A sus 81 años de vida, de los cuales 62 ha dedicado a la docencia, el profesor José Antonio Páez mantiene intacta la pasión por la enseñanza, se llena de orgullo al contar que tiene más de 500 “hijos” por todo el mundo al referirse a los profesionales que ha formado.
Sus conocimientos, experiencias, su gran corazón, buen sentido del humor y humildad, lo hacen ser admirado y respetado por quienes tienen la fortuna de conocerlo.
En ocasión a la celebración del Día del Profesor Universitario, el diario El Luchador rinde tributo a los docentes de todas las universidades del país, contando la historia de este ilustre personaje de la región, quien tiene en común con el prócer de la independencia, su nombre y el espíritu de lucha, aunque no desde las armas sino desde las aulas de clases.
Nace el maestro
José Antonio Páez, nació en Guasipati, estado Bolívar, con orgullo dice que se crió en un campo, en el hato La Yeguera. En sus inicios se interesó mucho en leer. “Un día agarré el libro Mantilla, fui al pueblo, me puse a estudiar y no volví al campo”, comenta con nostalgia.
Quiso ser docente en honor a un gran maestro que tuvo en su escuela. En Ciudad Bolívar, estudió en el Grupo Escolar Mérida y tuvo que dedicarse a la joyería para poder costear sus estudios, cuando se emprendían las luchas para acabar con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. “Corrí con la buena suerte de que al caer la dictadura, el país fue lleno de escuelas y pude graduarme de maestro en el año 1962”, recuerda con satisfacción.
Ya como maestro fue comisionado por el Ministerio de Educación para instalar escuelas en todas las zonas rurales del estado. En dicha labor estuvo acompañado por la maestra Teodora Méndez de Montes, quien venía de estar prisionera en la cárcel de Isla Guasina, en Delta Amacuro.
“Era una época de lucha de maestros y estudiantes. Recuerdo que en la resistencia fui parte de una brigada juvenil clandestina que llevaba el correo. En ese entonces tenía 14 años”.
De las escuelas a las universidades
El salto de aperturar y dar clases en escuelas a dar clases en universidades lo da tras regresar de España, con títulos de posgrado que lo acreditaban para tal labor.
“Regresé y durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, se planificó la creación de una universidad para adultos. Así surgió la Universidad Nacional Abierta (UNA) en el año 1977. Yo había estudiado andragogía. Me llamaron, concursé y gané la oportunidad para dirigir esta universidad. Trabajé allí más de 20 años”.
Un legado en la educación
Luego de pasearse por dos décadas en la UNA, llegó su jubilación, pero con esta se le presentó otra gran oportunidad.
“Vino, el rector de la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho (UGMA) Barcelona, aún yo era director de la UNA, y me dijo: En lo que te jubilen de la UNA serás el director de la Ugma. Fue así como me jubilaron un viernes y el lunes siguiente era director fundador de la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho”.
Ya son 30 años a la cabeza de la UGMA, en donde ha tenido la oportunidad de contribuir a la formación universitaria de cientos de estudiantes.
El Día del Profesor Universitario
Para el profesor Páez el Día del Profesor Universitario no puede separarse del Día del Maestro ni del Día Estudiante Universitario, “porque a las luchas clandestinas de maestros y estudiantes que llevaron a represiones para derrocar a Marcos Pérez Jiménez también se unieron, un 5 de diciembre, los profesores universitarios de la UCV”.
La universidad de antes y la de ahora
Al abordar la diferencia de la educación universitaria de antes a la de ahora, nuestro entrevistado hace énfasis en tres aspectos: los estudios, la gente y los valores de los docentes.
“Un docente debe ser intachable. Es el ejemplo a seguir. Para ser profesor universitario en mi época se tenía que pasar por muchas pruebas, y quien aprobaba era porque además de sus conocimientos poseía muchos valores. En la actualidad, hay que transformar la personalidad de quien se va a dedicar a la docencia”.
Así mismo, se refirió a la educación universitaria de su época.
“Antes se recibían ocho horas de clases diarias. Los docentes eran muy exigentes. Se cuidaban mucho los valores porque de nada servía formar a un estudiante que tenía 18 puntos, pero estaba raspado en valores éticos y morales, porque el mayor título es el de gente”.
Desafíos de las universidades en la actualidad
Páez, también reflexionó sobre los retos de las universidades en la actualidad, mostrando preocupación por la deserción docente.
“Actualmente, la formación docente debe ser prioridad, quizás afecta la parte económica y por eso el docente prefiere irse del país o dedicarse a otro oficio. En la UGMA, por ejemplo, contamos con programas de formación docente porque nos caracteriza la excelencia académica”.
Reflexiones del maestro
El profesor Páez, además de dar cátedra en educación, también da cátedra de humildad.
“Puedes llegar muy lejos, pero nunca puedes perder la humildad porque la arrogancia es un veneno que daña el alma y la socialización”.
Cuando le preguntamos si extraña aquellos tiempos de maestro en el campo, las lágrimas brotaron de sus ojos. “Fue mi vida. Son recuerdos tan felices. Miro atrás y veo que aquel fue un mundo desarrollado para fortalecer la familia, la sociedad, los valores y llevar el conocimiento en concordancia. Sí, lo extraño”.
También afirma que lo mejor de ser profesor universitario es “la espiritualidad de la persona que tiene un sentido de pertenencia hacia sí mismo y hacia los demás”.
A pesar de su dilatada trayectoria profesional y experiencia, se siente con más energía que nunca. “A veces me dicen que me dedique a descansar, pero les digo que tengo toda la muerte para eso”.
Ahora mismo está desarrollando un proyecto para recuperar la hispanidad y tiene en mente escribir un libro que rescate sus vivencias en su entrañable campo.
“Me gustaría escribir sobre aquel campo para recordar a mi caballo Bayo, mi burro Azul, mi perro Galán, mi vaca Morrocoya y mi chiva”, concluye con una sonrisa que refleja un amor y agradecimiento infinito a Dios por la noble misión que le ha encomendado en esta vida.
Gledis Bonilla.-