El español no conocen límites y el objetivo es ganar su décimo torneo de Roland Garros
Cuando hace un año Rafael Nadal abandonaba Roland Garros con la muñeca en cabestrillo, pocos apostaban porque el español de los 9 Grand Slam de tierra batida podría volver como favorito a reconquistar el título que ha forjado su leyenda y que comienza mañana en París.
Pero la fuerza y determinación del oriundo de Mallorca no conocen límites y el objetivo de levantar su décima Copa de los Mosqueteros ha sido un combustible perfecto para su motivación, la misma que, entre tanto, parecen haber perdido los otros tenores del circuito, empezando por el número 1 del mundo, el británico Andy Murray, y por el defensor del título, el serbio Novak Djokovic.
Nadal vuelve a llegar con el sello de favorito a un torneo que no gana desde 2014, cuando levantó su último Grand Slam, y tras haber superado una travesía del desierto en la que muchos le daban ya por alejado de las élites.
Pero desde que 2017 echó a andar, Nadal recuperó el brillo de su juego, desembarazado de los problemas físicos, asesorado por Carlos Moyá en el lugar que, desde niño, ocupaba su tío Toni.
Pero desde que 2017 echó a andar, Nadal recuperó el brillo de su juego, desembarazado de los problemas físicos, asesorado por Carlos Moyá en el lugar que, desde niño, ocupaba su tío Toni.
Una recuperación que comenzó a apuntarse cuando a principios del año alcanzó la final del Abierto de Australia, la primera de un grande desde su último triunfo en París, pero que se aceleró desde que volvió a pisar el ocre que ha forjado su leyenda.
Las victorias en Montecarlo, Madrid y Barcelona atestiguan de que el mejor Nadal está de vuelta. Solo la derrota en Roma frente al joven torbellino austríaco Dominic Thiem, motivada según su propia confesión en una fatiga más moral que física, vienen a recordar que los años han pasado y que el tenista, que cumplirá 31 la semana próxima, colma con experiencia los huecos que va dejando la edad.
Al retorno de su mejor versión suma el español su impresionante currículum en Roland Garros, donde solo ha perdido dos partidos de 74, y sobre la tierra batida, donde ha ganado el 91,6 % de los 417 partidos disputados y 52 de sus 72 títulos.
Jugar contra Nadal en arcilla es «como subir el Tourmalet, el Aubisque y el Alpe d’Huez», asegura Emmanuel Planque, el entrenador de Lucas Pouille. Esa sensación, que parecía haber desaparecido en los últimos años, ha regresado con la vuelta de mejor mallorquín.
A ellos se suma que ningún rival ha hecho durante la temporada méritos suficientes como para contrarrestar su ascendente.
Djokovic, que hace un año completó en París la cuádruple corona, parece haber perdido el norte de su carrera, carente de ambiciones.
Solo su reciente final en Roma permiten pensar que el serbio ha vuelto a sentir hambre de triunfo con la cercanía de Roland Garros.
Solo su reciente final en Roma permiten pensar que el serbio ha vuelto a sentir hambre de triunfo con la cercanía de Roland Garros.
El jugador ha reconocido que su tenis estaba «a la deriva» y, si en 2016 apostó por acercarse Boris Becquer para conquistar su primera Copa de los Mosqueteros, ahora se ha puesto en manos de otra vieja gloria, el estadounidense André Agassi, que ha tomado el puesto del técnico de toda su vida Marian Vajda.
El suizo Roger Federer, el único que ha completado una temporada a la altura de la de Nadal, ha preferido dejar al español franco el reinado de la tierra batida para reconquistar con más garantías y a sus 35 años el de la hierba que seguirá. Y el británico Andy Murray, que pasea por el circuito con orgullo su número uno del mundo, ha jugado poco y no muy bien, sobre todo en tierra batida.
El año pasado llegaba a Roland Garros con el mejor balance de victorias antes de alcanzar la final de París. Esta temporada ha cosechado cuatro derrotas en 9 partidos y solo en Barcelona, donde alcanzó la semifinal, pareció recordar al mejor Murray.
Nadal aparece pues como el mejor situado para proseguir en París el reinado del llamado «big four», a menos que el castillo sea asaltado por la nueva generación.
A sus 23 años Thiem es el más maduro de los revolucionarios y llega a una superficie que no duda en considerar como su favorita, donde este año ha alcanzado las finales de Barcelona y Madrid, batido en ambos casos por un Nadal, de quien se vengó en los cuartos de final de Roma.
A sus 23 años Thiem es el más maduro de los revolucionarios y llega a una superficie que no duda en considerar como su favorita, donde este año ha alcanzado las finales de Barcelona y Madrid, batido en ambos casos por un Nadal, de quien se vengó en los cuartos de final de Roma.
El alemán Alexander Zverev, que tiene tres años menos, ha mostrado más eficacia, sumando en Roma su primera gran victoria, acompañada, también sobre tierra batida, de la de Múnich.
Resta por ver si aguantarán la presión de dos semanas jugando a cinco sets y de ver que, frente a ellos, vuelven a tener a un Nadal en plena reconquista de su cetro
Leer más en: http://www.liderendeportes.com/noticias/mas-deportes/nadal-vuelve-a-roland-garros-como-favorito.aspx#ixzz4iJeUHsTZ