Por: Francisco Delascio Chitty
Sobre una danta cabalga María Lionza, y bajo las patas del animal gruesas culebras símbolos del odio, la intriga y el egoísmo son aplastadas. La exuberante “musa”, alza en sus manos una pelvis, como representación del amor. Tristemente la danta como animal, puede convertirse en un mero y curioso recuerdo, ya que ella, enfrenta un alto riesgo de extinción en vida silvestre por no tomar controles preventivos y de protección. La danta, danto, anteburro o “maikure” en Pemón, es un animal arcaico, extraño parecido al rinoceronte en la forma de sus patas y cabeza, y pariente de los caballos, burros y cebras. Su origen se remonta al Pleistoceno (hace un millón de años). En la actualidad representa la forma más antigua de mamíferos con pezuñas, que envuelven en sus miembros posteriores, tres dedos (peridodáctilos, del griego “perissos”, impar y “dáctilos” dedos). Se hallan las dantas solo en la Península Malaya y en América Tropical, conociéndose hasta ahora cuatro especies. De ellas, el Tapirus terrestris, es el más común en Venezuela. El epíteto Tapirus, es nombre latinizado que deriva de la voz tupi, tapira (gruesa) refiriéndose al grosor de su pelaje. Y, terrestris, también del latín significa que vive sobre la tierra. Presenta nuestra danta, un cuerpo grueso y macizo, con un pelaje cerdoso, áspero, oscuro-acerado, y una corta crin que se extiende desde el cuello a la espalda. Su hocico se prolonga en forma de trompa (proboscis), la cual mueve a su arbitrio. Puede llegar a pesar 300 Kg., y medir 2 metros de largo y 1 metro de alto. Su gestación es de 14 meses, y pare una sola cría o lechoncito que presenta inicialmente una coloración marrón-rojiza con manchas y rayas blancas. Las dantas son animales solitarios, tímidos, ariscos y cautelosos, que habitan en áreas boscosas, en las cercanías de cuerpos de agua, donde les gusta zambullirse o revolcarse en sus orillas fangosas para refrescarse y ahuyentar la plaga. Además de ser buenos nadadores y buceadores, son excelentes escaladores de terrenos quebrados (en algunas escarpas del Roraima, hemos visto sus huellas) y veloces corredores. Las dantas son consideradas tabú para ciertos grupos humanos, que entrañan la creencia de que su ancestro es ese animal, y con ellos se sienten ligados socialmente entre sí. Tal es el caso de los piaroas, que se dicen descendientes de la danta o de la subtribu yanomama los Xama-tari “gente de la danta”. Ciertos indígenas del Amazonas pulverizan las pezuñas de la danta, luego las queman, y el humo se lo dan a inhalar a una mujer parturienta, para que así haga fuerza, facilitándose el parto. También le dan a beber estiércol de danta disuelto en agua, a quien padece diarrea. Otros utilizan las costillas labradas, para hacer las puntas de sus flechas o arpones. Dicen que si una mujer tiene el período, el danto la ataca. Trabajando con un grupo de Yekuanas (Maquiritares), en el caño Yureba (Amazonas), ellos me explicaron que dicho lugar era un “montoa” o sitio de reunión de muchos animales, donde la actividad de cacería debe hacerse por temporadas y sin abusos. Que en dicho caño, las dantas son muy gordas, pues se alimentan de una planta cual lechuga, adherida a las rocas de los rápidos o cascadas del caño, llamada Awatü (Mourera fluviatilis). Existiendo la creencia de que si una persona debilucha se frota el cuerpo con esa planta, engorda. Pero volviendo a la danta, éstos Yekuanas dicen que si tienen un mal comportamiento en el “montoa” al cazar una danta, ésta antes de caer hace una serie de curiosos círculos, como señal de que el cazador será castigado. ¡Ojala! dicha creencia, que en sentido empírico encierra el correcto aprovechamiento y manejo de un recurso natural, se haga extensiva y proliferen muchos “montoas” en el país.
Francisco Delascio Chitty.-