Francisco Delascio Chitty
El nombre totuma significa vaso o taza, en voz de uno de los dialectos cognados de los cumanagotos de Venezuela. El autogentilicio del cumanagoto, en forma general y sucinta, correspondía a la más importante de las varias tribus Caribanas que convivían en el extremo septentrional del país, entre los ríos Neverí y Unare (estado Anzoátegui). Se conoce también la totuma en diversas partes con los nombres de taparo, cucharo, güire, camazo, pamuco, cayadi, tarapito, totumo y tutumo. Botánicamente, se le denomina Crescentia cujete y pertenece a la familia Bignoniaceae (araguaneyes, apamates). El nombre de Crescentia, es en honor al escritor italiano Pietro Crescenti, de la época renacentista. Y cujete, es voz indígena tupí, con la cual se llamó a la planta. El taparo o totuma es un árbol hasta de 10 m de altura, ramas torcidas, hojas fasciculadas (formando un haz o manojo), obovadas, verde brillante. Flores blancas-amarillas, con líneas purpureas, que nace en número 1-2, directamente del tallo (cauliflora). Fruto esférico u ovoide elíptico de unos 30 cm de longitud o más. Semillas de 10 mm de longitud, embebidas en una pulpa abundante. Este árbol, además de suministrar una madera dura y resistente para la fabricación de pequeños muebles, es muy utilizado principalmente por sus frutos, a los cuales le han conferido múltiples aplicaciones como recipiente doméstico o elemento folklórico. Así como fue vaso de aparador y brilló en las cortes de Atahualpa y Moctezuma, que en el hicieron sus liberaciones rituales, por ser copia fiel del cielo (la gran totuma que cubre el mundo, llena de agua por los dioses, la cual vuelcan a su tiempo sobre la tierra) sirvió por muchos años e incluso en nuestra actualidad, como vaso de noche a miles de púdicas vírgenes y desvalidas ancianas. Con sus frutos se hacen adornos, instrumentos musicales (maracas, flautas, trompeta), copas, vasos, platos, cucharas, flotadores para anzuelos o atarrayas, escafandras, estas últimas eran empleadas por los llaneros que se sumergían en los ríos para cazar a los caimanes. También los frutos de totumo han formado parte de los rituales mágicos-religiosos de algunas de nuestras etnias, los waraos del Delta del Orinoco, hacen con ellos las maracas sagradas o “mataro” con las cuales el wisiratu o sacerdote curandero se ayuda para liberar de cualquier dolencia natural o metafísica al enfermo. Igualmente, los Maquiritares (Yekuanas) del Valle de Culebra, en el Amazonas, emplean estos frutos para hacer sus madawa o madaka (maracas) para el mismo fin. En la medicina popular, el taparo o totuma tiene las aplicaciones siguientes: con la decocción de la corteza de su tallo se preparan fomentos (paños o telas sumergidas en esa decocción, que luego de exprimir se colocan en la zona afectada), contra la inflamación de las hemorroides y el prurito vulvar. Las hojas machacadas y aplicadas como emplastos, para detener las hemorragias y como agente cicatrizante. El zumo de las hojas, algo caliente, se coloca en gotas para quitar el dolor de oído. El jugo de 1-6 cucharadas de la pulpa del fruto, mezclada con azúcar, se usa para combatir el asma, la tos, la pulmonía, las gripes y los parásitos intestinales. La pulpa en cataplasma, sirve para curar los golpes, contusiones, dolores de cabeza, enfermedades de la piel y llagas, mezclando la pulpa con azúcar y algo de aceite, a fuego lento, se obtiene un jarabe laxante, sudorífico, expectorante y para quitar los trastornos circulatorios (varices). Ese mismo jarabe ha sido utilizado para expeler la placenta después del parto; por ello no debe ser tomado por mujeres embarazadas. También a la pulpa le atribuyen propiedades anticonceptivas. De la semilla se extrae un aceite, el cual se emplea como cataplasma o emplasto para curar la bronquitis y ablandar los tumores.
Francisco Delascio Chitty.-