«Mmmm… ¡huele que alimenta!». Más de una vez has dicho o escuchado esta popular expresión, utilizada cuando un plato o alimento excita tus fosas nasales. Pues bien, amigo, ahora resulta que es cierto. Al menos eso es lo que aseguran los investigadores de la Universidad de Berkeley (California, EEUU): oler los alimentos antes de comerlos puede hacernos engordar.
En el estudio, publicado en ‘Cell Metabolism’, los expertos demuestran que el sentido del olfato del cuerpo está ligado a su decisión de almacenar grasa en lugar de quemarla. El experimento se llevó a cabo en ratones, pero todo parece indicar que en los humanos ocurre lo mismo.
Para llegar a tales conclusiones, los expertos, Andrew Dillin y Celine Riera, estudiaron tres grupos de roedores (ratones normales, ‘super-olfateadores’ y otros sin olfato) y observaron una correlación directa entre su capacidad de oler con la cantidad de peso que ganaron consumiendo un régimen alto en grasa. «Dieta Burger King», la llama Dillin.
Cada ratón fue sometido al mismo régimen hipercalórico, pero solo ganaron más peso aquellos con cuyo olfato estaba superdesarrollado. Los roedores normales también engordaron. De hecho, la mayoría dobló el peso que tenían al comienzo de la investigación. Aquellos que no eran capaces de oler nada solo aumentaron un 10% su peso inicial; y los de este grupo que ya eran obesos, adelgazaron.
La investigación demuestra cómo el olfato puede condicionar las funciones del cerebro relacionadas con el apetito y el metabolismo. «Este descubrimiento es realmente novedoso en el campo de la alimentación», revela Riera.
Ahora, este hallazgo podría ser probado y utilizado en seres humanos. En teoría, las personas obesas que están luchando por adelgazar podrían eliminar o reducir temporalmente su sentido del olfato para así ayudarles a controlar los antojos y a quemar calorías y grasas más rápido.
¿Se puede ‘engañar’ todavía más al cerebro? Parece que sí. Después de comer, la sensibilidad olfativa de los humanos disminuye, por tanto «si un individuo estaba comiendo con un sentido del olfato reducido, su cabeza podría burlar a su cuerpo, que optará por consumir calorías en lugar de almacenarlas», asegura Riera.
No todo es de color de rosa
Parece que solo es necesario taponarse la nariz para adelgazar sin hacer ningún esfuerzo. Pero, como en todo en la vida, no es oro todo lo que reluce. Riera advierte que «las personas que no tienen olfato pueden sentirse deprimidas, ya que es un sentido que incide directamente en el comportamiento». Asimismo, estos individuos pierden completamente «el placer de comer».
Estas no son las únicas consecuencias. Los ratones del estudio que perdieron su sentido del olfato también experimentaron un aumento significativo en sus niveles de noradrenalina, una hormona que controla el estrés del sistema nervioso. Si los niveles son muy altos, la persona puede incluso sufrir un ataque al corazón.
«Eliminar el sentido del olfato humano sería el último paso a dar», dijo Dillin, recoge ‘Nymag’. No obstante, y a pesar de los riesgos, este experto en células madre se pregunta si realmente puede ser una buena opción para las personas obesas que están considerando seriamente tomar medidas drásticas para bajar de peso, como la reducción de estómago o la cirugía de banda gástrica, «a pesar de correr el riesgo de que aumenten los niveles de noradrenalina».
Además, es un mecanismo reversible, pues tanto en humanos como en ratones la capacidad para disminuir o eliminar el sentido del olfato es solo temporal. En el experimento, los investigadores inyectaron una toxina a los ratones que destruyó las neuronas que controlan el olfato, pero estas se regeneraron al cabo de 3-8 semanas.
«Para utilizar el método en humanos los científicos tendrían que saber cuántas de las neuronas olfativas que se pueden destruir y con qué frecuencia», asegura Dillin. Porque, además, una vez que el sentido del olfato vuelva, el peso también podría regresar. «Todavía no lo sabemos; tenemos mucho que investigar aún», sentencia el experto.
Fuente: El Confidencial