Fotografía del 12 de noviembre de 2019 que muestra una vista del Glaciar Humboldt parcialmente cubierto de nieve, en el Parque Nacional Sierra Nevada de Mérida,, en la Cordillera de los Andes en Venezuela. Foto; José Manuel Romero / AFP
No pasará mucho tiempo antes de que desaparezca del pico Humboldt en Mérida esta masa de hielo que se ha reducido en más de 99% desde 1910, según registros recopilados por investigadores venezolanos entre mayo de 2019 y octubre de 2020
Musgos, líquenes y aves no reportadas sobre los 4.000 metros de altura de la cordillera de los Andes colonizan rocas desnudas por el deshielo del último glaciar en Venezuela. El derretimiento apresurado por el cambio climático causa tristeza, pero abre una oportunidad única para los científicos.
No pasará mucho tiempo antes de que desaparezca del pico Humboldt en Mérida esta masa de hielo que se ha reducido en más de 99% desde 1910, según registros recopilados por investigadores venezolanos entre mayo de 2019 y octubre de 2020 para documentar los efectos del cambio climático.
De 300 canchas de fútbol que había originalmente de glaciar, en 2019 quedaban unas cinco (4,5 hectáreas), según los científicos.
“Es una noticia muy triste, muy difícil”, señala a la AFP la física Alejandra Melfo, integrante del proyecto Último Glaciar Venezuela del Instituto de Ciencias Ambientales y Ecológicas de la Universidad de los Andes (ULA), patrocinado por la National Geographic Society.
“Es interesantísimo para un científico tener la posibilidad de ver como paulatinamente se va formando vida en la roca”, añade Melfo, que participó de las expediciones plasmadas en el documental Último glaciar venezolano, vida después del hielo, estrenado en la red Youtube a mediados de diciembre.
Nueva vida después del glaciar
El retroceso del glaciar ha representado una “oportunidad única de hacer un estudio que en los Andes no se había hecho, de cómo la vida va colonizando la roca cuando se retira el hielo”.
“El glaciar muere y deja vida, una oportunidad nueva para la vida”, señala.
Gracias al proyecto se levantaron “mapas multitemporales” en los que se pudo determinar dónde estaba el glaciar en cada momento histórico para identificar cuánto se había reducido. “Es como si el glaciar actuara como una máquina del tiempo”, dice.
La investigación estudió la sucesión, fenómeno en el que un ecosistema pasa a una siguiente fase.
Las expediciones, recuerda Melfo, fueron hechas bajo duras condiciones climáticas que incluyeron ráfagas de viento que desprendían las carpas del campamento.
Se encontró “interacción de entidades que se llaman biocostras, que son una asociación de musgos, con líquenes, con bacterias que van formando un ambiente donde pueden vivir otras plantas”.
Era infinito
José Manuel Romero, documentalista nacido en Mérida que participó en la producción del video sobre la aventura glaciar, lo escaló por primera vez en el año 2000.
“Logré llegar al glaciar del Humboldt y me parecía infinito, eran horas recorriendo el glaciar para poder llegar a la cumbre, era increíble, hermoso, había hielo casi que hasta la cima, jamás me pasó por la mente que eso iba a desaparecer o por lo menos en muchísimo tiempo”, declara a la AFP.
A sus 40 años de edad ya ha visto desaparecer dos glaciares de los cinco que había en esa cadena montañosa: el pico Bolívar y el pico Bonplant. Otros dos desaparecieron antes que naciera (El Toro y El León).
“Este es el primer diciembre que pasamos sin el glaciar del pico Bolívar, no se ve ni una sola manchita de hielo en el pico Bolívar, eso es muy lamentable, y con el poco hielo que queda en el glaciar del Humboldt”, afirma.
Predecir exactamente cuánto le falta al glaciar es difícil: “Depende mucho si los veranos son fuertes, si llueve mucho, si hay episodios del Niño, pero es cosa de años, no de décadas, no creemos que llegue al fin de la década próxima”, remarca Melfo.
El Nacional