Habrás escuchado hablar o leído sobre ello en los últimos tiempos: el famoso síndrome del impostor. Sentirse un fraude en el puesto de trabajo es algo que afecta al 20% aproximado de la población que, paradójicamente, están de sobra preparados para cumplir sus funciones y, sin embargo, creen que no son capaces. ¿Puedes tener síndrome del impostor y saber que lo tienes? Esa es la cuestión. Choca con el efecto Dunning-Kruger, que sería la otra cara de la moneda: cuanto menos sabemos sobre un tema, más capacitados nos vemos para hablar sobre el mismo.
Tener el síndrome del impostor si somos personas inseguras parece algo probable y difícil de combatir. Los terapeutas, sin embargo, opinan que es posible luchar contra él y tener el control, como indica un artículo de ‘Psychology Today‘.
- Haz espacio para la parte de ti que se siente como un impostor y la parte de ti que se siente válida.
- Conoce tu parte de impostora.
- Encuentra, valida y atiende las emociones centrales subyacentes desencadenadas por las circunstancias que te hacen sentir como un impostor, como el miedo, por ejemplo. El Triángulo del Cambio es una gran herramienta para comprender las emociones.
- Relaciónate con tu parte de impostor y tus emociones, con compasión y amor inquebrantables, como un buen padre se relaciona con su hijo asustado e inseguro.
Lo bueno es que, con algo de práctica, podemos ganar conciencia y hablar directamente con nuestra parte impostora. Piensa en la última vez que te sentiste como un fraude y trabaja con ello. Ahora, imagina que hablas con esa parte de ti y hazte algunas preguntas.
- ¿Cuándo fue la primera vez que te sentiste como un impostor?
- ¿Cuántos años tenías?
- ¿Qué estaba pasando en ese momento?
- ¿Quién estaba allí para ayudarte a sentirte mejor?
- ¿Cómo se te ocurrió la idea de que eras un impostor? ¿Había evidencia real o solo un sentimiento?
- ¿La parte del impostor se siente joven como un niño o como un adulto?
- Si la parte de ti que se siente como un fraude tuviera una imagen, ¿cómo sería?
Cuando validamos nuestras emociones, nos sentimos mejor. Tenemos dos categorías principales de emociones. Las primeras son las inhibitorias, como la ansiedad, vergüenza y culpa. Debajo de ellos se encuentran nuestras emociones centrales de tristeza, miedo, ira, disgusto, alegría, emoción y excitación sexual. Cuando te sientas como un fraude, trata de validar todas las emociones que notas que van con tu síndrome del impostor.
Piensa en un momento en el que te sentiste como un fraude y observa si puede nombrar todas las emociones centrales que acompañan a ese sentimiento. Puede haber más de una. También pueden ser emociones conflictivas que suceden al mismo tiempo, como el miedo y la emoción. Simplemente, poner palabras a las emociones nos ayuda a relajarnos.
Sentirse un fraude es natural y humano. Es la forma en que validamos, trabajamos y tratamos esas partes lo que marca una diferencia real. La definición del verdadero coraje es hacer algo que tememos. ¡Da compasión a tus partes inseguras y salga y haz que suceda de todos modos!
El Confidencial