Con tan solo 17 años, Daniel Jesús Atopo Páez, un destacado estudiante de ingeniería en informática de la Ugma y además atleta de alto rendimiento en natación, deporte que practica desde que tenía seis años, es un vivo ejemplo de hacerse grande ante la adversidad.
Este joven es el mayor de tres hermanos, creció en la población de Los Pijiguaos, municipio Cedeño, del estado Bolívar, y además de la natación jugaba béisbol, atletismo y baloncesto.
A los 13 años fue campeón en el estado Bolívar y figuró entre los cinco mejores nadadores del país.
Jamás imaginó que su mayor prueba estaba por venir.
Su fe en Dios, su actitud arrolladora, su visión futurista y su deseo ferviente de ganar, llevaron a Daniel a dar las brazadas más importantes para continuar a flote y no dejarse hundir por la llegada de un cáncer de hueso que más tarde le obligaría a tomar la difícil decisión de optar por perder una de sus piernas.
Una caída que le cambiaría la vida
“Un día me fui a una cancha a jugar baloncesto, me caí y me aporreé en la parte baja de la rodilla en mi pierna derecha, eso se me inflamó. Fue para un mes de diciembre. A mitad de mes me volví a caer. No le presté atención, hasta que fue empeorando. Ya no podía ni flexionar la rodilla. Los médicos en un principio dijeron que era una rotura de músculo, pero la biopsia determinó que era un cáncer de hueso”, detalló.
Tomó la noticia con una tranquilidad inimaginable. No se quebró y se enfocó solo en descubrir qué vendría ahora.
Daniel comenzó sus etapas de quimioterapias y siempre tuvo la amenaza latente de que podría perder la pierna. Para ese entonces desconocía que el cáncer había hecho metástasis.
“La tercera quimio me quemó la boca, no podía comer, perdí el cabello, me puse muy flaco, no tenía fuerzas para nada. Me armé de valor y poco a poco fui recuperándome, hasta terminar ese primer ciclo de quimioterapia. Luego me hicieron una tomografía que arrojó la buena noticia de que ya no tenía cáncer, sin embargo, las células cancerígenas se habían infiltrado en las venas. Corría el riesgo de que el cáncer volviera a subir de la pierna al resto del cuerpo”, dijo.
Solo había dos opciones: O vivir haciéndose quimioterapias por el resto de su vida o perder la pierna y erradicar el cáncer totalmente.
“No lo dudé. Solo quería estar sano. No me gustaban las quimioterapias. Sabía que eso podía pasar. Fue impactante el hecho de que ya había cosas que no iba a poder hacer nunca más y pasé por un nuevo proceso de adaptación”, comentó.
10 de junio de 2021 una fecha que jamás olvidará
Ese fue el día de la operación de amputación de pierna. “Ese día volví a la vida, pero tenía sentimientos encontrados. Lloré hasta más no poder, pero estaba vivo. Era normal decaer, pero no podía quedarme estancado, rendirme no era una opción. Fue una dura batalla, pero esa fortaleza interna también le dio fuerzas a mi familia y juntos vencimos”.
17 Quimioterapias tuvo que transitar para recuperar su salud totalmente. Un prolongado descanso y luego, una serie de ejercicios para prepararse para la llegada de una prótesis.
“Tuve que hacer terapias viéndome al espejo para asimilar que ya no tenía una pierna. Padecí el síndrome del miembro fantasma, me daban calambres, sentía que me picaba y hasta me dolía, porque en mi mente aún no asimilaba que ya el miembro no estaba”, contó.
Salir a la calle y ver las caras de las personas que te miran distinto fue otra de las pruebas que tuvo que pasar, duró tiempo sin ir al colegio y, sin embargo, volvió a llenarse de valor y volvió a reunirse con sus amigos en quienes encontró gran apoyo.
El retorno a la vida
Daniel se sometió a fuertes jornadas de ejercicios y se unió a diferentes actividades que incluyeron voleibol, béisbol y hasta ser portero de un equipo de fútbol, así retornó a una vida normal.
Hoy en día practica con el Club Deportes Acuáticos Angostura en el Gran Hotel Bolívar, siendo la señora Nancy Fonseca, dueña del equipo, una mano amiga para seguir fortaleciendo a Daniel como atleta de alto rendimiento.
Ahora con una sola pierna, tampoco ve limitaciones y hasta compite contra atletas sin discapacidad. Su más reciente logro fue cruzar a nado el río Orinoco.
Familia orgullosa
“Estamos bendecidos por tener a Daniel como hijo. Su actitud, su temple, es admirable y sorprendente. Siempre vamos tomados de la mano con Dios. Mi esposo y mis otros dos hijos siempre hemos estado unidos y vemos en Daniel un gran ejemplo de superación”, expresó la señora Lisseth, madre de Daniel.
Sueños por cumplir
“Mi gran sueño es participar en las olimpíadas, deseo competir a nivel internacional y representar a Venezuela, graduarme como ingeniero en informática y luego estudiar ingeniería electrónica. Sueño con tener una fundación para ayudar a personas con discapacidad y que deseen practicar un deporte, quiero darle la mano a quienes estén pasando por lo que yo viví porque sé que no es fácil y, por supuesto, ayudar a mi familia”.
Un mensaje para la juventud
“Les pido que se enfoquen en una sola cosa. Descubran su pasión y no importa los no, ni los obstáculos en el camino. Solo se gana cuando no te rindes”.
Gledis Bonilla
Ciudad Bolívar