Dentro de las numerosas curiosidades lingüísticas que nos ofrece el castellano podemos encontrarnos con los ‘parónimos’, que se trata de palabras que se parecen entre sí, tanto en su forma de pronunciación como en su escritura, pero que significan cosas diferentes.
Una palabra parónima, según en el contexto en la que la veamos escrita o la escuchemos pronunciar, puede llevarnos a confusión y terminar entendiendo otra cosa muy distinta a la que el interlocutor nos quería expresar.
Ejemplos
Algunos ejemplos de parónimos son términos como ‘aptitud’ y ‘actitud’. La primera hace referencia a la capacidad e idoneidad que tiene una persona u objeto ante un determinado fin o propósito (Mi hija tiene buenas aptitudes para la música), mientras la segunda nos indica la disposición y temperamento frente a una situación (Mi hijo mantiene una actitud negativa frente al racismo).
Algunos casos semejantes podemos encontrar con palabras como por ejemplo en ‘contonear’ (mover los hombros o las caderas al andar) y ‘contornear’ (dar vueltas en torno a algo o perfilar y dibujar el contorno de una figura); ‘vahído’ (mareo o desvanecimiento) y ‘vagido’ (llanto de un recién nacido); ‘latente’ (que está oculto) y ‘latiente’ (que late, por ejemplo el corazón); ‘expirar’ (morir) y ‘espirar’ (expulsar el aire al respirar); ‘infligir’ (imponer un castigo) e ‘infringir’ (quebrantar una norma, ley…); ‘devastar’ (destruir, arrasar un territorio) y ‘desbastar’ (quitar las partes más duras o ásperas de un material); ‘apóstrofe’ (figura retórica) y ‘apóstrofo’ (signo ortográfico); ‘especie’ (división de género) y ‘especia’ (sustancia aromática); ‘flagrante’ (que es evidente) y ‘fragante’ (que desprende perfume u olor); ‘adicción’ (dependencia a alguna sustancia, persona…) y ‘adición’ (acción y efecto de añadir)…
Su origen etimológico
Etimológicamente el término ‘parónimo’ lo recibimos desde el griego ‘parṓnymos’ (παρώνυμος) formado por la unión del prefijo ‘para-‘ (al margen de, junto a, contra) y el vocablo ‘onoma’ (nombre).
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