El cerebro de un pez con 319 millones de años de antigüedad conocido como cabezas de cono (Coccocephalus wildi), fue hallado por el paleontólogo de la Universidad de Michigan, Matt Friedman, mientras realizaba pruebas con escáneres micro, TC de alta resolución con dosis bajas de rayos X, para la reconstrucción 3D que también cuenta con una capacidad de detección de hasta nueve micrones dentro de pequeños animales de laboratorio.
El Coccocephalus wildi, es el único de su especie, y, aunque fue descubierto por primera vez en el año 1925, tal característica se mantuvo oculta, debido a que los científicos no quisieron implementar métodos invasivos de investigación.
Generalmente, los científicos solo pueden investigar las partes duras de los animales, como los huesos, porque se conservan mejor en comparación con los tejidos blandos que tienden a desgarrarse con mayor rapidez. En el caso del pez Coccocephalus, posiblemente se filtró un mineral denso como Pirita y sustituyó al tejido que se había conservado durante más tiempo en un entorno sin oxígeno, dándole a los escáneres, la oportunidad de captar lo que parece ser nervios craneales y detalles de los tejidos del pez de aletas rayadas.
Pese a que algunos rasgos del cerebro se habían perdido producto de la descomposición y el proceso de conservación, se pudo distinguir detalles morfológicos específicos que permitieron concluir que era más parecido al cerebro humano que al resto de los peces de aletas rayadas aún vivos.
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