El papa Francisco pidió hoy a los húngaros que no se encierren y se abran a «los sedientos de nuestro tiempo», en la misa multitudinaria que ofició en Budapest y ante la presencia del ultranacionalista primer ministro, Viktor Orbán, quien se opone a acoger refugiados en su país.
Francisco lanzó su sutil mensaje de acogida tras el rezo del ángelus en la plaza de los Héroes de Budapest, donde ofició la misa de clausura del congreso eucarístico, el evento para el que viajó exclusivamente unas horas a la capital húngara, antes de viajar a Eslovaquia, donde sí realizará una visita apostólica de tres días.
40 MINUTOS CON ORBAN
El viaje comenzó con la atención puesta en la reunión entre Orbán y Francisco -la primera entre ambos, pues hasta hoy sólo se habían saludado rápidamente dos veces en Vaticano-, en la que también participaron el presidente de Hungria, Janos Áder; el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, y el «ministro de Exteriores» de la Santa Sede, Richard Gallagher.
La reunión al final duró más de lo previsto – 40 minutos – y el Vaticano explicó en un comunicado que entre los temas tratados figuraron «el papel de la Iglesia en el país, el compromiso para la salvaguardia del ambiente, la defensa y la promoción de la familia».
También difundió unas fotografías en las que se ve a todos los participantes sentados, cada delegación frente a la otra, en uno de los salones del museo de Bellas Artes, adyacente a la plaza de los Héroes donde se celebró la misa.
El primer ministro ultranacionalista escribió en las redes sociales que había pedido al papa durante el encuentro que «no deje que la Hungría cristiana perezca».
El mandatario de fe calvinista y que participó a la misa oficiada por Francisco con su mujer, que es católica, se ha presentado siempre como paladín de la defensa de los valores y raíces cristianos de Europa.
La brevedad del viaje ha puesto a la luz las divergencias sobre todo en materia de acogida de la inmigración entre el papa y el mandatario húngaro, quien se define como defensor de los valores cristianos de Europa.
Precisamente el tema de la acogida de migrantes no se abordó en la conversaciones, según la nota vaticana.
«SEDIENTOS DE NUESTROS TIEMPOS»
Y aunque no hubo discursos a las autoridades, Francisco aprovechó el ángelus al final de la misa para dirigirse a los húngaros, el país europeo que menos refugiados acoge y que más devoluciones de migrantes realiza y que ha vuelto a manifestar su rechazo durante la crisis afgana.
«El sentimiento religioso es la savia de esta nación, tan unida a sus raíces. Pero la cruz, plantada en la tierra, además de invitarnos a enraizarnos bien, eleva y extiende sus brazos hacia todos. Exhorta a mantener firmes las raíces, pero sin encerrarse; a recurrir a las fuentes, abriéndose a los sedientos de nuestro tiempo», dijo el papa desde la plaza de los Héroes ante decenas de miles de fieles.
«Mi deseo es que sean así: fundamentados y abiertos, arraigados y respetuosos», agregó Francisco en este país donde el 54 por ciento se considera cristianos y de ellos el 32 % es católico
“Cruz de la misión es el símbolo de este Congreso. Que los lleve a anunciar con la vida el Evangelio liberador de la ternura sin límites que Dios tiene por cada uno. En la carestía de amor de hoy, es el alimento que el hombre espera», añadió.
A la misa de clausura acudieron decenas de miles de fieles, más de 100.000, según las autoridades locales, que llenaron la plaza principal de la capital y todas las calles adyacentes como la avenida Andrassy, repleta de personas, y que Francisco recorrió durante más de media hora en papamovil.
EL RESURGIR DEL ODIO Y DEL ANTISEMITISMO
En la capital húngara, primera etapa del viaje que llevará al pontífice ya esta tarde a Eslovaquia, celebró también un encuentro ecuménico y con la comunidad judía en el Museo de Bellas Artes adyacente a la plaza de los Héroes.
Francisco se reunió con los representantes de los cristianos, que suponen el 52 % de la población y de los que el 30 por ciento son católicos, y con la comunidad judía, fuertemente diezmada durante la invasión nazi y de la que quedan cerca entre 10.000 y 15.000 miembros en todo el país.
En esta reunión, el papa advirtió de los brotes de odio y de antisemitismo que resurgen en Europa y en otras partes del mundo.
El papa apreció que las diferentes confesiones presentes en país, entre las que se encuentran luteranos y calvinistas, «se hayan unido para derribar los muros de separación del pasado».
» ¡Cuántas veces ha ocurrido esto en la historia! Debemos estar atentos y rezar para que no se repita. Y comprometernos a promover juntos una educación para la fraternidad, para que los brotes de odio que quieren destruirla no prevalezcan. Pienso en la amenaza del antisemitismo, que todavía serpentea en Europa y en otros lugares», advirtió.
EFE