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domingo, enero 12, 2025

El Vaticano aprueba las directrices de obispos italianos que permiten sacerdotes homosexuales

La Santa Sede, a través del Dicasterio para el Clero, ha dado el visto bueno para que la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), de forma experimental, consienta el acceso también a las personas homosexuales en los seminarios transalpinos. La novedad, que supone igualmente un elemento de apertura, al mismo tiempo representa una consolidación de la postura del Vaticano acerca del acceso al sacerdocio. En términos generales, es indiferente que una persona tenga una determinada tendencia sexual. Lo esencial, para la Iglesia Católica, es que quien entra en un seminario tiene la obligación de vivir en la «castidad» y el «celibato».

Las nuevas reglas para el acceso a los seminarios italianos han entrado en vigor esta semana y tendrán una validez de tres años. El documento aprobado consta de más de noventa páginas y, en el tercer capítulo, se aborda la temática vinculada a las personas homosexuales. En relación a esto, «la Iglesia, aun respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir en los seminarios a aquellos que practican la homosexualidad». Una «práctica» que, de hecho, se impide por igual a heterosexuales y homosexuales al obstaculizar su entrada en un seminario.

Para la CEI, la limitación de acceso a los seminarios va más allá de la mera tendencia sexual de una persona, sino que se enmarca en la centralidad de la castidad y el celibato del futuro sacerdote. Dentro del ámbito afectivo y sexual de la formación del candidato, la organización de los obispos transalpinos recuerda que el objetivo es «la capacidad de acoger como un don, de elegir libremente y vivir responsablemente la castidad en el celibato».

Entrando en detalle, el documento aclara que, para la Iglesia Católica, «la castidad es la libertad de la posesión en todos los ámbitos de la vida» y, por tanto, también en el «afectivo y sexual». Donde el «celibato» representa la «motivación» que explica la «renuncia», las «frustraciones» y la «falta de gratificación afectiva y sexual». La CEI, así pues, apunta a una «armonía general» del candidato a sacerdote, quien debe «conocer e integrar los objetivos propios de la vocación humana y presbiteral».

La decisión tomada esta semana por la organización de los obispos italianos -y avalada por el Vaticano- de admitir a personas homosexuales en los seminarios representa, por lo tanto, una apertura y, a la vez, una aclaración. Sobre todo después de que, en mayo del año pasado, y a puerta cerrada con los obispos italianos, el Papa Francisco asegurara que en los seminarios había demasiado «mariconeo». Una palabra desafortunada -en la que posiblemente Jorge Mario Bergoglio no conociera la connotación poco refinada en italiano- que tuvo repercusión en todo el mundo y por la que el Pontífice pidió disculpas públicamente, aunque fueran fruto de una filtración; donde el obispo de Roma no se refería a los homosexuales como tales, sino a aquellos que, dentro de los seminarios, no respetan el voto de castidad.

El desacierto por lo pronunciado el pasado mayo por el Papa Francisco, igualmente, no eclipsó sus gestos de apertura hacia el colectivo homosexual desde el inicio de su pontificado. En el avión papal de vuelta de Río de Janeiro en julio de 2013, tan solo cuatro meses después de su elección, pronunció la histórica frase: «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». Unas palabras nunca antes pronunciadas por un Pontífice.

Con información de medios.

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