Cuando el año pasado la ciudad de Wuhan, en el centro de China, fue duramente afectada por un brote de COVID-19, Phurjung hizo una donación de 50.000 yuanes (unos 7.700 dólares).
El tibetano de 60 años dirige una fábrica de agua mineral en Shigatse, ubicada en la región autónoma del Tíbet, en el suroeste de China. Aunque su negocio también se vio afectado, Phurjung no dudó en haver una donación a la causa antiepidémica.
También permitió que los inquilinos de sus tiendas de diferentes grupos étnicos estuvieran exentos del pago de alquiler durante dos meses.
«Yo mismo soy un beneficiario de la unidad étnica, por lo que no fue una decisión difícil de tomar», aseguró Phurjung.
Nacido en una familia han-tibetana, el empresario reside en una comunidad llamada Changlo Khangsar, donde viven en armonía 13 grupos étnicos, incluyendo tibetanos, han, hui y mongoles.
Ubicada en el área comercial de Shigatse, la segunda ciudad más grande del Tíbet, Changlo Khangsar recibió su nombre originalmente de una familia local adinerada.
Ma Gadong, otro residente de la comunidad, comparte los sentimientos de Phurjung. Ma, de etnia hui, se casó con una mujer tibetana. La pareja ahora dirige un negocio de ropa en la capital regional, Lhasa, y planea establecer otro en Shigatse.
Con la voluntad de ayudar a los demás, se comprometió con los vecinos de su comunidad a que su fábrica siempre estaría lista para contratar cuando necesitaran un trabajo, sin importar de qué grupo étnico sean.
«Cada vez que alguien en nuestra comunidad se encuentra con una situación difícil, los hermanos y hermanas de diferentes grupos étnicos de aquí son siempre los primeros a quienes recurrir», dijo Tseten Yangkyi, jefe del comité de residentes de la comunidad.
El 2 de junio, el día local de la unidad y el progreso étnicos en Shigatse, personas de diferentes grupos étnicos de la comunidad se reúnen para celebrar la efeméride e intercambiar opiniones sobre esta temática.
«Recuerdo que las personas mayores de nuestra comunidad nos dijeron que habían sido siervos que sufrían de servidumbre, tortura e insultos, y que fue el Partido Comunista de China (PCCh) el que los había liberado de las miserias», indicó Phurjung.
«También nos dijeron que sin el PCCh no habría una vida feliz como la que vivimos hoy y debemos estar siempre agradecidos con el Partido y mantenernos unidos», añadió.
En 1959, el PCCh lideró al pueblo del Tíbet para lanzar una reforma democrática, aboliendo la servidumbre feudal bajo la teocracia y liberando a más de un millón de siervos en la región.
Los residentes de la comunidad también se reúnen todos los años el 1 de julio para celebrar el aniversario de la fundación del PCCh. Las celebraciones generalmente terminan con una fiesta bulliciosa, que sirve también para festejar el cumpleaños del residente Paseng, nacido ese mismo día.
Tseten Yangkyi refirió que los esfuerzos para promover la construcción del Partido, el desarrollo económico, la educación, los intercambios culturales y los servicios públicos han contribuido a la unidad étnica en la comunidad.
Para Phurjung, llevar a sus nietos todos los lunes a la ceremonia de izamiento de la bandera nacional se ha convertido en una rutina durante las vacaciones de verano.
«Ahora mis nietos pueden cantar muy bien el himno nacional y también hablan muy bien mandarín», afirmó Phurjung, con una expresión de orgullo en su rostro.
Xinhua