Hoy se cumplen 58 años de una de las tragedias más impactantes en la historia de Venezuela: el terremoto de Caracas de 1967. Aquella noche del sábado 29 de julio, a las 8:05 p.m., un sismo de magnitud 6.5 en la escala de Richter y una duración de 50 segundos, sacudió la capital, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva del país y forjando una generación que presenció de primera mano sus devastadores efectos.
El epicentro del terremoto se ubicó al norte del litoral central, con un foco a 15.9 kilómetros de profundidad. La tragedia fue inmensa: más de 200 personas perdieron la vida, alrededor de 2 mil resultaron heridas, y las pérdidas materiales se estimaron en unos 800 millones de dólares. Las zonas de Altamira, Los Palos Grandes y Caraballeda fueron las más afectadas, registrándose además réplicas de menor magnitud tras el evento principal.
Las consecuencias materiales fueron abrumadoras: aproximadamente 80 mil personas quedaron sin hogar, seis edificios colapsaron por completo, 40 edificaciones fueron declaradas inhabitables y 180 sufrieron deterioros graves, algunos irreparables.

Solidaridad y avance sismológico en medio de la tragedia
En medio del dolor y la desolación, la tragedia de 1967 también dio paso a un inspirador despliegue de solidaridad y heroísmo. La capacidad del espíritu humano para levantarse ante la adversidad se hizo evidente, recordándonos la importancia de valorar y abrazar a nuestros seres queridos.
Además, el terremoto de 1967 marcó un antes y un después en las investigaciones sismológicas en Venezuela. A raíz de este lamentable evento, y por disposición presidencial, se crearon dos comisiones clave encargadas de evaluar los efectos del sismo y fortalecer las medidas de prevención ante futuros movimientos telúricos.

Hoy, 58 años después, el terremoto de Caracas permanece vivo en la memoria de los venezolanos. Es un recuerdo triste, acompañado del eco de aquel sonido inicial que precedió al movimiento de tierra, grabados para la eternidad. Este aniversario no solo es un recordatorio constante de nuestra vulnerabilidad ante la fuerza de la naturaleza, sino también de la resiliencia y la inquebrantable capacidad de un pueblo para reconstruirse y aprender de sus experiencias.
Con información de agencias



