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jueves, noviembre 14, 2024

Falleció Luis Peñalver, miembro del Salón de la Fama del beisbol venezolano

Fanáticos del beisbol de las decádas de los años 60 y 70 veían a Luis Peñalver como la misa dominical: “todos los domingos estaba allí”. Él era el cura, el montículo su altar y el Universitario su templo sacro.

Estas son exageraciones, obviamente. Sí, Leones tenía más brazos. No, no siempre estaba los domingos dando sermones con su control. Sin embargo, por los 1516.1 innings que trabajó en 23 temporadas, no es descabellado haber tenido la sensación de que Peñalver siempre estaba allí.

Tal vez su alma siga por siempre en los corredores y el terreno del parque de la UCV, en donde quiera que alguien hable de un pitcher batallador y en los muros del Salón de La Fama del Beisbol Venezolano, del cual forma parte desde 2008. Pero su cuerpo no. Falleció este fin de semana, en Caracas, a los 78 años de edad.

De acuerdo con el historiador Javier González, el inmortal lanzador será velado en la Funeraria Vallés, en la ciudad capital.

Comenzó la carrera profesional en 1960, con el Oriente, y después de cuatro temporadas se uniformó de Magallanes. Su tiempo con las rayas de Leones, hábito con el que es recordado por más personas, comenzó en 1966-1967. Ya había ganado un título con Industriales de Valencia (1962-1963), pero con el Caracas se coronó en seis ocasiones, incluyendo la Serie del Caribe de 1982.

Apenas José “Carrao” Bracho lanzó más entradas que él en Venezuela (1768.0). Ellos son dos los únicos con al menos 1500.0 innings. Por eso el montículo siempre parecía pertenecerle. Pero su fama no llegó por ser “el pitcher de todos los días”, como dicen los fanáticos más longevos. Fue exitoso, dominante y aguerrido. Es tercero en victorias en los registros de la LVBP con 84, cuarto en ponches con 748, quinto en juegos completos con 45 y, entre los nueve serpentineros con al menos 1000.0 capítulos, él dejó la tercera mejor efectividad con 3.07, solo por detrás de Diego Seguí (2.76) y Roberto Muñoz (3.04). Gracias a sus envíos Venezuela ganó la áurea de beisbol en los Juegos Panamericanos de Chicago, en 1959, al vencer a Puerto Rico.

“Es más fácil recibir a Peñalver durante quince innings, que a cualquier otro pitcher en una sola entrada”, le llegó a decir el receptor Baudilio Díaz al periodista Humberto Acosta, en El Nacional. “Uno está seguro que pondrá la pelota donde uno se la pida, o donde él decida colocarla. A veces puedes pasar todo el juego sin tener que ir a decirle nada en la lomita”.

Quizás, de existir el paraíso, Díaz esté con una mascota esperando probar una vez más la puntería de Peñalver.

Era un hombre que le gustaba lanzar strikes y no sólo en el juego, también en la vida. Fue conocido por ser alguien directo, que no se guardaba muchas cosas. En 1981, ya con 40 calendarios sobre el brazo de hierro, le pidió “respeto” al Caracas por haberlo sacado de la rotación. Se lo dijo a los periódicos de la época, una forma de hacer eternas las palabras. La bravura es coraje oriental, de la Cumaná de 1941, en donde nació el 20 de noviembre.

El cuerpo de Peñalver ya no está, pero de alguna manera la esencia de su ser sigue siendo la del “pitcher de todos los días”, la del lanzador que estaba allí siempre, la de un brazo que conoció el cansancio por imposiciones del tiempo, nunca por las circunstancias. (LVBP)

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