del suelo muy cerca de la frontera Venezolana-Brasileña,
cuando desconocidos dispararon sobre criollos y pemones, al frente
diputados a la Asamblea Nacional, que reclamaban por el libre ingreso
de ayuda humanitaria. Espero que muy pronto, cuando juntos
comencemos a construir una nueva nación, pueda fundir esas pruebas
de la barbarie criolla con el trozo de hormigón que preservo del Muro.
redacción/ Luis Eduardo Martínez Hidalgo