Chile le ha dicho que no a la nueva Constitución. La derrota en el plebiscito del domingo se ha producido por un margen abrumador: casi el 62% para el “rechazo” (61,9%, con el 99,9% escrutado) contra el 38,1% del “apruebo”. Las previsiones más pesimistas no anticipaban semejante caída. El resultado supone un golpe muy duro para el Gobierno de Gabriel Boric, que lo había apostado todo a un triunfo del sí. En la misma noche de la consulta, en un mensaje leído desde La Moneda, el presidente anunció la convocatoria para este lunes de las máximas autoridades del Parlamento “para avanzar lo más rápido posible un nuevo proceso constituyente”. Anunció también “prontos ajustes” en los equipos de Gobierno, “para enfrentar este nuevo período con renovados bríos”.
El triunfo del rechazo ha sido apabullante. Venció con comodidad en todas las regiones del país, incluso en la capital, con el 55% de los votos en un bastión que fue clave en la victoria de Gabriel Boric en la segunda vuelta de noviembre pasado. Con 7,8 millones de votos, fue la opción electoral más votada en la historia de Chile, un récord matizado por el debut del voto obligatorio y la inscripción automática. El 85% de los electores chilenos salieron el domingo de sus casas para votar.
Inicia ahora una nueva etapa, con un Ejecutivo obligado a mantener vivo el proceso constituyente pero muy debilitado para imponer sus ideas y hasta la hoja de ruta. La derecha y buena parte de la centroizquierda política han convencido a la sociedad de que la propuesta emanada de una convención constituyente dominada por la izquierda pergeñó “un mal texto”. El presidente asumió enseguida la derrota y prometió “construir en conjunto con el Congreso y la sociedad civil un nuevo itinerario constituyente”. “Recojo este mensaje y lo hago propio, hay que escuchar la voz del pueblo”, dijo.
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