Un nuevo hallazgo de pinturas rupestres en la Serranía colombiana de La Lindosa ha generado críticas y ha dado la vuelta al mundo por un artículo de The Guardian. Sin embargo, estos dibujos, que datan de la Edad de Hielo, ameritan que su preservación pase por el trabajo de las comunidades locales, no siempre reconocidas.
Todo descubrimiento arqueológico suscita pasiones. El más reciente, unas milenarias pinturas rupestres que cuentan el paso de los primeros pobladores en la Amazonía colombiana, ha estado cargado de polémica –dentro y fuera del mundo académico–, a medida que la noticia copaba los titulares de la prensa internacional.
Hace al menos 12.500 años, grupos indígenas de cazadores-recolectores recorrieron América hasta las profundidades de la selva amazónica. Prueba de ello son las miles de pinturas rupestres que están distribuidas a lo largo de los abrigos rocosos de la Serranía de La Lindosa y el Parque Natural de Chiribiquete, en el departamento colombiano oriental de Guaviare.
Pinturas que datan de la Edad de Hielo y en las que están reflejados animales extintos, plantas, modos de caza, lucha y convivencia de las comunidades que habitaron el territorio hace miles de años. Los primeros habitantes que plasmaron su forma de vivir y relacionarse con la naturaleza salvaje en los muros rocosos de ese territorio colombiano, inaccesible para muchos hasta hace unos años debido al conflicto con las guerrillas y el narcotráfico.
Desde los años ochenta, investigadores independientes y arqueólogos de la Universidad Nacional de Colombia han desarrollado pesquisas en esa área de gran riqueza arqueológica –que alberga pinturas que datan de las segundas poblaciones más antiguas de toda la Amazonía– con ayuda de la comunidad local.
Y, desde 2011, la universidad pública del país lleva un registro de todas las pinturas halladas hasta el momento, con al menos ocho conjuntos de arte rupestre dentro de la serranía, en lugares conocidos como el Cerro Azul, El Raudal y Nuevo Tolima.
Polémica debido a un artículo «impreciso», según arqueólogos
Sin embargo, la semana pasada el periódico británico The Guardian publicó un polémico artículo en el que promocionaba el documental ‘Jungle Mystery: Lost Kingdoms of the Amazon’, de la cadena británica Channel 4.
Dicho proyecto sacaba a la luz uno de los últimos hallazgos, anunciándolo como exclusivo, basado en unas investigaciones que se publicaron en abril de 2020 en la revista científica Quaternary International. Los autores del documento hace parte de un grupo de investigadores colombianos y británicos, conformado por Francisco Javier Aceituno, José Iriarte, Gaspar Morcote-Ríos, Mark Robinson y Jeison L. Chaparro-Cárdenas, que en 2018 descubrieron paneles pictográficos en una de las zonas más remotas de la serranía.
Para muchos sabedores de la zona, tanto locales como arqueólogos colombianos, el conocimiento de nuevas de pinturas en el departamento, situado a unas nueve horas en autobús desde la capital Bogotá, es algo que sucede con bastante frecuencia. Y es que la puerta de entrada a la Amazonía colombiana, como se conoce al departamento, es un territorio explotado por la ganadería extensiva y, en el pasado reciente, uno de los lugares con mayores cultivos de coca de la región.
¿Qué revelan entonces estas nuevas pinturas y por qué son exclusivas?
«Aunque en la zona hay habitantes, los nuevos paneles estaban en zonas altas y muy ocultos por la selva», alega a France 24 uno de los investigadores del proyecto, Francisco Javier Aceituno, que explica que «con los hallazgos arqueológicos de la Lindosa ahora sabemos qué grupos de cazadores-recolectores colonizaron la Amazonía colombiana al final de la Edad del Hielo».
«Es importante (por) todas las preguntas que de ahí se derivan –añade Aceituno–, especialmente respecto al manejo que dieron los primeros habitantes a estas selvas, la humanización del paisaje empezó con las pinturas rupestres que estimamos que se remonta a unos 12.500 años».
El nuevo registro de dibujos rupestres prehistóricos está situado en la Serranía de La Lindosa, que se ubica en las riberas del río Guayabero y Guaviare, en una zona a la que hasta entonces solo los locales conocedores del territorio podían acceder.
Las pinturas rupestres halladas datan de la Edad de Hielo, hace al menos 12.500 años
«En el año 2018, hicimos el descubrimiento de nuevos paneles de arte rupestre en el conjunto de la Serranía de La Lindosa. Realmente los hallazgos de arte rupestre se conocen desde hace varias décadas, pero sí es cierto que a nuestro proyecto de investigación hemos sumado nuevos paneles en localidades, en diferentes puntos de la serranía, y además hemos hecho otros hallazgos arqueológicos en sitios estratificados que también son muy relevanteb», desarrolla Aceituno.
Las pinturas, pese a haber estado expuestas a los elementos climáticos durante tanto tiempo, ofrecen un extraordinario panorama a la vida de aquellos habitantes. Como tantos otros pictogramas de la zona, los dibujos muestran motivos como un posible mastodonte, un águila arpía y otros animales hoy extintos. También motivos antropomorfos de escenas como danzas de hombres bailando, escalando, tortugas, soles y mujeres embarazadas.
«Yo diría que la gente registró su memoria y dibujaron escenas que podemos decir que pertenecen a la esfera de lo esotérico, como escenas chamánicas, míticas, astronómicas, hasta escenas más de tipo lúdico o festivo como danzas, o de lo cotidiano, como hombres cazando, escalando», explica el investigador colombiano.
¿Por qué surge la polémica en el mundo académico y entre las comunidades del Guaviare?
La controversia generada alrededor del artículo británico –y que posteriormente fue replicado por todos los medios colombianos e internacionales– nace, en parte, de las impresiones que relata el texto, como la localización errónea de las nuevas pictografías rupestres y la categorización que la prensa otorga al hallazgo arqueológico.
«Es información incorrecta, muy subjetiva», comenta a France 24 el antropólogo Diego Pedraza, de la Universidad Nacional de Colombia. Como la denominación que le dio la prensa, ‘La Capilla Sixtina del Amazonas’, un epíteto que ha generado también incomodidad y rechazo entre los arqueólogos colombianos y europeos, «una comparación exagerada e inadecuada», como aqueja Pedraza.
Las imágenes publicadas en la prensa internacional en relación al artículo muestran paneles pictográficos de Cerro Azul, uno de los lugares de la serranía que alberga la mayor cantidad de pinturas rupestres y que, desde hace años, es conocido como un lugar turístico, tanto por la prensa como por la comunidad científica que trabaja en el área.
«Es cierto que en el artículo de The Guardian dicen que ellos están registrando el hallazgo de un nuevo mural. Pero el mismo artículo reduce, oscurece y tapa las investigaciones anteriores, y es ahí donde tenemos uno de los orígenes de esta polémica. Donde la prensa y los mismos arqueólogos empiezan a ocultar, de forma voluntaria y de muy mala fe, el montón de investigadores que han trabajado en la Serranía de La Lindosa previamente», denuncia Pedraza, que además hace hincapié en el papel fundamental de las comunidades locales en los hallazgos.
El antropólogo colombiano celebra que la Serranía de La Lindosa esté en boca del mundo, que se conozca, y que hoy en día arqueólogos de renombre tengan en su mente la serranía. «Pero es muy incómodo para la comunidad científica colombiana, que se ha esforzado y que ha trabajado con las uñas en investigar estos sitios, que llegue la prensa internacional y en una actitud casi colonialista dibuje a una universidad extranjera o a ciertas personas como los descubridores de estos sitios, siendo que los verdaderos los locales, los campesinos como José Noé Rojas que nos han recibido en su casa», enfatiza Pedraza.
Aceituno replica a las críticas que ha recibido el artículo y alega que, «detrás de dicha imprecisión que se cometió, también se dio a conocer un proyecto científico que hay actualmente en la zona». Para él, lo relevante es ver hacia dónde va la investigación en la zona y la relación con las comunidades locales: «Este es el punto crucial de todo esto».
La comunidad local no ha recibido ningún crédito por los hallazgos
Precisamente, la comunidad local que vive en los territorios donde se hallan muchas de estas pinturas juega un papel imprescindible en el mantenimiento y protección de este milenario arte.
Pero también son ellos, conocedores de la selva que habitan, quienes ayudan a los investigadores e informan de los nuevos hallazgos. «Creo que a la Serranía de La Lindosa el mundo la conoce gracias a don Campo Elías Ballesteros, quien murió hace unos años, pero él fue de los primeros que abrió las puertas de su casa a la ciencia, al turismo, al que quisiera ir a ver los murales pintados por los indios (…) Ellos no han recibido ningún crédito», reclama Pedraza, que ha trabajado de cerca con los miembros de esta comunidad local.
Para acceder a los murales de Cerro Azul, conocidos por los locales como ‘Cerro Pinturas’, uno de los más novedosos atractivos turísticos del departamento, hay que atravesar la finca de José Noé Rojas. Un lugar en el que el turista puede acampar y hospedarse. Pero además, la familia de José Noé se encarga del mantenimiento de los doce paneles y de los cientos de pinturas que se encuentran en su finca.
«Vivo en este lugar desde hace 20 años. Nosotros nos hemos encargado de cuidar y proteger el lugar porque para nadie es un secreto, este sitio ha estado durante mucho tiempo abandonado y presentaba un gran deterioro. Por ejemplo, uno de los deterioros es que la gente rayaba mucho. Hoy en día no se presenta esto, nosotros nos hemos encargado de cuidarlo, lo mantenemos limpio», dice a France 24 Norbey Rojas, quien ayuda a su familia como guía turístico y quien también se queja de las imprecisiones publicadas en los medios internacionales.
Son familias como la Rojas las que de forma desinteresada han estado protegiendo este territorio, «son ellos quienes los han defendido de actores armados, del turismo desordenado, del vandalismo. Estos habitantes han protegido estos sitios de los incendios, incluso se han preocupado del cambio climático. José Noé se ha dado cuenta de que el clima está cambiando y que eso está afectando a las pinturas», subraya Pedraza, enfatizando que todo ese trabajo lo han realizado por iniciativa propia y que, por ello, «en estos descubrimientos, el crédito no debería ser para los arqueólogos sino para los locales».
«La gente necesita de las pinturas y las pinturas necesitan de la gente»
Desde hace años, en parte gracias al proceso de paz con la guerrilla de las Farc, muchos campesinos locales que se dedicaban al cultivo de coca –en un área donde hasta hace poco en muchos pueblos la coca era la moneda de cambio– se acogieron al proceso abandonando los cultivos e iniciándose en el turismo local.
Sin embargo, pese a ser lugares de gran riqueza turística, muchos campesinos reconvertidos al turismo se quejan de la falta de ayudas gubernamentales y de apoyo para mejorar las vías e infraestructuras que faciliten el acceso a esas zonas. Y es que el turismo no constituye la fuente principal de ingresos para muchos de ellos, sino que es un aporte económico secundario. «Nosotros durante mucho tiempo hemos necesitado el apoyo del Estado, la gobernación nos ayuda mucho en el tema de promoción del turismo, pero si nos gustaría que nos apoyaran en el tema de infraestructuras, de las vías, para poder ofertar un mejor turismo y poder mostrar este lugar que es tan hermoso a todo el mundo», dice Rojas.
Para Aceituno, lo mejor para la preservación de los nuevos paneles es que no sean visitados por los turistas. «En términos generales, el arte rupestre puede ser un valor agregado de este territorio para que la gente aumente su apego por él y por la necesidad de conservarlo. El arte rupestre forma parte de la riqueza particular de La Lindosa y por tanto debe aumentar su valor de cara a las poblaciones locales», dice.
En algo coinciden los investigadores colombianos y es que la preservación de estas pinturas pasa por el apoyo de las comunidades que las albergan en su territorio. «La gente necesita de las pinturas y las pinturas necesitan de la gente», sentencia Aceituno.
Las comunidades locales son la pieza clave para la salvaguarda de este patrimonio colombiano y de la humanidad, y, aún más, de los que quedan por ser descubiertos.
France 24