Es algo que hacen todas las culturas de la Tierra cuando los más pequeños se van a dormir: con la idea de que puedan abrazar el sueño mejor y más felices, les cuentan un cuento. Generalmente estas historias, popularizadas muchas de ellas por los hermanos Grimm o Charles Perrault, tienen un componente moralizante que ayuda a que los niños aprendan a discernir entre lo que está bien o mal o sobre los peligros que entraña la vida. Y, por supuesto, también se entretienen.
Pero a veces, las historias que se cuentan no tienen por qué ser sobre lobos escondidos en bosques o niñas con manzanas rojas. Suelen decirnos que escuchemos las historias de nuestros familiares (padres y abuelos, especialmente) antes de que sea tarde. Y es que escuchar historias, según señalan algunos psicólogos, es fundamental para construir una vida con sentido, lo cual crea una sensación duradera de bienestar.
Por ejemplo, la psicóloga Emily Esfahani Smith asegura que, para crear dicha vida con sentido, se necesitan cuatro pilares: pertenencia, propósito, trascendencia y narración. El sentido de pertenencia se consigue a través del amor por los demás y el sentirse amado. El propósito se relaciona con lo que se logra en la vida. La trascendencia, con el momento. Se ha escrito sobre ellos en muchas ocasiones en libros de filosofía, psicología o autoayuda durante años, informa ‘Psychology Today‘.
Pero, ¿y contar historias? ¿Por qué es tan importante?
Según Smith (que se centra en las historias que contamos sobre nosotros mismos), cómo creamos dichas historias que explican quiénes somos y cómo llegamos a ser así (en una palabra, la identidad narrativa) entreteje nuestras diversas experiencias de vida en una historia coherente, que no solo vincula las experiencias en cadenas temporales y causales, sino que crea significado a través de la expresión de valores e ideales.
Algo interesante: una investigación del Laboratorio de Narrativas Familiares indica que las historias familiares, es decir las historias de nuestros padres y abuelos, pueden ser especialmente efectivas para proporcionar modelos de cómo vivir una vida significativa. Los adolescentes y adultos jóvenes que conocen más historias y relatos más coherentes y detallados sobre el crecimiento de sus padres y su historia familiar muestran niveles más altos de autoestima, menos ansiedad y, sí, también niveles más altos de significado y propósito en la vida.
Las historias nos ayudan a entender la experiencia humana y dar sentido a los eventos sinsentido. Las familiares, concretamente, pueden ser especialmente importantes porque los adolescentes y adultos jóvenes se identifican con sus familiares. Incluso aunque no se lleven bien, han compartido una vida, por lo que los adolescentes que escuchan historias sobre desafíos y obstáculos aprenden que la vida no se trata siempre de buenos momentos, sino de luchar y superar las adversidades. Al fin y al cabo son, significado y conexión.
Y al contar nuestras historias, ayudamos a otros a crear significado en sus vidas. Y empieza en la familia. La narración familiar, incluso de las experiencias mundanas de nuestras vidas, teje vidas de conexión, significado y propósito. La felicidad puede ir y venir, pero las historias viven para siempre. Así que escucha antes de que sea demasiado tarde, escucha siempre.
El Confidencial