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sábado, noviembre 23, 2024

Un nuevo estudio explica por qué los nidos de pájaros son tan resistentes

Tal vez no te gusten demasiado las plumas, pero aun así seguro que aprecias la perspicacia de las aves. Estos animales resultan fascinantes al ser humano en parte porque carecen de extremidades como las nuestras. Sin brazos, sin manos, observarlas habitar el planeta a su manera es un aprendizaje constante. ¿Cómo son capaces de construir sus nidos en los lugares más recónditos imaginables? ¿De qué manera entablan su forma comúnmente redonda? ¿Cuál es el truco para hermanar, una a una, cada pequeña pieza de ese hogar en el que se resguardan y resguardan a sus crías? Y sobre todo: ¿Cómo puede ser un nido aparentemente frágil tan resistente?

Detrás de cada nido hay todo un proceso minucioso de gestos que conforman la relación de los pájaros con la naturaleza. De alguna manera, estos animales seleccionan el lugar exacto y eligen el material que creará un nido acogedor y compacto, demostrando tener un conocimiento casi instintivo de cómo las propiedades de una ramita o un palo pueden traducirse en toda una estructura.

No obstante, la alquimia de un nido no empieza ni acabo con un palo. Se trata de una versión especial de un material granular como la arena, por ejemplo, formada por muchos objetos más pequeños que apenas apreciamos con nuestros ojos a simple vista, apunta la escritora científica Emily Conover en ‘Science News’.

Imitando nidos en laboratorio

Un estudio, publicado en la revista ‘Physical Review Letters’, se ha propuesto adentrarse en el curioso mundo de los pájaros a través de sus entramados más particulares para averiguar por qué son tan resistentes, aunque no lo parezcan. Así, el físico Hunter King ha dirigido a un equipo de investigadores en un proyecto en el que ha combinado experimentos de laboratorio y simulaciones por ordenador con el fin de comprender mejor las peculiaridades de los materiales granulares en forma de nido.

(iStock)

Durante una serie de experimentos, utilizaron un pistón para comprimir repetidamente 460 varillas de bambú esparcidas dentro de un cilindro. Las simulaciones por ordenador permitieron a los investigadores analizar los puntos donde este movimiento afectaba a los palos, una pista clave para acercarse a la mente de las aves.

Cuanta más fuerza aplicaban con el pistón, más rígido se volvía el montón de palos, lo que significa que resistía una mayor deformación. De esta forma, a medida que el pistón descendía, los palos se deslizaban unos contra otros y los puntos de contacto entre ellos se reorganizaban. Así fue como todo el cúmulo de material se fue endureciendo, precisamente como consecuencia de permitir que se formaran puntos de contacto adicionales entre ellos.

(iStock)

A pulso de pico

Ese último detalle de la física de esta maniobra es lo que evita que las pequeñas ramas se flexionen más conforme van siendo más y más comprimidas. Mientras tanto, los cambios en la rigidez del conjunto de palos parecían retrasarse con respecto al movimiento del pistón, un fenómeno llamado histéresis.

Ese efecto llevaba a conformar la rigidez de lo que ya se parecía a una estructura. Los científicos ya lo tenían claro: la histéresis surgió porque era necesario superar la fricción inicial entre los palos antes de que los puntos de contacto comenzaran a reorganizarse. Y así es como un pájaro trabaja su nido.

(iStock)

Posiblemente, estos resultados y observaciones elevan el prestigio que las propias aves se han labrado a pulso de pico entre el resto de especies. Además, más allá de los nidos, la investigación podría aplicarse a otros materiales hechos de arreglos desordenados de fibras largas, como el fieltro, explica Conover: Con una mejor comprensión de las cualidades físicas de dichos materiales, los ingenieros podrían usarlos para crear nuevas estructuras diseñadas para proteger no solo los huevos de aves, sino también otras cargas que los humanos consideran valiosas.

El Confidencial

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