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martes, septiembre 17, 2024

Médicos venezolanos actualizan pautas para el diagnóstico y tratamiento de la insuficiencia cardiaca

La primera causa de muerte, a escala mundial, son las enfermedades cardiovasculares. La hipertensión, una arritmia, un infarto pueden causar insuficiencia cardiaca si no es atendida a tiempo. «Es una patología frecuente.

En Venezuela no se cuenta con estadísticas recientes, pero en 2018 se estimaba que la insuficiencia era la tercera causa de muerte dentro de las enfermedades cardiovasculares», explica la doctora Emilia Martínez, internista, cardióloga y una de las coordinadoras generales del consenso Venezolano de Insuficiencia Cardiaca Aguda y Crónica, presentado en julio pasado, con el objetivo de orienta a los médicos para el diagnóstico y tratamiento de esta afección.

El corazón, un músculo que funciona como una bomba que mueve la sangre a través del cuerpo, puede perder fuerza, por lo que no logra impulsar la sangre como corresponde. Una función normal que puede ser de 50 % puede bajar a 30 %, el corazón no logra sacar la sangre y empiezan a presentarse síntomas como cansancio por pequeños esfuerzos e inflamación de las piernas, reseña Contrapunto.

«Todos los factores de riesgo cardiovascular pueden llevar a la insuficiencia cardiaca. También, fumar, una hipertensión no controlada, diabetes no controlada», entre otros factores. Elementos externos, como quimioterapia, pueden causar daño del corazón, al igual que virus con los que las personas se relacionan periódicamente: «El coronavirus, zika y chikungunya». Una parasitosis como la causante del Chagas también ataca al corazón.

La insuficiencia «no es algo que pase de la noche a la mañana». Es más frecuente por encima de los 65 años, aunque «tenemos pacientes jóvenes», acota. «Hemos observado, a lo largo de los últimos años, que los infartos e hipertensión se presentan en personas más jóvenes». Se asocia con estilo de vida, estrés, mala alimentación: «La gente cada vez come peor, y fuma cigarrillos o cigarrillos electrónicos».

«Uno de los síntomas más frecuentes es la dificultad respiratoria al hacer un esfuerzo» que antes se ejecutaba con tranquilidad. Si hay insuficiencia «cuando la persona se acuesta a dormir, al rato no puede respirar y debe levantarse. Casos avanzados llegan con edema de miembros inferiores, disnea hasta en reposo».

El último consenso en Venezuela se hizo hace unos 10 años «y por eso, hace un año, decidimos revisar las guías que existen» y las nuevas investigaciones y nuevas opciones de tratamiento.

«Nos reunimos más de 25 cardiólogos, se revisó el diagnóstico y tratamiento, y todos nos pusimos de acuerdo en un abordaje determinado», destaca. En otras palabras, médicas y médicos tienen en un documento de unas 75 páginas las pautas para proteger a los pacientes.

«Uno ve con dolor cuando llega un paciente que no está tratado como debería, porque se le está negando la posibilidad de vivir mejor y vivir más. La idea del consenso es que haya un documento nacional y 70 % de las herramientas que necesitas las tienes en el país». El documento «es como tener un libro para saber cómo tratar una enfermedad», reivindica. «Un médico de medicina general, rural, de atención primaria, de medicina primaria, debe leerlo». La información es comprensible y al alcance de la mano.

El consenso desarrolla 15 capítulos sobre enfermedad, diagnóstico, tratamiento no farmacológico y farmacológico, poblaciones especiales (pacientes con otras enfermedades), insuficiencia cardiaca aguda, entre otros. Aparte «hay tres capítulos especiales. La parte genética, la mujer (que se comporta distinto del hombre) y las enfermedades infecciosas y el corazón (con virus como dengue, zika, Chagas, COVID-19). Esos tres puntos son importantes».

Hay enfermedades genéticas que pueden causar insuficiencia cardiaca, explica Martínez, lo que implica que si una persona las tiene, los otros miembros del grupo familiar también la pueden presentar; también se puede hacer un pronóstico. «Hoy día ya se están haciendo, de forma experimental, las tijeras genéticas que pueden ‘cortar’ lo que está mal», acota.

Anteriormente se pensaba que las mujeres no tenían riesgo de infarto «pero hoy se sabe que no es así, aunque ellas consultan menos que los hombres por dolor en el pecho». Las mujeres están estresadas, fuman y eso ha cambiado el panorama. «Ellas recibían menos atención médica y recursos terapéuticos que el hombre», cosas que van cambiando. «La mujer tiene un corazón más pequeño que el hombre», se comporta diferente que el hombre «y a todo eso se le debe poner la lupa».

Para tratar la insuficiencia hay varias opciones, reitera. «Hay tratamiento farmacológico, basado en cuatro drogas fundamentales que están disponibles en el país. Hay marcapasos, resincronizadores y desfibriladores», describe. También, dispositivos de ayuda ventricular (que no se han usado en Venezuela).

Las perspectivas dependen del tratamiento. «Los medicamentos pueden bajar entre 21 % y 25 % la probabilidad de fallecer. Con el tratamiento completo la sobrevida es larga y buena, porque hay que pensar en calidad de vida. Es impresionante ver un paciente que no puede ni cepillarse los dientes porque se cansa, y con el tratamiento es otra persona, puede hacer su vida normal. Pero debe entender que no puede suspender el tratamiento. El problema es que la persona se siente bien, y lo abandona, o lo deja porque no puede pagarlo; cuando el paciente se descompensa el corazón se deteriora más». A los cinco años 75 % de los pacientes sin tratamiento han fallecido.

«Se necesita tratamiento de por vida, pero en enfermedades crónicas los tratamientos son como la ropa» que se debe ir ajustando, compara.

El consenso no anula la responsabilidad del médico para tomar decisiones, aclara Martínez. En otras palabras, si el facultativo no sabe lo suficiente «debe referir a alguien que pueda hacerlo». Aunque el paciente tenga o no los recursos económicos «siempre hay manera de hacerlo; debemos hacer lo mejor posible para que los pacientes reciban lo que deben recibir». Como lo apunta, «es mejor hacer una inversión en calidad de vida y no tener que ir al centro hospitalario porque el paciente está descompensado».

Con información de EI.

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