Josefina Monasterio tiene fuertes músculos que cautivan la mirada de todos. A menudo, comparte videos mientras hace ejercicios en un gimnasio de Florida. También es habitual verla mientras baila y canta, siempre con buena energía, lo que demuestra que ejercita su cuerpo y al mismo tiempo su espíritu. El mundo quedó atónito al presentar con orgullo su tonificado cuerpo en America’s Got Talent y demostró que la edad no es una barrera para cumplir sus sueños. A sus 76 años, vive con disciplina y sabe muy bien cuál es su propósito. Es una venezolana que inspira.
En sus inicios, lloraba de dolor durante los arduos entrenamientos. Por un momento, pensó que no estaba lista para lograrlo, pero descubrió que su mayor fuerza es mental y ahora es una fisicoculturista ejemplar, tanto así que ostenta un salón donde resguarda más de 500 trofeos, medallas y un sinfín de reconocimientos. En esta plática nos revela cómo superó sus miedos, los próximos retos y cuál es su secreto para lucir tan saludable.
Josefina, nacida en Punta de Mata, estado Monagas, sabía desde muy temprana edad que para tener éxito en la vida debía enfocarse en sus estudios y así lo hizo. “Me encantaba sacar buenas notas, me encantaba hacer las tareas para que los profesores estuvieran orgullosos de mí. Participar en las actividades extraescolares. Siempre me ha gustado el estudio”.
Con eso en mente, para llegar lejos debía formarse y profesionalizarse en aquello que le apasionaba. Mientras estudiaba para prepararse como maestra de educación primaria en la escuela Miguel Antonio Caro, Josefina conoció a un profesor de geografía que la inició como gimnasta.
“Al profesor Rubén Darío Silva le gustaba enseñar gimnasia a los estudiantes como actividad extracurricular y en esa época la gimnasia no era lo que uno imaginaba. No sé por qué él era fanático a esa disciplina deportiva. Un día me invitó y me preguntó si me quería quedar después de las clases para entrenar”.
Josefina se animó a recibir las clases y tras solicitarle el permiso a su madre, ambos se embarcaron en esa preparación. Contó lo difícil que fue adquirir flexibilidad en algunas partes del cuerpo. “Aprendí que el cuerpo puede decirte ‘no puedo’, pero si tienes personas a tu alrededor que ven cierto potencial en ti y te empujan lentamente, tú sí puedes. Eso cambió mi vida“.
Una vez graduada como maestra de primaria y ya siendo gimnasta consagrada al competir en su país, decidió continuar sus estudios en el Instituto Pedagógico y allí coincidió con un grupo de profesores de excelencia en el atletismo, como Horacio Estevez, Gisela Vidal, Gladys de Melo, entre otros.
La venezolana con muchas ambiciones quedó impactada al saber que este grupo de educadores salía al exterior a buscar sus maestrías y se planteó ese nuevo sueño de salir al exterior para continuar sus estudios. No quería que la definieran solamente como una profesora de educación física con un trabajo previamente asignado por el Estado para desempeñarse en San Cristóbal. El único inconveniente era que no disponía de recursos económicos para hacerlo, pero jamás desistió.
“Quería mi sueño. No me importó que no tuviera dinero, que no hablara inglés, que no conociera a nadie en Estados Unidos. No miré ninguna de mis excusas que podría haber utilizado para justificar mi mediocridad (…) la gente espera que las puertas se abran: ‘Primero debo tener el dinero del banco, tengo que hablar con alguien que conozco en EEUU, tengo que hablar inglés’. Ahí se te pasa la vida. Lo que he aprendido, y así he vivido mi vida, es que si tienes la meta y todos los pasos necesarios para lograrla, las puertas se te abren”.
Fue entonces cuando en el Pedagógico conoció a quien le daría la oportunidad de su vida. Mechita Rojas, estudiaba biología y además participaba políticamente con el partido oficialista de entonces Copei. Un día, Josefina recibió la invitación de Mechita para asistir y colaborar en una jornada que realizaría el ministro de la Juventud Rodolfo José Cárdenas. A partir de ese entonces, su vida tomó un giro de 180 grados.
“En ese momento voy a los seminarios y limpio la mesa, pongo el agua, los papeles que necesitan los presentadores y todo lo que se necesita es que cuando los presentadores lleguen esté todo perfecto. Conozco a Rodolfo José Cárdenas porque él era uno de los presentadores y en uno de esos seminarios él me pregunta: ‘¿Tú qué haces?’ Y yo le conté mi sueño. Él me dijo: ‘Yo te voy a ayudar’”.
“Si tú, en cualquier situación que te encuentres, haces el mejor trabajo del mundo, alguien se va a fijar en ti y te va a decir ‘¿tú qué haces?’, porque lo haces tan bien que la persona quiere establecer una conexión contigo. Él me indicó: ‘Pide una cita cuando yo esté en Caracas. Te vas al Ministerio, nos vemos allí’. Exactamente así hice y él me presentó. Me dio la oportunidad de hablar con el ministro de Educación. Me hicieron mis pruebas, mis documentos y me dieron una beca para salir al extranjero a estudiar”, agregó.
Con maleta en mano por un sueño
Con beca en mano para estudiar inglés en la Universidad de Georgetown, en Washington DC, Josefina tardó casi un año en tener todos sus papeles listos para partir hacia Estados Unidos. “Muchas veces las personas quieren lograr metas o quieren hacer cosas o tener un buen físico y preguntan: ‘¿Cuánto tiempo me tardo?’. No importa el tiempo que tardes. Si tienes un sueño, qué importa si pasa un año, dos años y medio sacando mis papeles, pero eso es lo que tienes que hacer para poder llegar a tu destino“.
Una vez lista, tomó el avión que la llevaría a su sueño aún sin la certeza de cómo haría al pisar tierras norteamericanas. Contó cómo una joven estadounidense sentada a su lado, y que hablaba español, se interesó en su historia y le preguntó qué haría al llegar. “Le dije: ‘No sé, lo único que sé es que llego a un hotel porque tengo que ir a la universidad’. En la universidad me iban a dar una residencia para estudiantes extranjeros. La chica me dijo: ‘Te puedes quedar conmigo en mi casa’”.
“Ahí aprendí que no hay que tenerle miedo a la vida, porque si dejo que el miedo me venza y no tienes con quién llegar, no cuentas con el dinero, ni hablas inglés, no te vas a ir. Te montas un drama en la cabeza que lo que hace es paralizarte. Por eso nunca, gracias a Dios, nunca he creído en el miedo”, señaló.
Luego de estudiar seis meses inglés en Washington, se trasladó a la Universidad de Boston para obtener su maestría. Finalmente, se graduó y regresó a Venezuela para trabajar, pero no obtuvo los mejores resultados, por lo tanto decidió emprender nuevamente rumbo hacia Estados Unidos con la meta de desempeñarse como profesional.
“Regresé a Boston. Conseguí mi trabajo en uno de los liceos más prominentes de aquella época en el estado de Massachusetts. Encontré un trabajo de profesora de cinco diferentes materias porque era bilingüe. Enseñaba ciencias, matemáticas, español. Pasé 17 años allí”.
Y tras 17 años decidió mudarse a Florida, a un clima más tropical. “Venía a Florida en verano. Nadie viene a Florida en verano porque es caluroso. Pero es como Maturín. Yo estoy acostumbrada a eso, al clima caluroso en Punta de Mata. Me cansé del frío de Boston y me quedé en Florida”.
Un talento sin explorar
Su nueva meta: Obtener el doctorado y lo logró en Florida, para luego trabajar en dos instituciones universitarias. Hasta que en el 2005, a la edad de 59 años, descubre su pasión.
“Conocí a la persona que se iba a convertir en mi entrenador y comenzamos a hablar de cualquier cosa. Entonces, él me pregunta si hago fisioculturismo, le digo: ‘¡No! ¿Qué es eso?’. Él me explicó y dijo: ‘Tú puedes ser buena’ y yo: ‘Pero es que no lo sé hacer’. Nunca he practicado con pesas porque en Venezuela nunca entrenamos pesas. Era corredora de atletismo en Venezuela después que dejé la gimnasia en el Pedagógico, pero nunca entrenábamos con pesas y entrenábamos en el Estadio Nacional, pero era corriendo. Nunca levanté pesas. Entonces dije: ‘No sé hacer eso’. Y él me dice: ‘Yo te enseño’”.
Justo así hizo. En junio de ese mismo año participó en su primera competencia y, contra todo pronóstico, logró vencer. Comenzó el deporte con un éxito inimaginable y desde ese instante Josefina ha sido imbatible.
La fortaleza y entusiasmo de Josefina no tienen fecha de vencimiento. Es precisamente lo que la impulsó en medio de los arduos entrenamientos. Confesó que la preparación para figurar en la primera competencia fue difícil, aunque solo tenía claro una cosa: No debía rendirse.
“Eran cinco días a la semana ejercitando. Había momentos que me ponía a llorar porque es un entrenamiento fuerte de verdad. Lloraba de dolor (…) Los entrenamientos fueron duros, pero cuando tienes a una persona contigo que es número uno, como el profesor que creyó que podía lograr una flexibilidad que hasta ahora tengo. Esas personas están contigo, no te dejan, si esa persona te empuja porque cree en ti más que lo que crees en ti, eso es fundamental en la vida para obtener el éxito que uno merece tener con el talento que Dios nos da”.
La campeona mundial de fisicoculturismo, conquistó la fama a través del America’s Got Talent después de una llamada que recibió de la producción y el comediante Steve Harvey. Aseguró que fue una oportunidad que jamás imaginó y tampoco la buscó. “No soy de las personas que está enviando su currículum buscando algo. No abordo a nadie porque no lo necesito, gracias a Dios. Entonces, a través de las redes me descubrió America’s Got Talent. Me invitaron dos veces. La primera vez que fui, me pagaron todo, primera clase. Te tratan como una estrella de cine”.
Monasterios estaba sorprendida porque decía que no cantaba, tampoco bailaba y mucho menos hacía trucos de magia. Sin embargo, el show de talentos insistió en que la querían dentro de sus presentaciones.
“Fue una experiencia espectacular, quedé encantada. No hay nada como trabajar con profesionales. La misma situación fue con Steve Harvey, el mismo panorama, el mismo trato, la misma forma. Pero le doy el crédito a Dios, a algo más grande, porque sé lo que estoy haciendo, porque es lo que me gusta (…) si haces las cosas que debes, junto con el conocimiento que tienes, con la habilidad que posees, conforme tu potencial, sigues los pasos a ese destino que quieres, que estás llamado a cumplir”.
Latina dispuesta a brillar
En muy pocas competencias Josefina sale del top tres, siempre se lleva un trofeo que la figure como, sino la mejor, una de las mejores y admitió que como fisicoculturista natural intenta ser representante del deporte y de la salud, razón por la que evita tomar suplementos, proteínas o vitaminas.
“Estoy compitiendo en un deporte donde eso es lo que se hace. He visto personas caer muertas. Todos los días sale uno en las redes que muere de ataque cardíaco. Te metes en YouTube, ves la cantidad de fisicoculturistas que han muerto debido a lo que le hacen al cuerpo. Vengo de la educación física de Venezuela, donde mis profesores eran excelentes, donde era todo acerca de la salud. Vengo con este background a mi nombre, no me puedo estar metiendo pastillas”.
Manifestó que en cada nacional al que asiste, nota la diferencia con otras participantes que tienen menor masa muscular. “Las piernas mías son los brazos de ellas, y así, califico siempre”.
Pero lo importante, es que Josefina siempre se “goza” sus competencias. “Todo el mundo lo dice porque en las competencias bailo salsa, música latina. La audiencia se despierta cuando salgo porque es todo lo que traigo aquí. Y esa soy yo. ¿Cómo voy a poner rock and roll? No me crié en los Estados Unidos. Yo soy latina“.
Y ese vigor es lo que también la ha hecho tan popular en el deporte y en las redes. No obstante, considera que el secreto del éxito radica en una alta disciplina.
“Muchas veces ese es el truco. El amar lo que haces realmente, que tengas una pasión por lo que haces. Gracias a Dios nunca he hecho en mi vida algo que no he querido. Las cosas que estaba haciendo en Venezuela en ese año para arreglar mis papeles era lo necesario. Me estaba preparando para la aventura que me esperaba. Desde ese punto de vista, no estoy haciendo algo que no quiero. Estoy haciendo algo que me conducirá a esa aventura que quiero asumir”, explicó.
La energía no tiene edad
Josefina despierta a las 3:00 de la mañana como un ritual diario que se convirtió en su mejor estilo de vida. Consideró que los límites no existen porque le encanta lo que hace. Asimismo, aprende cada experiencia con humildad y disfruta cada momento con gratitud.
“Me levanto a esa hora para mi desarrollo espiritual. Algunas veces, me dan ganas de no ir y pienso que me voy a perder mi conversación con Dios, que me voy a perder de mirar el firmamento, los planetas, la Luna, el olor de las flores. Los pajaritos cuando ya viene el amanecer, la salida del sol. Vivo en la playa y me gusta el sonido de las olas (…) Reflexiono en todo y me levanto. Esa es mi motivación. Lo mismo pasa con el gimnasio. Considero qué me voy a perder, que no voy a trabajar, que tengo que trabajar los bíceps. Si quiero vivir en grande, ¿cómo voy a dejar de ir? Lo que quiero decir es que lo difícil está en la mente”.
La deportista se muestra muy activa en redes sociales y su canal de YouTube. Así como recibe la admiración y el respeto de muchos, también está expuesta a las críticas. Sin embargo, con certeza comentó que es inmune ante todo prejuicio.
“Me curé de eso. En Venezuela era parte del equipo de atletismo durante esa época. Si eras corredora, tenías que entrenar los domingos, fines de semana o lo que fuese. Muy temprano en la mañana, el Estadio Nacional estaba cerrado. Entonces, necesitaba entrenar y yo salía a correr. En ese momento, mi familia y yo vivíamos en El Valle. Iba desde El Valle hasta Los Próceres a correr y cuando salía, la gente empezaba a gritar: ‘Agarren a esa loca, esa loca se escapó del manicomio’. Los hombres: ‘Miren a esa mami, ese trasero tan grande’. Me insultaban, pero como yo sabía lo que estaba haciendo, no me importaba”.
Su autenticidad le ha permitido romper los estereotipos con la convicción de que puede materializar cualquier meta que se proponga sin mirar para los lados. “Estoy acostumbrada a ser única. Por el fisicoculturismo soy famosa, porque he mantenido mi identidad. Soy Josefina Monasterio y en mi esencia es lo que soy como persona y es lo que me ha separado del montón”.
La criolla mantiene como estandarte que el potencial ni la energía tienen edad y es precisamente el motor que la eleva a esforzarse cada vez más en sus objetivos sin afán. “El tiempo no tiene edad, Dios no tiene edad. Nosotros vivimos en una eternidad. Cada quien tiene un tiempo limitado y debemos vivir eso al máximo”.
“Nunca oí a la gente quejándose de la edad, de la menopausia, del calor. No crecí en ese ambiente. Nunca celebramos cumpleaños, tampoco tuve torta de cumpleaños de niña. Entonces, no nací en ese mundo de la vejez (…) Cuando comencé el fisicoculturismo no le dije a mi entrenador que era una vieja y que no servía para eso. A él ni se le ocurrió preguntarme. Entonces, para mí la edad nunca ha sido un factor determinante. Regresé a la universidad a sacar mi doctorado a los 50, a los 59 comencé el fisicoculturismo y he tenido cinco libros que comencé a escribir a los 70”, añadió.
Con 17 años de trayectoria en el fisicoculturismo, Josefina se ha llevado a casa más de 500 premios, entre los que destacan placas, medallas e incluso espadas. En cada rincón de su casa había decenas de premios, pero con la ayuda de una joven, ahora dispone de un espacio dedicado solo a enaltecer su trayectoria.
“Ella me dijo: ‘Josefina, esto no es aceptar tu vida’. Y me dio una lección: ‘Esta es tu vida. Esto tiene que ser’ (…) Ahora la gente llega y cuando entran se quedan impresionados, en lugar de haber trofeos por toda la casa”.
Finalmente, Josefina Monasterio espera seguir en las competencias. Retomará en abril de 2023 y la meta es destacar aún más de lo que ha hecho hasta ahora. Planea escribir su sexto libro y también espera regresar a Venezuela para un congreso de antienvejecimiento, aunque de momento no se ha confirmado. Dedicarse a lo que le apasiona, es el día a día de esta doctora oriental, que nos demuestra que los límites son superficiales y no corresponden a la edad. “Quiero seguir compitiendo y seguir poniéndome más bella, hermosa, poderosa y grande“, recalcó.
Con información de La Patilla.