Comienza a remitir la pandemia. Varios países levantan restricciones mientras algunos expertos anticipan que el COVID19 será endémico con lo que conviviremos con él cual una gripe más.
Mucho se ha dicho, en estos largos meses, que pasado el coronavirus nada sería igual, que en la “nueva normalidad”, que así la han denominado, el mundo sería diferente, el trabajo y la educación primero.
En Venezuela, como en todo el planeta, millones de estudiantes y miles de docentes salieron de las aulas un viernes de marzo del 2020 para el domingo enterarse que en lo inmediato no retornarán a clases presenciales. Nadie imaginó seguramente que mediaran cerca de dos años para volver.
En nuestro caso, la respuesta fue casi inmediata. Salvo algunas universidades autónomas, el sistema educativo venezolano a todo nivel giró de la enseñanza presencial a la remota para atender la contingencia. Es cierto que no todo fue perfecto, pero hay que reconocer que no solo fue posible culminar los períodos académicos en marcha sino aperturar otros más. En la Universidad Tecnológica del Centro, donde trabajo, fueron cinco trimestres de educación a distancia y así como centenares egresaron hay jóvenes que avanzan en sus carreras sin haber pisado jamás el campus.
¿Cómo será ahora la Universidad, la nueva Universidad?
Obvio que no serán iguales dada la diversidad: universidades públicas unas, de gestión privada otras; con miles de estudiantes o centenares; pocas de exigentes procesos de ingreso, la mayoría masivas; tradicionales la generalidad y unas pocas de vanguardia en su concepción académica; con insuficientes recursos sin excepción.
Dibujar lo que viene pasa por evaluar a fondo y definir que modalidad de enseñanza privará. ¿Universidad presencial, Universidad virtual o Universidad bimodal?
Personalmente me inclino por una modalidad “blended” que mezcle armónicamente lo presencial con lo virtual, considerando claro las características de cada programa, lo que se corresponde con “una enseñanza más rica y adaptada a los procesos cognitivos y las formas de aprender de los jóvenes de la época”.
Influirá y mucho también la legislación que norme a la educación universitaria venezolana. La actual Ley de Universidades data originalmente de 1958 enmendada en 1970. Era obsolescente antes de la pandemia, ahora que decir. Continuar difiriendo una resolución en este sentido es inconveniente.
En el 2010, la entonces Asamblea Nacional aprobó una Ley de Educación Universitaria que el Presidente Chávez se negó a promulgar. Posteriormente distintos anteproyectos han sido presentados entre ellos uno de AVERU, el de profesores e investigadores de la UCV, UCAB, la UPEL, la UCLA, UNEXPO y la UNIMET, el de la Universidad de los Andes en el 2016 y los recientes en el 2021 y el 2022 incluido el de la Universidad Nueva Esparta.
La nueva Universidad se soportará en una nueva Ley que a mi juicio debe considerar aspectos claves como las citadas modalidades de enseñanza, así como acreditación, internacionalización, pertinencia y financiamiento. Una comisión especial designada por el Consejo Nacional de Universidades, encabezada por Yadira Córdova, de reconocido desempeño académico y según mencionan antiguos colegas una autonomista, trabaja a marchas forzadas en la preparación de un proyecto que nazca de una amplia consulta y el mayor consenso. Confiamos una vez elaborada la propuesta y entregada a la consideración de la Asamblea Nacional esta pueda ser aprobada lo que significaría un nuevo logro para el parlamento y un gran salto para la Universidad venezolana.
Por Luis Eduardo Martínez Hidalgo