En el universo musical, donde la brevedad suele ser la norma de un mundo cada vez más acelerado, algunas composiciones llegan para romper todas las convenciones y se extienden durante tanto tiempo que sabe a poco llamarlas simplemente canciones. Este artículo explora las canciones más largas de la historia. Desde el rock psicodélico de los años 60 hasta ambiciosas obras contemporáneas que duran horas, días o incluso años, estos experimentos musicales amplían los límites del arte sonoro e invitan a reflexionar sobre la percepción y la experiencia del tiempo a través de la música.
El ritmo lo marca el rock
En 1968, la banda Iron Butterfly lanzó «In-A-Gadda-Da-Vida», un tema que ocupó la totalidad de una cara del LP y, de paso, cambió la percepción de lo que podría ser una canción de rock. Con sus diecisiete minutos de duración, este tema se convirtió en un emblema del rock psicodélico y un antecesor de las extensas exploraciones sonoras que caracterizarían a muchas bandas en las décadas siguientes. La influencia de «In-A-Gadda-Da-Vida» fue tan significativa que incluso bandas como Pink Floyd tomaron nota, aventurándose en composiciones épicas que más tarde definirían su sonido.
Esta ruptura de los moldes establecidos inspiró a otros artistas a experimentar con la duración y la estructura de sus temas. Canciones como «The End» de The Doors y «Echoes» de Pink Floyd, que superan los diez minutos, o incluso «Stairway to Heaven» de Led Zeppelin, son ejemplos de cómo la industria del rock comenzó a abrazar y celebrar la expansión de los límites temporales en la música. Estos temas jugaron con las expectativas de duración, pero también exploraron profundidades emocionales y complejidades musicales que solo podían ser expresadas en formatos más largos.
La canción más larga del mundo
Entre las hazañas musicales que desafían la norma, «Zwei Jahre» está considerada la canción más larga del mundo con una duración de 90 minutos. Esta obra monumental de la banda alemana Phrasenmäher es reconocida por el Libro Guinness de los Récords como la canción más larga lanzada comercialmente, todo un experimento en la narrativa musical. Publicada en 2014, esta composición incluye 482 refranes y más de 11 588 palabras, transformándose en una exploración del lenguaje musical y la melodía.
La creación de una obra de tal magnitud es tanto un desafío técnico como artístico, que busca romper con las convenciones comerciales y explorar los límites de la atención y la paciencia del oyente. Su recepción fue variada: mientras algunos admiraron la ambición y la innovación detrás del proyecto, otros lo vieron como un ejercicio extremo de resistencia auditiva. Sin embargo, «Zwei Jahre» no solo atrajo la curiosidad de los entusiastas de la música, sino que también provocó un diálogo sobre el papel del arte a la hora de desafiar nuestras expectativas y percepciones, marcando un punto significativo en la evolución de las obras musicales muy extensas.
Una locura: seis siglos de tema musical
En el panorama de las composiciones musicales extremas, algunos proyectos trascienden las barreras del tiempo y el espacio. Entre ellos se encuentra «7 Skies H3» de The Flaming Lips, una canción de 24 horas, y «Longplayer» de Jem Finer, una composición diseñada para durar mil años, iniciada en el cambio de milenio y programada para concluir en 2999. Estas obras expanden los límites temporales de la música y exploran nuevas dimensiones de la experiencia auditiva, obligando al oyente a percibir el tiempo de manera diferente.
Sin embargo, el proyecto más emblemático en esta categoría es «As Slow as Possible» de John Cage, una obra para órgano que comenzó a ejecutarse en el año 2001 en la iglesia de San Burchardi en Halberstadt, Alemania, y que está programada para continuar hasta el año 2640. Con una duración total de 639 años, la pieza aborda de manera directa el concepto de tiempo en la música. Cage, conocido por sus enfoques experimentales y filosóficos hacia la música, utiliza este proyecto para cuestionar la permanencia y lo efímero, invitando a la audiencia a una meditación prolongada sobre la continuidad y el cambio.
La iglesia de San Burchardi, donde se realiza esta interpretación, no fue seleccionada al azar. Este sitio histórico, que ha sobrevivido siglos de tumulto y transformación, proporciona un contexto resonante para una obra que se extiende a lo largo de varias vidas humanas. Construida aproximadamente en el año 1050 y posteriormente desacralizada y utilizada para varios fines antes de ser redescubierta como un espacio cultural, San Burchardi ofrece un vínculo tangible entre el pasado, el presente y el futuro, reflejando las capas de tiempo que Cage busca explorar.
El órgano de San Burchardi, específicamente construido para este propósito, cuenta con un sistema de fuelles y pesos diseñado para mantener las notas sonando durante años, hasta que se programen cambios de acorde. Este enfoque único en la duración y en el mantenimiento de un sonido continuo rompe nuestro concepto de ‘interpretación’, al tiempo que reafirma el poder de la música para conectar eras y generar un diálogo continuo con el futuro.
Estas exploraciones musicales extensas revelan un aspecto fascinante de la naturaleza humana: nuestra incesante búsqueda de superar límites, incluso los del tiempo. Al desafiar la brevedad convencional de la música, artistas como John Cage nos invitan a reconsiderar no solo la función del arte, sino también nuestra relación con el tiempo mismo. Estos proyectos nos recuerdan que la música puede ser mucho más que entretenimiento; puede ser un desafío a nuestras percepciones y un medio poderoso para explorar y expandir los límites de nuestra experiencia temporal.
Con información de Muy Interesante.