Por: Francisco Delascio Chitty
En esta oportunidad nos referimos a las invasiones, pero no de aquellas realizadas con sutil violencia y verborrea convulsiva contra la propiedad privada o pública. Ni a la que se efectuaron los aqueos, en el segundo milenio antes de Jesucristo, cuando penetraron en la zona de los Balcanes. Y mucho menos, a la de seres extra planetarios, sino unas invasiones muy naturales, cuyos actores son innumerables organismos que viven y se alimentan de nosotros; muchas veces gracias al descuido higiénico.
Nuestra piel, con una superficie de dos metros cuadrados, es el campo propicio para que un ejercito de ectoparásitos busque establecerse sobre el, ocasionando enfermedades que han diezmado a millones de personas.
Ellos realizan su invasión con ingeniosos camuflajes, se valen de quimioreptores para localizarnos, de agujas, bisturíes, tenazas, ganchos, sierras para penetrar en nuestra piel; de una pequeña farmacia con anticoagulantes y anestésicos, para saquear nuestra sangre y huir sin ser vistos.
Entre estos astutos y sórdidos animales que han evolucionado con la humanidad, podemos citar: Al piojo (Pedículus humanus capitis), de cuerpo ovalado, chato, pardo-amarillento, de 2-6 mm., de longitud; patas con uñas en forma de pinzas, cabeza angosta, antenas cortas, ojos reducidos o ausentes, piezas bucales retráctiles, picadoras y chupadoras.
Nacen de huevos, una hembra puede desovar 18 millones de huevos en dos meses. Viven en el cabello y la ropa, ellos con dientes quitinosos chupan sangre del cuero cabelludo: produciendo no sólo picazón, sino también excoriaciones graves, y en casos extremos el tifus.
La pulga (Pulex irritans). Con cuerpo comprimido lateralmente, negro-rojizo-brillante, de 2 mm., de longitud; tienen patas fuertes, adaptadas para saltar; cabeza rechoncha con o sin ojos; antenas cortas; piezas bucales chupadoras y picadoras, colocan sus huevos en el polvo, rendijas de muebles, sobre colchones, sábanas, cobijas, cojines.
Sus larvas son blancas, transparentes; y aparentemente, la pulga madre vomita en la boca de ellas la sangre que nos chupa para alimentarlas. Con su picadura pueden transmitir la peste bubónica. Algunas pulgas eligen con predilección las pieles delicadas de las mujeres y de los niños.
Por otra parte ellas poseen una gran fuerza muscular, y así se han mostrado al público en los “circos de pulgas”, atadas por hilos de seda, arrastrando carritos, cañoncitos, carrocitas y ejecutando disimiles suerte. La nigua (Tunga penetrans); posee el cuerpo alargado aplanado de 1 mm., de longitud, la hembra penetra en la piel, y prefiere los pies desnudos debajo de las uñas.
Una vez afianzada, su abdomen se hincha con la sangre absorbida hasta adquirir un tamaño desorbitante, dada las proporciones del insecto. Luego la ovación tienen lugar, y resulta gravísima picazones, inflamaciones y ulceraciones.
Sobre éstos sanguinarios insectos, existen muchos datos folklóricos. Se dice que ciertos amantes franceses del siglo XVIII, le sacaban una pulga a su amante y la conservaban en una jaulita de oro que colgaban en su cuello, donde ésta se alimentaba de su sangre.
Paradójicamente, los piojos contribuyen al afianzamiento de los lazos efectivos en muchas comunidades, pues sus miembros pueden pasar horas enteras removiéndose o hurgando mutuamente el cabello en busca de huevos, larvas o adultos de estos animales; e incluso algunos lo consideran una delicatese. Igualmente estos insectos forman parte del refranero popular “Come más que una nigua”; Sarna con gusto no pica y si pica no hace roncha”; “Más difícil que encontrar piojos en cabeza de calvo”.