Calm, una ‘startup’ argentina especializada en colchones y otros productos para el descanso, se volvió noticia este mes tras abrir una vacante para el cargo de «especialista en siestas». «Te pagamos por dormir», aseguraba su campaña publicitaria para celebrar su tercer aniversario, ofreciendo a quién quedara seleccionado un salario de 10.000 pesos argentinos (unos 60 dólares) por «dormir solo una horita de siesta».
La oferta laboral —ya no disponible— estaba dirigida a personas con el don de dormir en «cualquier lugar o situación, sin importar ruidos, luz o muchedumbre» y sin «tener vergüenza de babear frente a otras personas». Específicamente su responsabilidad sería pernoctar en el interior de la vidriera del local de Calm en el barrio de Palermo (Buenos Aires), brindar un análisis de sus productos y compartir su experiencia en redes sociales.
Los interesados podían compartir su currículo a través de Linkedin o de la página en línea de Calm. La convocatoria resultó tan atractiva que, en menos de 48 horas desde su publicación, se postularon 9.000 personas, y un total superior a los 15.000 interesados el día del cierre, el 16 de noviembre. De acuerdo con la agencia EFE, fueron preseleccionado 25 y solo dos terminaron contratados.
Así, este viernes fue el primer día de trabajo para Kevin Raud, de 27 años, y Chiara Torruella, de 19 años, que firmaron un contrato con la empresa, recibieron un abanico de almohadas y un reloj Apple Watch para registrar su descanso.
El trabajo soñado
En la previa «al trabajo para el que fueron contratados», Chiara Torruella (19) y Kevin Raud (27) interactúan como si se conocieran desde hace años, pero recién hace una hora se vieron las caras por primera vez. Ellos fueron los dos elegidos para una campaña cuyo eslogan, que se hizo viral, reza «Pagamos $10.000 por dormir. Postúlate, es posta».
«Reunían los requisitos que buscábamos desde un principio. La verdad es que no dudamos, ya que, como se vio, cuentan con un método infalible para dormirse. Por otra parte, vimos imágenes del pasado en las que se los ve durmiendo en los lugares más inverosímiles», dijeron los organizadores de la propuesta.
«Cuando me enteré de la propuesta, no lo dudé. ‘Esto es para mí’, pensé. No me cuesta nada quedarme dormida y no me afecta el entorno. Me ha pasado en un barquito, en la facu, en un shopping. Soy un especialista en siestas, no pasa un día que no la practique», sonríe Chiara, de Villa del Parque.
Kevin dice que es «hazmerreír» de sus amigos. «Soy el meme, me gastan todo el tiempo porque reunión que haya, no importa la hora que sea, yo caigo dormido. No importa si estoy sentado, parado, en una pileta o escalando una montaña», se describe este neuquino nacido y criado en La Angostura que viajó especialmente para encarar la aventura onírica.
A Chiara y a Kevin, los organizadores de la firma Calm les dieron piyamas, pantuflas y un apple-watch con una aplicación que estudia a ciencia cierta el tipo de sueño al que se sometieron los postulantes. «Mide el ritmo cardíaco, la respiración por minuto y el oxígeno en sangre, indicadores que permiten saber con exactitud cómo y cuánto durmieron».
Según se pudo constatar en los 66 minutos en los que estuvieron acostados, Chiara durmió 33 profundos, sus pulsaciones bajaron de 110 a 79 en el momento de máximo reposo y realizó 15,5 respiraciones por minuto. Mientras que Kevin descansó 46 minutos, sus pulsaciones fueron de 105 a 73 y tuvo 16 respiraciones por minuto.
Vibró una alarma que marcó la hora de despertarse. También este cronista midió si había sobreactuación. Chiara, desconcertada, tenía una marca de la almohada en su mejilla rozagante y un dejo de malhumor. Mientras que se necesitaron dos personas para levantar a Kevin, que hasta lagañas tenía. «No estamos acostumbrados a que nos despierten así de una siesta», deslizaron apenas, mientras se desperezaban.
Una vez incorporados, merendaron y tuvieron que completar una encuesta en la que describieron sus experiencias. Y llegó el momento de la paga: cada uno recibió un sobre con $10.000 que contaron sin pudor. «Esto sí que es dinero bien ganado y ya gastado en el viaje en avión», hace saber Kevin. «Yo tengo que pagar algo de la facultad y lo demás será disfrutar con amigas», completa Chiara.
¿Qué los diferencia a Kevin y a Chiara para ser los «sommeliers del sueño» del resto de los mortales? «Nacimos para dormir siestas y lo que nos diferencia es que tenemos experiencia acreditada», dice sonriente el neuquino. «Soy una pachorra constante que disfruta el dormir, casi sin perder tiempo».
Con información de actualidad.rt.com y www.clarin.com