En un país donde una persona que gana un salario mínimo que apenas alcanza para costear una que otra necesidad básica, resulta todo un lujo enfermarse debido al alto costo de las consultas médicas y de los medicamentos.
Se puede pensar que a la hora de presentarse, inevitablemente, una situación de enfermedad lo ideal sería acudir al sistema de salud pública, sin embargo, en muchos casos la atención gratuita debe de forma obligatoria, según el caso, pasar por algún examen o consulta especial que solo se hace en un centro privado. Eso sin contar con que los medicamentos no son gratuitos.
Armando, tiene 76 años, y debe ser intervenido quirúrgicamente porque padece de una hernia. Se trata de una cirugía menor que no requiere mayores gastos, dado que será atendido en un centro de salud pública.
La primera acción del septuagenario fue invertir aproximadamente 15 dólares en exámenes preoperatorios, 10 dólares más en una evaluación cardiovascular y 30 dólares en una consulta cardiológica para obtener un electrocardiograma y un informe médico en el que el especialista diera el visto bueno para operarse.
“Salí raspado en el cardiólogo. Resulta que tengo la tensión muy alta. Según el electro en algún momento me dio un infarto, quizás algo silencioso porque no recuerdo nada, y ahora debo tomar otros medicamentos y esperar un mes para ver cómo evoluciono y venir de nuevo al cardiólogo”, expresó.
Para ese nuevo tratamiento tuvo que invertir 40 dólares, que no estaban en su presupuesto y que ahora pasan a ser un gasto fijo, pues, el tratamiento es de por vida. «Gracias a Dios mis hijos me ayudan porque con la pensión esto no alcanza”
Además, en la siguiente consulta con el cardiólogo tuvo que disponer de 50 dólares más porque necesitaba un eco.
Una vez resuelto este tema y ver mejoras, don Armando volvió al cirujano a buscar fecha para su operación. Para su sorpresa, ahora se encontró con que tiene la hemoglobina baja, y los valores como la urea y creatinina altos por lo que debe verlo un nefrólogo.
En vista de la urgencia, tuvo que asistir a una consulta privada.
“Ahora debo repetirme los exámenes, hacerme una prueba especial y comprar nuevos medicamentos. El presupuesto de eso son 50 dólares todo”, dijo el preocupado señor.
Se armó de valor y llamó a sus hijos que están fuera del país y de la zona para solicitarles ayuda económica.
En los días sucesivos se realizó las nuevas pruebas y compró los medicamentos. Ahora solo debía conseguir un nefrólogo.
“Listo, ya lo tengo. La consulta cuesta 40 dólares”, agregó.
Tras esta cita médica, el protagonista de esta historia salió con la empalizada por el suelo, pues, resultó que el nuevo hallazgo es que solo tiene un 28% de operatividad en sus riñones por lo que ahora debe someterse a un tratamiento médico permanente, a constantes monitoreos y una dieta especial para evitar que siga disminuyendo su función renal y no caer en diálisis.
“En otras palabras, esto es más gasto. Mira todo lo que ha desencadenado una simple consulta para una operación de rutina como una hernia. En mi caso mis hijos me apoyan, pero, ¿cómo hace quién no tiene esa posibilidad?”, reflexionó el señor, un pensionado que dedicó toda su vida a la industria textil.
Para finalizar, el señor Armando nos invitó a sacar cuentas de cuánto dinero ha invertido hasta ahora en su salud y cerró diciendo: “Esto se lo llevó quien lo trajo”.
Gledis Bonilla