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Ciudad Bolivar
jueves, septiembre 19, 2024

La otra migración

Mucho se habla sobre la crisis migratoria venezolana.

Impactan los testimonios de los caminantes que cruzan por las trochas a Colombia e intentan cada vez con mayor dificultad continuar hacia el sur del continente, de los que se hacinan en Boa Vista –con algunos vivos cobrando periódicamente su mesada de ACNUR como refugiados sin serlo- y las varias tragedias en el cruce por mar a Aruba, Curazao y Trinidad.

Hay mucha gente buena que se va desesperada y uno que otro malandrín que tan mala imagen comienzan a crearnos entre vecinos que hasta hace poco, gracias a CADIVI, se alegraban por los “tabaratos” que movíamos sus economías.

Poco se comenta, sin embargo, de otra migración que de manera sostenida se viene dando años atrás, antes incluso que las salidas se hicieran éxodo: se trata de buena parte de nuestros empresarios y un número importante de nuestros mejores talentos en un fenómeno cuyo impacto seguramente no se ha medido y que replica la primera oleada de exiliados de la Cuba comunista. Los segundos sobresalen en los más prestigiosos centros de educación e investigación del mundo y los primeros invierten en otras tierras no solo su dinero sino más importante aún su empuje y experiencia para generar negocios, puestos de trabajo y riqueza que bien pudieran beneficiar largamente al país de origen.

El pasado fin de semana, viajamos a Cap Cana, ese paraíso del caribe que bien pudieran ser nuestras bellísimas playas, a atender un grato compromiso de familia. Arribamos al aeropuerto de Las Américas, vibrante de actividad y en pocos minutos transitábamos de Santo Domingo a Punta Cana por la autopista del Coral, construida por Odebrecht y financiada con una parte de los 4 mil millones de dólares que la PDVSA de Chávez prestó a Republica Dominicana que por cierto pagaron el pasado mes de Enero con un descuento de 52 %. Poco menos de dos horas en una vía rápida, sin huecos, policías acostados, basura ni maleza a los costados, alcabalas –peajes si-  en una distancia equivalente a la Maturín Barcelona.

Próximos a nuestro destino, pasamos frente al Blue Mall, desarrollado por venezolanos, ponemos gasolina en una estación propiedad de venezolanos, nos detenemos en el Downtwon con una multiplicación de atractivos espacios promovidos por venezolanos, conocemos de masivos proyectos inmobiliarios adelantados por venezolanos.

Es de noche cuando nos reencontramos con una veintena de buenos amigos y tras emocionados abrazos conocemos de lo que ha sido su vida fuera de nuestras fronteras. Nos alegramos muchísimo saber de sus logros en los varios países en los cuales se han residenciado. Banca, Seguros, Construcción, Comercio, Turismo, Educación, Salud, son algunos de los sectores en los que se desenvuelven sembrando capitales y sudores en tierras extrañas que empiezan a serle propias; añoran a Venezuela y dicen querer regresar pero afirman no atreverse bajo las condiciones actuales de país.

Cuando un grupo local que animaba la velada comenzó a tocar “Viva Venezuela, mi Patria querida”  todos sin excepción incluidos nuestros hijos que aparte disfrutaban también de afectos sembrados desde su niñez, nos lanzamos a cantar eufóricos. Ojala pronto puedan estar de vuelta; de ellos necesitaremos para construir una nueva nación.

Redacción / Luis Eduardo Martínez Hidalgo

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