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martes, noviembre 26, 2024

Semana de récords: ventas por u$s 2400 millones con un Da Vinci de por medio

En 20 subastas de Nueva York se sumaron u$s 2400 millones y se superaron 74 hitos de venta. Por el Salvatore Mundi hubo fuertes pujas hasta los u$s 450 millones

La semana pasada fue memorable. En 20 subastas de Nueva York se sumaron u$s 2400 millones y se superaron 74 récords de venta. La estrella era la obra atribuida a Leonardo Da Vinci, que tenía un comprador firme que garantizó un desembolso de u$s 118 millones, pero nadie sospechó que habían ocho interesados hasta los u$s 230 millones y luego quedaron dos sobrevivientes con grandes espaldas, quienes lo pujaron hasta u$s 450 millones. ¿Quién es el comprador? ¿Será de Dubai, Qatar o quizás de Pasadena, California? En poco tiempo esos datos serán conocidos.

En una sola noche las ventas de 49 obras recaudaron u$s 786 millones. Para fomentar la inmortalidad y vigencia de Da Vinci la obra se vendió junto al arte contemporáneo, con obras de Warhol de diez metros de largo y que eran serigrafías de la «Última cena de Da Vinci». Por ella se pagaron u$s 61 millones.

También un CyTowbly se vendió en u$s 46 millones, con lo que fueron 20 obras por arriba de los u$s 10 millones. La inflación de precios en el mercado no tiene parangón, parecen bitcoins más que obras de arte.

En 1980 Amalia Lacroze de Fortabat compró su lindísimo Turner en u$s 7 millones y era la pintura más cara jamás vendida. Luego en 1987, Yasuda Cia de Japón pagó u$s 40 millones por un Van Gogh, y Saito (otro japonés) pagó u$s 82 millones por otra obra del holandés, que hoy representaría u$s 157 millones.

Más tarde un árabe pagó u$s 179 millones por un Picasso, la familia que gobierna Qatar pagó u$s 260 millones por un Gauguin, y una cifra parecida por un Cézanne. El año pasado, el inversor Kenneth Griffith pagó u$s 300 millones por un De Kooning y u$s 200 millones por un Pollock, y los tiene en préstamo en el Instituto de Arte Moderno de Chicago, ni siquiera los tuvo unos días en su casa. Ahora, llegó el momento del Da Vinci de u$s 450 millones. Ya nadie comprende nada. ¿Quién arriesga una tasación de obras importantes? No hay dudas que estas cuatro décadas son como el «siglo de oro» del mercado. Se confirma mi teoría que para papel pintado por gobiernos, los inversores prefieren papel pintado por artistas. El Arte es lo más prestigioso en este mundo capitalista y los millones de las ventas lo confirman año a año. Ya no se habla de arte, se habla de dinero y de los precios del arte. El tener obras significa un ascenso social y todos los días se incorporan interesados en participar. Todos los años hay 700 nuevos museos y hay que presentarlos con buenas obras y si además son de firmas reconocidas mejor, eso genera una demanda que pareciera ya no reconoce límites de gastos.

Tener obras de las firmas más conocidas garantiza el prestigio de los museos y aquellos que tienen donantes o fondos propios entran al mercado y producen esta inflacionaria realidad. No se compra una obra de arte, se está comprando prestigio y buscando la atención de la sociedad.

Hoy desgraciadamente cuenta más la firma o el mito y leyenda de una obra o autor, o si el vendedor es conocido se paga más. Por ejemplo, una obra de Basquiat se ha vendido en u$s 11 millones porque tenía como antecedente que la vendedora era Yoko Ono. Se pagan u$s 28,5 millones por una obra de Marc Chagall porque desde hace 90 años está en la misma familia y no ha sido expuesta. No se pagan las condiciones propias de la obra en si, sino mitos y leyendas que rodean las obras. Ningún museo del mundo se mantiene con la venta de entradas, pero su prestigio aumenta cuando es muy visitado y para ello deben generar noticias que atraen visitantes. El comprador del Da Vinci busca prestigio y considera que lo que ha pagado lo justifica. No importa si la obra está muy restaurada, si de la mano del artista queda tan sólo un 10%. Se está comprando una marca. Ni siquiera se compra una imagen de Jesús, de eso no se habla ya que seguramente serían menos los candidatos interesados, como ocurre con todo el arte religioso. ¡Qué lindo tango crearía Discépolo si lo relacionara con esta última venta!

 

 

 

Vía: Cronica

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