El mundo intenta mirar hacia el futuro, pero parece no poder desligarse de sus problemas del pasado. A pesar de que la mayoría de los países abolieron la esclavitud en el siglo XIX, una versión moderna de este tipo de servidumbre cobra fuerzas en pleno siglo XXI.
De acuerdo con estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), desde 2016 hasta 2021 incrementó en 2,7 millones la cantidad de personas víctimas de formas de esclavitud moderna, elevando la cifra a un preocupante total de 50 millones.
En otras palabras, desde que se acordaron en 2015 los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que apuntan a la construcción de un «futuro mejor y más sostenible para todos», la situación más bien ha empeorado y no muestra signos de mejorar antes de 2030, año para el cual se fijaron las metas, entre las cuales se incluye poner fin a la esclavitud moderna de niños a más tardar en 2025 y de manera universal en 2030.
El empeoramiento en el último lustro parece guardar relación con la pandemia por covid-19. Algunos de los factores serían el exceso de endeudamiento debido a la perturbación de sus ingresos y el deterioro de las condiciones de trabajo, llevando a los trabajadores a situaciones precarias que no podían abandonar por la necesidad de sustento.
El informe ‘Estimaciones mundiales sobre la esclavitud moderna: Trabajo forzoso y matrimonio forzoso’, publicado por la OIT con la colaboración de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), disecciona las distintas formas de esclavitud moderna que se aplican y detalla a sus víctimas.
Los datos del documento señalan que alrededor de 28 millones de personas son víctimas de trabajos forzados, mientras que 22 millones de personas afrontan matrimonios forzados.
Aunque la esclavitud pueda dar la impresión de existir debido a ciertos contextos culturales y estar vinculado a regiones específicas, los estudios muestran que es una situación global que trasciende culturas y fronteras.
El informe enfatiza que ninguna región del mundo está libre de formas de esclavitud moderna, aunque la zona más afectada por este problema es Asia y el Pacífico, donde se contabilizan 15,1 millones de personas víctimas de trabajo forzoso. Le siguen Europa y Asia Central, con 4,1 millones, África con 3,8 millones, América con 3,6 millones y los Estados Árabes con más de 900.000 personas.
Algo similar ocurre con el matrimonio forzoso. La predilección vuelve a ser Asia y el Pacífico, con 14,2 millones de víctimas. Le siguen África con 3,2 millones, y después Europa y Asia Central con 2,3 millones. El fenómeno no se extiende, al menos en la misma magnitud, en América.
Así como no tiene relación directa con las regiones, la esclavitud moderna tampoco depende trascendentalmente por el nivel de ingresos de los países. Podría pensarse que es una tendencia principalmente en los países más pobres, pero la información demuestra que ocurre en todo tipo de economías.
La publicación destaca que «más de la mitad del trabajo forzoso se presenta en países de ingresos medianos altos o de ingresos altos».
El factor que sí presenta una diferencia clara es la naturaleza de los victimarios. Al menos el 86% de los casos de trabajo forzoso se presentan de la mano de agentes privados. El 14% restante corresponde a organismos de Estado.
La mayoría de estos casos están documentados y pertenecen a negocios multimillonarios con peso en la economía mundial. El trabajo doméstico, la agricultura y la industria manufacturera son algunos de los principales sectores en los que se concentran estas prácticas. Por su parte, la industria sexual también es una gran protagonista.
Las estimaciones indican que en 2021 unas 6,3 millones de personas se encontraban en situación de explotación sexual comercial forzosa. Evidentemente, el género tiene mucho peso. Casi cuatro de cada cinco personas en esta situación son mujeres o niñas.
Y es que la esclavitud moderna apunta con frecuencia a los menores de edad. El informe indica que se calcula un total de 3,31 millones de niños víctimas de trabajo forzoso, pero se teme que podría ser una situación peor, ya que no hay formas de obtener datos precisos.
«Debido a las limitaciones de los datos, estas cifras, que ya son alarmantes, pueden ser solo la punta del iceberg», destaca la publicación.
Migrantes en la mira
El informe advierte que los trabajadores migrantes corren un riesgo tres veces de encontrarse en situaciones de trabajo forzoso, particularmente en los casos en donde no están protegidos por la ley o no pueden ejercer sus derechos. «La migración puede crear situaciones de vulnerabilidad al trabajo forzoso», destaca la OIT.
El estudio no hace énfasis en ningún país o nacionalidad como foco de abusos que puedan considerarse como esclavitud moderna, pero es razonable recordar a Venezuela al evaluar este fenómeno.
Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), se contabilizan al menos 6 millones de refugiados y migrantes venezolanos en todo el mundo. De esta cantidad, solo 186.800 son reconocidos como refugiados.
La mayoría de la población migrante venezolana ocupa sus países de destino con documentos migratorios obtenidos por los programas de recepción de los Gobiernos, o simplemente se mantienen de forma irregular, por lo que son expuestos a situaciones de trabajo forzoso.
Muchas otras crisis migratorias deben tenerse en consideración. La reciente guerra entre Rusia y Ucrania ha desatado la diáspora masiva de ucranianos y ya se contabilizan más de nueve millones de personas que han huido del país a causa del conflicto.
Incluso sin crisis situacionales, el flujo de migración es elevado. Datos de la OIM estimaban hasta 2020 alrededor de 281 millones de migrantes, un 3,60% de la población total mundial. Más del 40% de la población migrante proviene de Asia, siendo India, China, Bangladesh, Pakistán, Filipinas y Afganistán los principales focos de salidas.
México, Rusia, Ucrania, Polonia, Reino Unido, Rumania y Alemania también destacan entre los países con números considerables de emigrantes.
El director general de la OIM, António Vitorino, hizo énfasis en que los países deben desarrollar marcos jurídicos que defiendan los derechos humanos de la población migrante y que es responsabilidad de toda la sociedad ayudar a revertir estas tendencias.
«La reducción de la vulnerabilidad de los migrantes al trabajo forzoso y a la trata de personas depende, en primer lugar, de marcos políticos y jurídicos nacionales que respeten, protejan y hagan realidad los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los migrantes. Toda la sociedad debe colaborar para revertir estas impactantes tendencias, incluyendo la aplicación del Pacto Mundial sobre Migración», destacó.
¿Cómo acabar con la esclavitud moderna?
El informe presenta una serie de recomendaciones dirigidas principalmente a los gobiernos para afrontar este reto, en aras de dar cumplimiento a las metas pautadas para 2025 y 2030 de eliminar la esclavitud forzosa en niños y en general, respectivamente. De manera resumida, propone:
- Mejorar y hacer cumplir las leyes y las inspecciones de trabajo.
- Poner fin al trabajo forzoso impuesto por el Estado.
- Reforzar las medidas para combatir el trabajo forzoso y la trata de personas en las empresas y las cadenas de suministro.
- Ampliar la protección social, y reforzar las protecciones legales, incluida la elevación de la edad legal para contraer matrimonio a los 18 años sin excepción.
- Abordar el mayor riesgo de trata y trabajo forzoso para los trabajadores migrantes.
- Promover la contratación justa y ética.
- Fomentar un mayor apoyo a las mujeres, niñas y personas vulnerables.
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