Levantándose del suelo tras sufrir un resbalón, y olvidándose de un percance en el tobillo, la estadounidense Serena Williams batió a su compatriota Alison Riske, por 6-4, 4-6 y 6-3 en dos horas y un minuto, para acceder a las semifinales de Wimbledon, por duodécima vez en su carrera.
Buscando levantar la Venus Rosewater Dish, la bandeja que corona a la campeona, y que ella ha tenido en sus brazos en ocho ocasiones, Serena se impuso a Riske para ganar su partido 97 sobre la hierba de Wimbledon, y situarse a un paso de igualar la ronda del año pasado, donde cedió el título ante la alemana Angelique Kerber.
Serena logró 19 saques directos, y cerró con el último de ellos el partido contra Riske, para despedirse por unas horas de la Pista Central, donde regresará después para jugar el partido de la segunda ronda del mixto, junto con el británico Andy Murray, contra el francés Fabrice Martin y la estadounidense Raquel Atawo.
La lucha entre las dos estadounidenses fue titánica, con Riske, verdugo de la número uno del mundo, la australiana Ashleigh Barty, en la ronda anterior, defendiendo su primera llegada a los cuartos de final de un grande.
Pero la de Pittsburgh, cedió por sexta vez su saque, a la cuarta oportunidad, en el octavo juego del último parcial, y además con doble falta, la sexta, para propiciar que Serena machacase luego con el suyo y situarse así y de nuevo más cerca del que quizás pueda ser el último gran reto de su carrera, igualar los 24 títulos del Grand Slams de la australiana Margaret Court.
Desde que Serena ganó el último de ellos, en el Abierto de Australia en 2017 cuando estaba embarazada de dos meses, el 23 de su cuenta, la menor de las Williams ha tenido cinco oportunidades para igualar el récord de Court.
Pero tras su regreso a las pistas después de dar a la luz y recuperarse cayó en los octavos de Roland Garros, en la final de Wimbledon y del Open Usa, todos el año pasado, y en los cuartos este año en Melbourne Park.
Ahora se enfrentará contra la ganadora del choque entre la británica Johanna Konta y la checa Barbora Strycova.
EFE