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sábado, noviembre 23, 2024

¿Por qué son tan populares las historias de superhéroes? Una mirada psicológica

Batman, Spiderman, Morbius, Venom, Thor, El escuadrón suicida, Viuda Negra, La liga de la justicia, Wonder Woman… y la lista sigue hasta el infinito. Desde hace más de dos décadas, las películas de superhéroes son ese placer culpable del que la mayoría de la gente no puede prescindir. No hay año (a veces, si apuramos, mes) en el que bien DC o bien Marvel no estrene un sinfin de superproducciones palomiteras que apasionan al gran público, así como series de televisión de distintas plataformas, y que tienen en común lo mismo: personas con superpoderes que salvan al mundo.

Por supuesto, no es una cosa de ayer. Aunque la gente suele mencionar a Superman por su gran influencia, en realidad el primer superhéroe de la historia de los cómics fue The Phantom (El Hombre Enmascarado en español), que nació nada más y nada menos que el 17 de febrero de 1936. En Estados Unidos, los superhéroes nacieron con una razón: ayudar a la sociedad en los momentos puntuales de estrés.

El Hombre Enmascarado, primer superhéroe, nació nada más y nada menos que el 17 de febrero de 1936. Aunque si nos ponemos, los héroes de la Iliada o Troya son anteriores

Las comunidades dde inmigrantes quisieron contar sus historias tras salir de la Gran Depresión (no olvidemos que, por poner un ejemplo, Stan Lee o Jack Kirby entre otros son hijos de inmigrantes judíos). Los villanos con los que lucha el Capitán América son una demostración de ello: en la Segunda Guerra Mundial golpea a Adolf Hitler sin sutilezas y en los 50 era abiertamente anticomunista.

Y, psicológicamente, como explica ‘Smithsonianmag‘, los superhéroes tienen que enfrentar una serie de retos o experiencias que cambian su vida y que siempre están en la historia. El primero de ellos es el trauma (un ejemplo de ello es Batman, que decide convertirse en superhéroe cuando asesinan a sus padres). El segundo, el destino, que altera la vida como en cualquier viaje del héroe que se precie.

Los villanos con los que lucha el Capitán América son una demostración de ello: en la Segunda Guerra Mundial golpea a Adolf Hitler sin sutilezas y en los 50 era abiertamente anticomunista

Por último, está la casualidad ( el heroísmo de SpiderMan es un ejemplo de cómo los eventos adversos aleatorios hacen que muchos de nosotros hagamos un balance de nuestras vidas y elijamos un camino diferente). Estas historias sobre el origen de los superhéroes inspiran a la gente y brindan modelos para hacer frente a la adversidad, lo que es una explicación bastante plausible de por qué a la gente le gustan tanto.

Por otro lado, los superhéroes como decíamos, siempre han estado ahí. Cada superhéroe tiene su historia de origen, y un número sorprendentemente grande de ellos debe sus orígenes a mitos de dioses y héroes que existieron hace milenios, desde la Odisea a las historias de Troya. Por poner un ejemplo: antes de que llegara Ant-Man, Zeus ya se había convertido en una hormiga (como parte de su plan para tener sexo, una cosa bastante frecuente en el dios griego). Los héroes al fin y al cabo son como nosotros pero más fuertes, más inteligentes y más rápidos. Sufren los mismos problemas y debilidades, pero sus poderes les llevan a luchas mucho más épicas y dramáticas.

Conforme las historias de superhéroes se fueron ‘democratizando’, las catástrofes se volvieron cada vez más barrocas

Por supuesto, el 11 de septiembre ayudó a los superhéroes a conquistar el mundo. No solo porque cambiaran las historias (muchos de ellos comenzaron a enfrentarse al mismísimo Al Qaeda), sino porque sirvieron para ayudar a sanar las heridas. El ‘Washington Post’ teorizaba acerca de ello: «En lugar de estar obsesionados por las terribles imágenes de personas que se lanzan desde las Torres Gemelas, los superhéroes están allí para atrapar sus cuerpos mientras caen. Nuestros muertos nunca nos serán devueltos; es posible que sus restos ni siquiera se identifiquen correctamente, pero los superhéroes pueden devolver la mitad de la población de la galaxia con un chasquido de dedos».

En su debut cinematográfico de 2008, Iron Man asistía a una visión intervencionista liberal de la invasión estadounidense de Afganistán. Ese mismo año, ‘El caballero oscuro’ exploraba el terrorismo y cómo este podía volver a una sociedad contra sí misma y hacer que la gente abandonase sus valores. Conforme las historias de superhéroes se fueron ‘democratizando’, las catástrofes se volvieron cada vez más barrocas, y las formas que encontraban los héroes para salvar a la humanidad se convertían en la norma, quitando frescura o sorpresa a las tramas. Pero no se han reducido, ni mucho menos. Aunque las películas continúan, los nuevos problemas y ansiedades parecen difíciles de resolver por los superhéroes de antaño: Supermán no puede solucionar un virus pandémico, el cambio climático o una epidemia de opioides a puñetazo limpio.

El espectro del terrorismo cambió a los héroes y a Estados Unidos, pues estos ya no son iconos puramente nacionalistas del poderío de una nación sino seres vulnerables

El 11S cambió a los héroes de una manera más profunda: con frecuencia vemos cómo trata de comprender su identidad como persona y no como superhéroe. Una reflexión similar a la de Estados Unidos tras los ataques, debido a la importencia. El espectro del terrorismo cambió a los héroes y al país, pues estos ya no son iconos puramente nacionalistas del poderío de una nación o manifestaciones de deseos y sueños (todo lo que querríamos ser), sino que ahora son mucho más vulnerables, inseguros y se adaptan a los cambios del mundo. En ese sentido, tanto los americanos como cualquiera de nosotros podemos sentirnos identificados con ellos. También se ha humanizado la figura del villano y se le ha tratado de dar, en muchas ocasiones, una explicación.

En definitiva, amamos a los superhéroes por varios puntos. Primero, tienden a reflejar la sociedad y la cultura de la época (el Batman moderno no se parece en absoluto a la figura de los primeros cómics). Segundo y más importante, nos reflejan a nosotros mismos. Por último, son un símbolo de esperanza, resuelven situaciones caóticas y desastrosas y los envidiamos porque pueden controlar lo incontrolable. Y eso, sin duda, es algo digno de admirar.

El Confidencial

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