Rosanna Moya
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La crecida del río Orinoco a lo largo de los años ha causado estragos, dejando a su paso a miles de damnificados que pese a todo y aun reconociendo el peligro que representa, regresan a sus viviendas por no tener a dónde más ir.
En este año en el que las lluvias han comenzado a causar estragos en casas, calles y avenidas y amenazan con una inminente creciente del río y lagunas de la región, el equipo de El Luchador entrevistó a una persona que desde su infancia ha vivido todas las crecientes del río Orinoco, las cuales han dejado huellas en su memoria y en la de toda su familia.
Elba del Valle Mares, habitante del barrio La Lorena durante 65 años, nos relata cómo ha sido su vivencia durante estos acontecimientos que han pasado a formar parte de la historia de la ciudad capital, siendo Elba una de las víctimas.
En el año 1943 el río llegó a 18, 03 metros sobre el nivel del mar, en ese momento Mares solo tenía 10 años y comenzó a vivir las crecidas del Orinoco; de aquella lejana fecha no conserva memoria, pero nos comenta: “Yo recuerdo la tercera crecida más grande de la historia en Ciudad Bolívar, el Orinoco llegó a crecer a 18,05 metros, fue el 6 de agosto de 1976, la Laguna Los Francos cruzó del callejón Los Francos II hasta la calle Junín, casi media Lorena fue inundada». Y, es que cuando el río crece, las lagunas del Medio y Los Francos se llenan, anegando las casas que se encuentran en sus alrededores. Elba prosigue: «Yo vivía en esa época en la calle El Guamache y recuerdo que después que se inundaron las casas, los malandros las tumbaron. A nosotros no nos tocó el río en ese entonces, porque donde vivíamos nunca llegó el agua”.
“El 13 de agosto de 1998 el río alcanzó hasta 17,08 metros, ya vivíamos en el Callejón Los Francos II» continúa narrando Elba. «Esa vez sí nos sacó el río, la crecida no fue tan grande pero la laguna pasó del patio de la casa hasta la orilla de la calle por donde vivimos, nos tuvimos que salir. Esa vez alquilamos habitación allá arriba de La Lorena, hasta que el río bajó otra vez y nos devolvimos para la casa”, expresó.
“Hace tres años que el río volvió a subir y llegó a 18,34 metros y en esta última crecida Defensa Civil me sacó. Llegaron allí y me dijeron: señora sálgase que la creciente es grande. Yo le dije: no, esa llega hasta aquí y nos vamos a quedar en medio de la sala. El funcionario me dijo: no señora, usted se va a salir de allí y empezaron ellos mismos a sacarme los corotos, sacaron todo y yo los dejé … y lo que no sacaron de allí el agua lo echó a perder. Allí me había quedado un escaparate, pero el agua lo cubrió hasta la mitad. Recuerdo que el Gobernador Justo Noguera dijo que no había casa para darnos, así que expresó: Vuelvan para su casa, y éso hicimos después que bajaron las aguas”, continúo.
La historia de Mares es solo una de las miles de personas que cada año sufren la catástrofe de la creciente. “Ahorita estamos esperando si llega o no llega la laguna a la casa, porque esta no tiene más salida del agua como antes, lo que ocasiona que llegue a las casas. A mí me da lástima dejar mi casa que está tan bien, a veces me provoca salir e irme por ahí. Sí tengo adonde irme, pero eso es muy lejos, y yo tengo demasiados corotos. En realidad no me veo saliendo de mi casa, solamente que la laguna me saque y aniegue demasiado”.
Pese a las políticas gubernamentales, cada año miles de familias se encuentran a la expectativa por la crecida del río, sin embargo continúan adelante pese a los riesgos, por temor a perder aquello que con tanto esfuerzo han logrado con el paso de los años, además de sus vivencias arraigadas.
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Lic. Rosanna Moya
CNP 23.943