La hematita es un tipo de piedra que debe su nombre a su color. Tiene un aspecto rojizo que a los griegos recordaba al color de la sangre, que a su vez debe su tono a la hemoglobina, la molécula encargada de transportar oxígeno y dióxido de carbono por nuestro torrente sanguíneo. Químicamente hablando, la hematita no comparte color con nuestra sangre, sino con el hierro oxidado. Los óxidos de hierro coloran muchos de los paisajes naturales en nuestro planeta, desde el Río Tinto hasta la roca de Uluru en Australia.
El proceso de oxidación del hierro es un fenómeno que conocemos de sobra, que amenaza con estropear muchos de los utensilios que utilizamos si comentemos la imprudencia de dejarlos mucho tiempo a la intemperie. En una pieza publicada para la revista Eos, de la American Geophysical Union (AGU), Jiuhua Chen y Shanece Esdaille se plantean una pregunta: ¿Puede el núcleo terrestre también oxidarse?
Qué dicen los expertos. Las teorías sobre la existencia de óxido en el núcleo terrestre aparecieron hace unos años, cuando científicos comprobaron en un laboratorio que el hierro no solo puede oxidarse a la intemperie sino también cuando está sometido a altísimas presiones, como las que se dan en los límites del núcleo terrestre.
Según la teoría que compilan los expertos de la AGU, el movimiento de subducción relacionado con los movimientos tectónicos podría transportar agua y otros compuestos con propiedades semejantes a la frontera entre el núcleo y el manto terrestre (CMB por core-mantle boundary). La llegada de esta agua crearía “parches” de oxidación en esta región entre la parte externa del núcleo y la parte más profunda del manto terrestre denominada capa “D”. El compuesto resultante tendría forma de hidróxidos de hierro y podría acumularse en estos “parches”.
¿Qué consecuencias tiene esto? Los parches de herrumbre en el núcleo terrestre podrían tener efectos en el exterior de la Tierra. Incluso en la atmósfera. Concretamente, los expertos han identificado dos fenómenos que podrían ser explicados, al menos en parte, por la existencia de acumulaciones de hierro oxidado en el interior de nuestro planeta.
La primera es la existencia de unas zonas en el interior de la Tierra que ralentizan la propagación de las ondas sísmicas, las llamadas zonas de velocidad ultra-lenta (ULVZs). Estas regiones son hoy por hoy un misterio. Se sabe que se sitúan en el CMB, se han localizado 50 que cubren el 20% de éste, pero tan solo se ha explorado algo más de la mitad de la superficie en su búsqueda.
Las grandes oxigenaciones. El segundo fenómeno es si cabe más fascinante y doble. Dos eventos tienen relación con este fenómeno, primero el gran evento de oxigenación (GOE) y el subsiguiente evento de oxigenación neoprotozoico (NOE). La Tierra no tuvo siempre una atmósfera oxigenada, y los que han estudiado su historia dedujeron que el oxígeno (O2) se apoderó de ésta de manera abrupta (en términos geológicos, claro) y en dos momentos clave.
El primero de estos eventos se dio hace algo más de 2.000 millones de años, mientras que el segundo fue hace algo menos de 1.000 millones de años atrás. Se han postulado distintas teorías para explicar estos fenómenos. Una explicación posible tiene que ver con la aparición de cianobacterias que consumían dióxido de carbono y expulsaban oxígeno a su entorno como hacen hoy en día las plantas.
Otras explicaciones tienen que ver con movimientos geológicos con la acumulación de reservas de oxígeno que fueron liberadas a la atmósfera en estos periodos. La oxidación del núcleo terrestre podría estar vinculada con esta teoría. Según describen los científicos en su pieza en Eos, estos hidróxidos de hierro podrían ir alterándose con el tiempo, para descomponerse en elementos distintos como óxido de hierro, agua y moléculas de oxígeno. Estas nuevas moléculas volverían al núcleo terrestre y a través de erupciones retornar a la superficie de la tierra y a la atmósfera.
Una pista sobre lo que podría pasar. Si las grandes oxigenaciones tienen que ver con procesos geológicos activos como el que describe este grupo de investigadores no sería improbable que un nuevo evento de oxigenación. Si estos parches de herrumbre corresponden a las ULVZs identificadas hasta ahora el fenómeno estaría en camino.
Una nueva oxigenación no se daría de la noche a la mañana, son procesos que se alargan decenas o cientos de millones de años, por lo que, aunque comenzaran hoy mismo es poco probable que llegáramos a percibirlo. Eso sí, los efectos a (muy) largo plazo serían importantes. Un posible efecto de esta mayor concentración de oxígeno sería un cambio en el clima terrestre; pero también tendría un impacto sobre nuestro cuerpo, que puede resentirse por el exceso de oxígeno. Con suerte, el hipotético futuro evento de oxigenación tendría lugar tan a largo plazo que sería posible adaptarse. Lo cierto es que no tenemos suficiente información aún.
El núcleo terrestre, un lugar desconocido. La humanidad lleva explorando el cosmos desde milenios antes de poder despegar de la Tierra, y pese a ello nuestro planeta aún cuenta con infinidad de misterios. El núcleo es solo uno de ellos. Es precisamente estudiando el cosmos que nos hemos podido mejorar nuestro conocimiento sobre cómo es el núcleo de nuestro planeta.
Xataka